tag:blogger.com,1999:blog-6028666151379973252024-03-13T11:41:07.829-07:00María (ahora en paz)Impresiones de una nueva etapa que se inaugura hoyMaría (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.comBlogger46125tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-50114856393227671352013-05-22T12:51:00.001-07:002013-05-22T13:01:27.657-07:0022<div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-8XEWGprh81Q/UZ0aEGO-IEI/AAAAAAAAAPA/SkAwe-hPbSY/s1600/22.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="http://2.bp.blogspot.com/-8XEWGprh81Q/UZ0aEGO-IEI/AAAAAAAAAPA/SkAwe-hPbSY/s200/22.jpg" width="200" /></a></div>
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Hace ya casi un año que dejé de postear. La vida, francamente, no me da. Pero hoy ocurrió algo especial. Luego de un día terrible en el que nada parecía cuadrar, encontrar su lugar, su centro, hoy amanecí a eso de las cuatro o cinco de la madrugada. A las 5:35 miré el reloj, me fui al baño para no despertar a D. y terminar de leer el gran libro de un amigo: <i>La casa de K</i>, de Héctor Toledano. No fue nada premeditado, había optado por dejar la satisfactoria lectura literaria a un lado por obligadas razones. Anoche, cuando ya no daba más para continuar con la teoría, me embarqué en las últimas setenta páginas. Pensé que en cualquier momento me quedaba dormida pero logré avanzar hasta que quedaron alrededor de veinticinco. Hoy, encima del frío azulejo, reparé en que justo se celebra la presentación por la tarde. Ora sí que como le escribí a Héctor: "sin querer queriendo".<br />
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Pensé que iba a estar muy cansada para la clase de yoga a las 8:00. Al menos, renuncié a irme en bici pues de ahí pensaba hacer la ruta hasta el Pedregal desde Coyoacán y dudé en poder llegar al esperado evento por la tarde. Una clase linda, muy profunda, el cansancio dio de sí y se volvió fuerza. Yo también reuní fuerzas para poderle soltar a mi maestro algo relativo a la práctica del yoga que rondaba mi cabeza desde el domingo. Algo que tenía que ver con "romperse la madre" en el mat y en otros rings, no sé si literal o metafóricamente, porque el domingo yo había decidido que tenía que romperme la madre en otros: era la celebración del cumpleaños número setenta de mi padre en nuestra casa y por la noche tenía que acabar, como fuera, una ponencia para revisarla y enviarla el lunes. Estuvo bonito haberme atrevido a decir que, en ocasiones, uno elige el mat pa' romperse la madre y otras veces en que no queda más que rompérsela en otros lados o, más bien, no romperse la madre en el mat porque queda todavía un día largo e intenso por delante -aunado a los eventos, mis niños mayores llegaban de Los Ángeles y no los veía hace una semana-, y pues uno no va a comenzar rompiéndose la madre en el mat si en una de esas se la va a seguir rompiendo todo el día. Hay veces en que uno elige la yoga como el último reducto, el único remanso de paz. Fue bueno haberlo dicho y sentir que el otro recibía el comentario con los brazos abiertos.<br />
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Después de la yoga tenía una cita con una ex alumna mía de la universidad donde doy clase y su socio, con quien hacía un rato que no le dábamos a la bici. Ya el pretexto era bueno. A K le di clases en un propedéutico de redacción antes de que entrara a la carrera y dos veces más en tronco común y Arte Contemporáneo. No sé, me sentí tan honrada. G había preparado unos bagels con salmón y queso crema para el desayuno y así se nos fueron las horas hasta que salí casi a la una de su despacho. Aprecio tanto esos momentos en los que me queda claro que hay futuro, que vale la pena dar clase cuando uno se topa con personas de esa especie. Ver los ojos de ambos, contemplarla a ella cómo se desenvuelve tan profesional, en una palabra: tan pro; ambos, tan llenos de proyectos, tantas coincidencias, tanto que dar, tanto por compartir. Por si fuera poco, ayer después de la medianoche me llegó un correíto de una ex alumna por fb que acaba de llegar de estudiar un semestre en Londres y me preguntaba sobre mis horarios para darme un libro que me trajo de Londres... Disculpen todos pero este post sí es un gran egotrip...<br />
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Me llegó el diseño primoroso de mis tarjetas personales para llevármelas a Bogotá en diez días, hechos por el Nene y Rafa.<br />
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Hoy es el día preferido de Anna pues es su clase de natación y me toca llevarla. Le compré lichis, <i>the flavor of the month. </i><br />
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T. tiene tenis y G, tae kwon do. Comerán hamburguesas invitados por su abuela a dos casas de la nuestra: todos y cada cada uno de mis hijos en su disciplina favorita y en su respectivo sabor del momento.<br />
