lunes, 9 de abril de 2012

¿?

A punto de intentar rehacer una nueva entrada que borré por accidente, me llega un mail de Miranda July:
"You give into distraction as if it is a murderer. You lay there, waiting to be killed. 
Today: fight for your life."
Sin entender o queriendo entender a medias, le pido a D. me ayude a descifrar el contenido del consejo. Él me dice que no puede estar más claro: "Pelea contra la distracción". Casi en automático le respondo: "¿Y cómo se hace eso en vacaciones?, ¿cómo hago para concentrarme con tres niños a mi lado, entre otras tantas posibles "distracciones"? Y como la quimera vigilante del oráculo de Delfos me responde: "Quizá los niños no sean la verdadera distracción".
Me dirijo al baño, me siento en él. A veces las verdades y los veintes más profundos me han llegado en el eco de ese pequeño recinto. Comienzo a preguntarme y con tantas preguntas que siguen a la primera, imagino que hago un poema de toda esa retahíla.
...¿Cómo saber si el doctorado me distrae de ser creativa?
...¿Cómo saber si aprovechar las vacaciones para ver a los amigos me distrae de no estar conmigo?
...¿Cómo saber si la costura me distrae del doctorado?
...¿Cómo saber si ir al tianguis, pensar en el menú del día, ir a pagar la multa de Hacienda me distrae de estar con los niños?
...¿Cómo saber si estar con los niños me distrae de estar cosiendo?
...¿Cómo saber si preparar clase me distrae de capturar el último libro para mi investigación?
....¿Cómo saber si leer me distrae de lo que realmente tendría que estar leyendo?
....¿Cómo saber si escribir me distrae de lo que realmente tendría que estar escribiendo?
....¿Cómo saber si editar un video de las vacaciones me distrae de leer?
...¿Cómo saber si estar con la familia me distrae de no estar con D.?
....¿Cómo saber si estar con D. me distrae de no estar con mis amigos?
...
En estos días he pensado seriamente en llamar a la terapeuta opción 2. La opción 1 me caía muy bien pero dejé de verla por un mes y algo pasó que sentí que podía manejar mi vida sin su orientación. Ahora pienso que la terapeuta 2 -más vieja, más sabia- podría ayudarme a desentrañar el verdadero misterio y desatorarme de las constantes de mi reciente vida, o sea, de ésta que llevo hace cerca de veinte años. De pronto parece que se vuelve a enfilar y, al menor contratiempo, me encuentro sintiendo la misma sensación de angustia que cuando tenía veintitrés. Antes, sólo por ratos escasos: a los quince, el primer extraordinario y tener que notificarle a mi padre; más adelante, un examen de anatomía. Durante la infancia no la recuerdo, al menos no ésa en la que siento que es cuestión de vida o muerte; en la que el tiempo es oro y se me va como agua entre las manos.

En estas vacaciones he visto a uno o dos amigos distintos cada día. Estuve con Anna la mayor parte del tiempo y esta semana les toca a los mayores. Capturé, leí, preparé clases, escribí. Surfee por la red con el permiso de las vacaciones y vi capítulos de series sin sentir tanta culpa. Me di tiempo para estar no sólo con la familia inmediata sino también con la extendida. Fui al tianguis, cosí dos cojines, lavé trastes, recogí la casa en días festivos, cociné, respondí a todos los correos, pagué multas sin deberla ni temerla. La garganta se curó y empeoró varias veces, yo creo que es puramente emocional. Queda, de cualquier manera, la sensación de no haber destinado el tiempo suficiente, de ser más organizada, de reformular prioridades. Trato de jerarquizarlas pero todas se vuelven el número 1 o el 2, de perdis. Veo a mi hija jugar a tomar té en una tacita miniatura con tanta parsimonia, tan circunspecta ella. No hallo las horas de viajar en familia, de recorrer el mundo sola y acompañada, no entiendo tampoco por qué este pensamiento le sigue a la imagen de la tacita y cuál es su extraña conexión, por qué uno le siguió al otro. No hallo las horas de haber acabado con todos los pendientes que la vida obliga y sentarme, no tanto a verla pasar, pero sí a escribirla, a volverla un guión, a hacerla una historia.