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Hacia la tarde tocará celebrar a H. en la presentación de su libro y el domingo brunchearé con los <i>chamaqueens</i>. Son de esos dias en que uno se siente en deuda con la vida.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-15565688996788952952012-07-04T20:08:00.000-07:002012-07-04T20:14:08.014-07:00<b>.....</b><br />
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Estoy triste. Me duele el país. Pocas cosas me hacen mantener la esperanza. Entre ellas, mi familia, mis hijos, a quienes deseo un mundo mejor.<br />
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Miro y miro este video que hice hace unos meses, aquí lo vuelvo a compartir (Aclaro a mi favor que no es que desconozca encuadrar la cámara. Algo sucede con el iMovie que cuando pasa a otros formatos compatibles, empequeñece el video. También sugiero que lo vean directamente en vimeo.com donde la resolución es mil veces mejor. Aquí el link: http://vimeo.com/33509117).<br />
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La buena noticia es que acabé las 2/3 partes de mi tesis, a punto estoy de entregarla. Lo que sigue ahora es una ponencia. Como sea, sirve de algo estar encarrilada pero confieso que me urgen unas vacaciones.<br />
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Vi a mi <i>shrink </i>luego de que estuvo unas semanas en Suecia. Me encanta porque es una sabia vieja jovial. Hoy me dijo: "¡Pero si aún eres muy joven!" La amé doblemente.<br />
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<iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.blogger.com/video.g?token=AD6v5dwB9ZDIMfygfrNApC5m0o61_xI2dw9qGdrmf1n2z4jSda4-eN-OeoyzIhfeJGbggXKIECAEwxsZoeBifVBMFw' class='b-hbp-video b-uploaded' frameborder='0'></iframe></div>
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<br />María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-44290495187180171462012-04-09T20:23:00.000-07:002012-04-10T09:06:58.071-07:00¿?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-d1Nd2RbdF4c/T4OmnecCAuI/AAAAAAAAANY/w89lpa7T0j0/s1600/IMG_5389.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://2.bp.blogspot.com/-d1Nd2RbdF4c/T4OmnecCAuI/AAAAAAAAANY/w89lpa7T0j0/s320/IMG_5389.JPG" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">A punto de intentar rehacer una nueva entrada que borré por accidente, me llega un mail de Miranda July:</span><br />
<div style="text-align: center;">
"<strong style="background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">You give into distraction as if it is a murderer. You lay there, waiting to be killed. </strong></div>
<div style="text-align: center;">
<strong style="background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">Today: fight for your life."</strong></div>
<div style="text-align: left;">
<span style="background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); color: #222222;"><span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">Sin entender o queriendo entender a medias, le pido a D. me ayude a descifrar el contenido del consejo. Él me dice que no puede estar más claro: "Pelea contra la distracción". Casi en automático le respondo: "¿Y cómo se hace eso en vacaciones?, ¿cómo hago para concentrarme con tres niños a mi lado, entre otras tantas posibles "distracciones"? Y como la quimera vigilante del oráculo de Delfos me responde: "Quizá los niños no sean la verdadera distracción".</span></span></div>
<div style="text-align: left;">
<span style="background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); color: #222222;"><span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">Me dirijo al baño, me siento en él. A veces las verdades y los veintes más profundos me han llegado en el eco de ese pequeño recinto. Comienzo a preguntarme y con tantas preguntas que siguen a la primera, imagino que hago un poema de toda esa retahíla.</span></span></div>
<div style="text-align: left;">
<span style="background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); color: #222222;"><span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">...¿Cómo saber si el doctorado me distrae de ser creativa?</span></span></div>
<div style="text-align: left;">
<span style="background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); color: #222222;"><span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">...¿Cómo saber si aprovechar las vacaciones para ver a los amigos me distrae de no estar conmigo?</span></span></div>
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<span style="background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); color: #222222;"><span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">...¿Cómo saber si la costura me distrae del doctorado?</span></span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">...¿Cómo saber si ir al tianguis, pensar en el menú del día, ir a pagar la multa de Hacienda me distrae de estar con los niños?</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">...¿Cómo saber si estar con los niños me distrae de estar cosiendo?</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">...¿Cómo saber si preparar clase me distrae de capturar el último libro para mi investigación?</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">....¿Cómo saber si leer me distrae de lo que realmente tendría que estar leyendo?</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">....¿Cómo saber si escribir me distrae de lo que realmente tendría que estar escribiendo?</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">....¿Cómo saber si editar un video de las vacaciones me distrae de leer?</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">...¿Cómo saber si estar con la familia me distrae de no estar con D.?</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">....¿Cómo saber si estar con D. me distrae de no estar con mis amigos?</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">...</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">En estos días he pensado seriamente en llamar a la terapeuta opción 2. La opción 1 me caía muy bien pero dejé de verla por un mes y algo pasó que sentí que podía manejar mi vida sin su orientación. Ahora pienso que la terapeuta 2 -más vieja, más sabia- podría ayudarme a desentrañar el verdadero misterio y desatorarme de las constantes de mi reciente vida, o sea, de ésta que llevo hace cerca de veinte años. De pronto parece que se vuelve a enfilar y, al menor contratiempo, me encuentro sintiendo la misma sensación de angustia que cuando tenía veintitrés. Antes, sólo por ratos escasos: a los quince, el primer extraordinario y tener que notificarle a mi padre; más adelante, un examen de anatomía. Durante la infancia no la recuerdo, al menos no ésa en la que siento que es cuestión de vida o muerte; en la que el tiempo es oro y se me va como agua entre las manos.</span></div>
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<span style="color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;"><span style="color: #222222;">En estas vacaciones he visto a uno o dos amigos distintos cada día. Estuve con Anna la mayor parte del tiempo y esta semana les toca a los mayores. Capturé, leí, preparé clases, escribí. Surfee por la red con el permiso de las vacaciones y vi capítulos de series sin sentir tanta culpa. Me di tiempo para estar no sólo con la familia inmediata sino también con la extendida. Fui al tianguis, cosí dos cojines, lavé trastes, recogí la casa en días festivos, cociné, respondí a todos los correos, pagué multas sin deberla ni temerla. La garganta se curó y empeoró varias veces, yo creo que es puramente emocional. Queda, de cualquier manera, la sensación de no haber destinado el tiempo suficiente, de ser más organizada, de reformular prioridades. Trato de jerarquizarlas pero todas se vuelven el número 1 o el 2, de perdis. Veo a mi hija jugar a tomar té en una tacita miniatura con tanta parsimonia, tan circunspecta ella. No hallo las horas de viajar en familia, de recorrer el mundo sola y acompañada, no entiendo tampoco por qué este pensamiento le sigue a la imagen de la tacita y cuál es su extraña conexión, por qué uno le siguió al otro. No hallo las horas de haber acabado con todos los pendientes que la vida obliga y sentarme, no tanto a verla pasar, pero sí a escribirla, a volverla un guión, a hacerla una</span><span style="color: #222222;"> historia.</span></span></div>
<strong style="background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><br /></strong>María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-2322951130571616352012-02-22T20:07:00.002-08:002012-03-27T11:37:21.172-07:00Ramal<a href="http://1.bp.blogspot.com/-xftLqG_NO6U/T0W7lPu1kMI/AAAAAAAAANQ/FMcRPihy6II/s1600/FG9378.jpeg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 230px; height: 320px;" src="http://1.bp.blogspot.com/-xftLqG_NO6U/T0W7lPu1kMI/AAAAAAAAANQ/FMcRPihy6II/s320/FG9378.jpeg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5712177950941876418" /></a><br /><br />Hace mucho que no escribo en el blog. Tareas múltiples me persiguen. Copio el texto de la presentación del libro de Cynthia Rimsky. Por sugerencia de la autora y para romper con el protocolo clásico de este tipo de eventos, lo leímos de forma intercalada David y yo, en seis entradas distintas cada uno. Aquí mi parte. Por desgracia, creo que se disfruta más en el formato original de presentación. Ojalá y sume más lectores. No se arrepentirán.<br /><br /><span style="font-weight:bold;"><br />1.- Caín, Abel y la literatura<span style="font-style:italic;"></span></span><br /><br />Dice Francesco Careri en su libro <span style="font-style:italic;">Walkscapes</span>:<br /><br />“La primitiva separación de la humanidad entre nómadas y sedentarios traería como consecuencia dos maneras de habitar el mundo y, por lo tanto, de concebir el espacio.”<br /><br />Si revisamos el mito de Caín y Abel, podremos observar la relación que éstos instauran respecto al nomadismo y al sedentarismo. Según las raíces de los nombres de los dos hermanos, Caín puede ser identificado con el <span style="font-style:italic;">Homo Faber</span>, el hombre que trabaja y que se apropia de la naturaleza con el fin de construir materialmente un nuevo universo artificial, mientras que Abel, al realizar a fin de cuentas un trabajo menos fatigoso y más entretenido, puede ser considerado como aquel <span style="font-style:italic;">Homo Ludens</span>, el hombre que juega y que construye un sistema efímero de relaciones entre la naturaleza y la vida. Si la mayor parte del tiempo de Caín estaba dedicada al trabajo, Abel disponía de mucho tiempo libre para dedicarse a la especulación intelectual, a la exploración de la tierra, a la aventura, es decir, al juego: un tiempo no utilitario por excelencia que llevará a experimentar y a construir un primer universo simbólico en torno a sí mismo.<br /><br /><span style="font-weight:bold;"><br />2.- 40 años, Chile como regalo.<span style="font-style:italic;"></span></span><br /><br />En mi cumpleaños número cuarenta recibo entre otros regalos, un libro que habla del país en el que nací. Soy chilena de nacimiento. Nací en la segunda primavera de Salvador Allende, en el mismo año en que Pablo Neruda recibe el Premio Nobel pero, por cosas del destino, aprendí a caminar a los 15 meses en México. Mi abuela paterna, a quien visité numerosas veces durante mi infancia y adolescencia, vivía en la calle de Carrión, muy cerca de la Avenida Independencia. Desde la vereda de su casa se podía mirar el edificio de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Chile. Abro el libro ese mismo día por la noche. En el primer párrafo surge una imagen conocida por mí ubicada a sendos pasos de la mencionada Avenida. Tanto los muros de la fachada como la entrada principal de la casa de mi abuela tenían lucernas en lo alto. Las coincidencias me facilitan imaginar el espacio que fue de tres generaciones: Arnoldo Bórquez, abuelo, y Salomón Bórquez, padre del protagonista y narrador de Ramal. Sin embargo, no puedo evitar a la vez, evocar la casa de mis abuelos. El comedor, las baldosas ajedrezadas del piso, las dos camas individuales en que ellos dormían dentro de la recámara principal, el <span style="font-style:italic;">living</span> donde se recibía a las visitas y que quedaba justo enfrente del portón. Las celosías que cerraba mi abuelo con ayuda de un largo gancho, poco después de tomar la once. <br /><br />No puedo evitar tampoco sentir un escalofrío correr a lo largo y ancho del cuerpo.<br /><br />Leo el segundo párrafo y recuerdo la escena siguiente: Tres años después de la muerte de mi abuelo, en un ataque de rebeldía mezclada con hastío, me fugo de la casa de Carrión dejando a mi abuela en ascuas. Tomo una micro. El enojo se transmuta poco a poco en angustia. Aún cuando estoy en la ciudad donde nací no puedo moverme en ella. No la conozco. Me bajo en una de las primeras paradas. Apenas y pude cruzar las achocolatadas aguas del río Mapocho, mi espíritu de aventura llegó hasta ahí. Frente a mí queda la estación que también lleva su nombre –Estación Mapocho– antaño utilizada para esperar la llegada y salida de los trenes, y que ahora encuentro como sede de la Feria Internacional del Libro. Mis padres son libreros, sólo que en México. Puras coincidencias.<br /><br /><span style="font-weight:bold;">3.- Perderse<span style="font-style:italic;"></span></span><br /><br />En su libro <span style="font-style:italic;">A field guide to getting lost</span> que traducido al español sería algo así como “Guía práctica para poder perderse”, Rebecca Solnit repara en las deambulaciones infantiles como la primera posibilidad de desarrollar confianza en uno mismo; un sentido de dirección al tiempo que de aventura e imaginación. La voluntad de explorar y sentirse un poco perdido para luego encontrar el regreso o la salida. Solnit se pregunta sobre lo que le depara a esta nueva generación infantil que vive una especie de arresto domiciliario, pues ¿en dónde obtendrá la oportunidad de adiestrar este potencial humano, inherente en nosotros desde el tiempo de las cavernas?<br /><br />Finalmente, la clave para la supervivencia es saber, de alguna manera, que estamos perdidos. La cuestión radicará en cómo decidamos perdernos ya que no haberse perdido implica no haber vivido. No saber perderse te lleva no a la conservación sino a la destrucción. Como Solnit afirma: “Perderse es el principio de encontrar el propio camino o encontrar un camino análogo en virtud de las múltiples posibilidades que hay de estar perdido.” <br /><span style="font-weight:bold;"><br /><span style="font-style:italic;">4.- Jaguares<span style="font-weight:bold;"></span></span></span><br /><br />Día con día o, con mayor precisión, noche con noche, durante breves días me doy cita con <span style="font-style:italic;">Ramal.</span> Refrendo un Chile hace tiempo sin visitar, sin poder redescubrir. Ese Chile del que tanto han hablado mi madre y mi padre como los pocos amigos chilenos que han tenido en México a lo largo de su residencia. Recuerdo el campo chileno del que conozco poco y en el que vivieron mis antepasados: apenas Doñihue, Rinconada, San Fernando. En mi último viaje hace ya quince años me sorprendió la ruta que tomó mi tío Jorge para llegar a la casa de la tía Chofi. Mi madre dice que ahora le llaman “La ruta de la fruta” incrustada en la sexta región llamada como el libertador O’Higgins. En ese momento me asombraba reconocer un Chile similar al que mi padre evoca cuando se trata de comparar a las uvas chilenas con las sandías mexicanas en términos de proporción. Cuando hace eso, le gusta referirse a su país de origen como “Los jaguares de América Latina.” Puede ser que esté equivocada pero <span style="font-style:italic;">Google </span>me lo confirma: jaguares en Chile sólo los importados por la firma británica automotriz y alguno que otro perdido deambulando en jaulas de zoológicos. Rememoro las naves industriales de <span style="font-style:italic;">Chilefrut</span> alinearse por la autopista una tras otra, una tras otra, sin dejar mayor paisaje que eso: plantíos simétricos dispuestos en cuadros perfectamente organizados. Lo recuerdo tan bien como una anécdota que compartí con Cynthia, la autora del libro, hace una semana. Mi primo hermano viaja a México con su entonces polola, ahora su señora. Los recibimos en la entonces casa de mis padres. <br /><br />- Pues bien primos ¿qué les apetece conocer de México?, ¿las pirámides, el museo Nacional de Antropología, Acapulco, Oaxaca? Quizá puros lugares comunes. Mi primo nos responde muy seguro de sí mismo. <br /><br />- Lo tenemos clarísimo: Miami. Queremos llegar a Miami. <br /><br />Lo que más le gustó a mi primo de México fue Taxco. Lo encontró “limpio y ordenado.” Por desgracia, en aquella ocasión no pudo llegar a Miami.<br /><br />¿Será esa la nueva generación de los jaguares de la que habla mi padre tan orgulloso? <br /><span style="font-weight:bold;"><br />5.- Ramal<span style="font-style:italic;"></span></span><br /><br />Por suerte, Ramal habla del otro Chile. Ese que se esconde todavía en las vías del subdesarrollo que, para estos efectos, pueden ser comparadas por unos con las vías del ramal que todavía une a Talca con Constitución. Auge ayer, agonía ahora. Icono del bicentenario de la independencia chilena como lo son los recientemente llamados “Pueblos mágicos” mexicanos a propósito de la misma celebración. Ese Chile más parecido a la América cantada por <span style="font-style:italic;">Calle 13 </span>y Camila Moreno. El Chile oculto, en todos sentidos: por su geografía austral en la última esquina del mundo; disimulado por la historia mediática de los mineros y la nueva arquitectura cosmopolita de Santiago que se rebautiza ahora como la zona “Soho Santiago.” Encubierta incluso por la belleza de Camila Vallejo que recubre, por paradójico que resulte, quizás el movimiento estudiantil más importante de América Latina en la actualidad. Pido disculpas por mencionar tantos lugares comunes: Salvador Allende, Pablo Neruda, las pirámides, Acapulco, <span style="font-style:italic;">Calle 13</span> y Camila Vallejo. Han servido para enunciar un libro que tiene todo menos eso: ser un lugar común. En el caso de Cynthia Rimsky develamos esa literatura que es cada vez más difícil que encontrar: la literatura que respira. Una prosa llana y directa, sin rodeos, que da claro testimonio no sólo del Chile que parece desaparecer al menos en el imaginario colectivo: el Chile de la nostalgia y la poesía; el Chile de la protesta pronunciado en Santa María de Iquique por los<span style="font-style:italic;"> Inti Illimani</span> y la música de los Parra que escuché desde niña advirtiendo lágrimas en los ojos de mi padre cuando hacía maletas imaginarias a su terruño. No sólo de ese Chile atornillado en mi cabeza sino del Chile presente: el Chile solitario, el Chile pobre que es más grande que largo, el Chile que sabe a glosario; a chancho en piedra, a queso de cabeza, a vino pipeño.<br /><br />Todo ese Chile y más cupo en mi cabeza mientras leí <span style="font-style:italic;">Ramal. </span><br /><br />Al final de los días ¿cuál quedará?, ¿qué Chile será más fuerte?, ¿el Chile de Caín o el Chile de Abel?<br /><br /><span style="font-weight:bold;"><br />6.- Despedida<span style="font-style:italic;"></span></span><br /><span style="font-style:italic;"><br />Ramal<span style="font-weight:bold;"></span></span> es también la historia de un hombre que busca encontrarse a sí mismo a través de numerosos viajes a la agrimensura del ramal. Viajes largos o cortos, viajes físicos o imaginarios, viajes por placer, viajes de trabajo. ¿Qué son los viajes sino la posibilidad de encontrarse a uno mismo en algún fragmento del periplo?<br /><br />En un texto que hizo Olivier Debroise sobre una de las acciones artísticas del artista ambulante Francis Alÿs, la cual consistía en atravesar el globo terráqueo para pasar de Tijuana a San Diego sin cruzar la línea –un paso que dura menos de una hora pero que en la experiencia de Alÿs duró más de 30 días en los que él subió y bajó aviones, espero conexiones en aeropuertos y aterrizó en ciudades como Panamá, Santiago de Chile, Sydney, Bangkok, Seúl y Anchorage– Debroise escribe: <br /><br />“Del itinerario teórico, Alÿs sólo pudo conservar la escala esencial en la Isla de Pascua y, para rozar de vuelta la ruta original, desviarse hasta Tailandia. Al llegar a Rangoon, perdió la conciencia del tiempo: las fechas incoherentes de los correos electrónicos delatan ese momento de ruptura consigo mismo —y con el resto del mundo—. Confiesa ahora que, a partir de este punto, el cansancio del tránsito acumulado, las vigilias, la imposibilidad de comprender los letreros, las lenguas, los rostros, lo apartaron de sí mismo.<br />Este fue quizá, el momento en que inició el viaje verdadero.”<br /><br />Me di cita con <span style="font-style:italic;">Ramal </span>en breves días porque pese a la hora en que esto aconteció, hubo un momento en el que no pude parar de leer. Era un día entre semana, a la mañana siguiente me esperaba la jornada cotidiana de ciudades como el D.F.: largas trayectorias, numerosos pendientes, poco tiempo. Pero algo decía en mí: “No puedes parar.”<br /><br /><span style="font-style:italic;"><br />Ramal </span>es un libro en donde parece no pasar nada y, sin embargo, pasa todo. Es la historia de un hombre que recuerda a su padre y a su abuelo. Un hombre que se confronta y se busca a sí mismo. Es la historia también de un niño perdido que encuentra un camino.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-74973493074817121182011-11-02T12:19:00.000-07:002011-11-03T14:42:30.469-07:00Miedo de volar<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/-8VnAU2KdBcA/TrGY_wXTXiI/AAAAAAAAAM8/npX_iYVapXs/s1600/Miedo%2Ba%2Bvolar%2B-%2BErica%2BJong_thumb%255B1%255D.jpeg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 159px; height: 244px;" src="http://2.bp.blogspot.com/-8VnAU2KdBcA/TrGY_wXTXiI/AAAAAAAAAM8/npX_iYVapXs/s320/Miedo%2Ba%2Bvolar%2B-%2BErica%2BJong_thumb%255B1%255D.jpeg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5670481626917985826" /></a><br /><br />23 octubre 2011<br /><br />Abro uno de los libros que traje al viaje mientras miro, distraída, la escena en la que se quedó la película que decidí no seguir en el interior de un avión rumbo a Buenos Aires.<br /><br />Hace unos segundos que terminé el libro de Guadalupe Nettel. Todos somos, en mayor o menor medida, <span style="font-style:italic;">outsiders</span>, trilobites. Leo el último párrafo y evoco a las personas que pensé me acompañarían para siempre. Me cuesta creer que ya no figuren en mi vida. Aunque lo intento, es duro el ejercicio de soltar, de fluir. La vida, como dice la canción, me ha dado sorpresas. Amigos de los que estuve separada por años, lustros, décadas, regresaron a mí. Otros, mientras tanto, se van.<br /><br />Acto seguido, cierro las páginas del segundo libro que comencé a leer de una manera instintiva, para evitar un conjuro, una maldición. Sin tramarlo, he traído conmigo la carta que cifró mi destino. Aquella en apariencia última epístola dirigida a mis padres en la que mi madrina de bautizo les escribe sin saber que ya no los volverá a ver más pues en pocas semanas después de su redacción, morirá en un avionazo. Lo peculiar del momento es que justo lo abro a la mitad de un vuelo a la mitad de América, quiero creer; lejos del país donde me tocó vivir y rumbo al Cono Sur. Como destino final, el país vecino al que nací. <br /><br />Cierro los ojos, me los cubro con el libro mismo. Éste habla de la mimesis y la alteridad. Aquí estoy yo, en medio de la América, arriba de ella, en el cielo, repitiendo un mantra. Parezco un judío que se aferra al Muro de los Lamentos. Pido, ruego a la carta que me salve de morir como mi madrina. En las páginas delgadas, azules, la tipografía de color rojo de una máquina de escribir talló las letras y las dejó palpables, como escritura braille. No sé si el paso del tiempo ha ayudado a hacer más táctil este efecto, si el roce del tiempo las ha vuelto aún más delgadas. En ellas, mi madrina Lourdes habla de que ya ha comenzado a volar el avión de mi padrino. Toma clases de vuelo una vez a la semana, se despierta a las 6 a.m. Sabe localizar puntos en el mapa y ya tiene nociones de radiocomunicación.<br /><br />La avioneta se precipitará y chocará en el Ajusco con mis padrinos, su hija de meses y un piloto en su interior. No sé quién de los mayores piloteaba, jamás lo he preguntado. <br /><br />Transfiero el hallazgo de la carta hallada a D. al querer librarme de la maldición. Como por suerte no me da mucha bola, comienzo a orar con la cara velada por las tapas del libro y la carta misma: “Madrina, donde quiera que estés, que esta carta sea una suerte de amuleto que me acompañe y me proteja. Que su fuerza y su capacidad guardiana se extienda a mis hijos; que cure la febrícula de mi hija pequeña quien no entiende por qué a la edad de un año ocho meses ha sido abandonada por sus padres sin previo aviso. Que los vuelva a ver, madrina, que las estadísticas de accidentes aéreos rindan su ejemplo en mi caso. Que el seguro de vida que la UNAM me obligó a adquirir jamás sea utilizado. Que no me sucedan calamidades, asaltos ni accidentes automovilísticos ni tropiezos con cáscaras de plátano ni caídas en las escaleras." Repito mentalmente como si estuviera vociferando un mantra hacia adentro y hacia fuera: OOOOOOMMMM.<br /><br />La semana pasada tuve la idea primigenia de esta entrada. Iría más encaminada hacia el miedo de dejar el nido, la mezcla de recuerdos infantiles, entre ellos, uno de un libro situado en las repisas de una de las recámaras de mi entonces hogar. Era una casa llena de libros, en parte por tratarse de ser la vivienda de mis padres dedicados al negocio de las librerías. Más adelante, mi padre amplió los espacios y adaptó una bodega. Por la casa iban y venían libros como marejadas. A veces teníamos que caminar de puntitas el trayecto que iba del comedor a la sala. Mi madre odiaba que mi padre utilizara nuestro domicilio como bodega. Generalmente vencía y los libros se retiraban por un tiempo. Mis hermanos y yo aprovechábamos y, en ocasiones, tomábamos libros sin inventariar que nos llamaban la atención. Los escondíamos algunos días, pendientes de burlar el conocimiento de su hurto. Si mis padres cachaban que faltaban algunos, mágicamente aparecían de vuelta. Pero más de una vez los libros lograban quedarse en casa por siempre.<br /><br />Había un libro en los anaqueles que me llamaba particularmente la atención. Se llamaba <span style="font-style:italic;">Miedo a volar</span> de Erica Jong. No era el título lo que más me atraía sino la portada por demás kitsch: el torso desnudo de una mujer muy cerca de las alas de un avión. Jamás lo abrí a pesar de la inquietud que me provocaba. Ya mi padre me había dado un sermón ejemplar cuando me sorprendió leyendo a escondidas <span style="font-style:italic;">Calígula</span>, disimulado entre las páginas de un libro empastado que recopilaba las cartas de los niños del mundo dirigidas a las Naciones Unidas. Probablemente el libro no llamó mi curiosidad lo suficiente como para abrirlo. Pero la semana pasada lo recordé a propósito de reencontrarme con la legendaria carta escondida en uno de los libros de nuestra ahora pequeña biblioteca propia. Cada vez que leo la carta de mi madrina no me deja de sorprender. Mi madrina no era escritora y, sin embargo, lo hacía muy bien. Parecía estar bajo los efectos de una iluminación. Hablaba lo mismo de sus primeras clases de vuelo que de la vida cotidiana y plana, la rutina con la nueva bebé, sus mañas, sus miedos más profundos, sus sueños, sus pesadillas, los recuerdos que la tenían unida a mis padres. En un fragmento de la referida carta escribe:<br /><br />"Anoche pensaba cuánto faltaba para que se vinieran para acá. Imaginaba que faltaba mucho tiempo y veía el mes de enero como algo lejano, dentro de cuatro o cinco meses. Así lo sentía pero luego me puse a contar y el mes de enero será en menos de cuarenta días. Cuando descubrí que faltaba tan poco y que el tiempo se pasa volando, me dio una mezcla de gusto y rara emoción, como cuando alguna cosa nueva y bonita va a suceder como casarse, ir de viaje a un lugar lejano o tener un hijo. Me los imaginé ya aquí y empecé a planear cosas desde el momento en que los viéramos bajar del avión y recibirlos, y sentía que no me iba a alcanzar el tiempo para planear tantas cosas que quisiera tener listas para entonces, y más emoción y nervios me daban y hasta se me llenaban los ojos de lágrimas, y deseaba que pronto fuera enero. Luego pensaba en cosas tristes, como que no vinieran o no pudiéramos irlos a recibir y no saben el miedo que me daba. Entonces pensaba que era mejor imaginar cosas bonitas. Y así estuve pensando de las doce de la noche a las dos de la mañana, en que me quedé dormida."<br /><br />Casi de forma mágica recuerdo la portada del libro. No la había traído a la memoria en años, puede ser que nunca antes. Son de aquellas remembranzas que te sorprenden pues pertenecen a la clase de recuerdos que parecen originarios, se manifiestan solos y rebeldes sin que uno los llame, no pertenecen a esos sobados largamente por la conciencia.<br /><br />Googleo el libro, quiero encontrar la portada, no encuentro esa que acecha mi recuerdo. Llego al blog sobre literatura de una argentina. Allí está: una reseña casi magnífica de un "gran <span style="font-style:italic;">best-seller</span>", en palabras de la bloggera. Una de las citas del libro de Erica Jong en el blog dice así:<br /><br />"Había 117 psicoanalistas en el vuelo de Pan Am a Viena y por lo menos seis de ellos me habían tratado. Por otra parte, estaba casada con un séptimo."<br /><br />Al menos la portada correspondía, Se parecía a otras llamativas como las de Sidney Sheldon, James Clavell y sí, la mente no me traiciona: se trataba de un <span style="font-style:italic;">best-seller</span>. Leo otra de las citas y prometo buscarlo junto con los libros que espero encontrar en las librerías de la Avenida Corrientes, en Buenos Aires. Se sumará a otro <span style="font-style:italic;">best-seller</span> de antaño: <span style="font-style:italic;">Las matemáticas de Nina Gluckstein</span>. Lo leí casi adolescente. Esther Vilar elucubra una fórmula digna de la revista Cosmopolitan pero para mujeres intelectuales. La clave del éxito está en renunciar a la entrega total en el amor por medio de una ecuación matemática. En todos estos años lo he buscado en México, en la librería de mis padres, jamás lo encontré. Espero tener más éxito en el país de la autora y, una vez que lo lea, no ser presa de la decepción ni reencontrarme con la ingenuidad de una niña-mujer que lo leía por primera vez cerca de los doce años de edad.<br /><br />Volviendo a las coincidencias hoy, 23 de octubre, mi amiga desde el kínder cumple cuarenta años un mes antes de que yo los cumpla. Hace unas semanas, mientras tomaba un café con otra amiga, me sorprendió otro de los recuerdos de la categoría 1, esos que parecen estrenarse por primera vez en la cabeza.<br /><br />Tendríamos once o doce años, no más. No recuerdo cómo llegamos allá pero recorríamos solas el Palacio de Bellas Artes. Es extraño no sólo por la edad que teníamos sino también porque vivíamos en el recóndito sur, a un paso del canal de Cuemanco, donde el Periférico acababa en aquel entonces. Trato de recordar cómo llegamos, si en metro o en pesero. Quiero creer que nos llevó Hugo, el papá de Estrella, y que el pretexto no era nuestra sed de cultura sino algún trabajo escolar de la secundaria. Lo que sí recuerdo es que nos habíamos esmerado en acicalarnos. Llevábamos los tacones que a una joven de quince años se le pueden permitir aunque nosotras tuviéramos tres o cuatro menos. Fumábamos, por supuesto. Nos paseábamos como quien acostumbra recorrer esos pasillos de manera ordinaria.<br /><br />Fuimos al entonces café del palacio y cada una de nosotras pidió un cappuccino para acompañar el cigarro número N de la jornada. Nos reíamos, soñábamos con nuestro futuro. No sé si Estrella me lo decía a mí o yo se lo decía a ella o ambas lo reforzábamos: “Imagina cuando sean nuestros cumpleaños y las dos estemos en lugares opuestos del mundo. Y la una le llame a la otra para felicitarla." Nos soñábamos exitosas, eso sí, por suerte nos ahorramos de soñar la sufridera que llegaría con la adultez. Y algo de eso está pasando ahora, casi treinta años después. Tuvieron que pasar todos esos años para que yo aterrice en unas horas en Argentina y le escriba a Estrella que, si mal no calculo, ahora estará en medio de los Redwoods californianos. Le escribiré, perpleja al haberme percatado lo que hace semanas volví a adivinar: parte de lo que soñamos está sucediendo.<br /><br />Todo esto es también parte del conjuro. Hoy no me puedo morir. Y si sí, como ya lo he dicho hacia mis adentros o a unos pocos que se encontraban cercanos en aquellos segundos: Puede ser que después de esto ya lo pueda hacer en paz. Pero no puedo, hoy no quiero morir.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-78152789850010763112011-10-06T07:34:00.000-07:002011-10-09T11:01:02.451-07:00¿Nuevo miembro en la familia?<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/-fPuxJmHukXk/To3LEyLCWMI/AAAAAAAAAL0/HaomwZtEGac/s1600/images.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 231px; height: 218px;" src="http://1.bp.blogspot.com/-fPuxJmHukXk/To3LEyLCWMI/AAAAAAAAAL0/HaomwZtEGac/s320/images.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5660403589722560706" border="0" /></a><br /><br />(Para Sofía y Julieta, mamás bloggeras)<br /><br />Han sucedido muchas cosas desde la última entrada. Carlita renunció y, pese a que hice hasta lo imposible porque su salida no fuera melodramática, fue eso y más. Días después comenzaron a arderme las palmas de las manos. Pensé que se trataba del detergente, desacostumbrada como estaba de lavar platos y otras cosas incluso en fines de semana. Cuando la comezón fue aumentando, una de mis amigas me dijo que se trataba de una alergia nerviosa, algo llamado "soriasis". Para entonces las manos se me despellejaban, digamos que no se me caían a pedazos pero casi. Lo peor no fue eso sino el momento en que ligué los pedazos que a mi madre verdaderamente sí se le caían de sus manos en nuestra infancia. Mi mamá comenzó más joven con ese trastorno, tenía una vida más difícil en muchos sentidos. No vivía en su país, estaba lejos de su madre, sus hermanas, sus amigas. Estaba casada con mi padre, un machín prototipo de los '70s que se paraba de la mesa en el momento inmediato en que le decían que no había bolillos para acompañar la comida. Pero además, mi mamá era perfeccionista, obsesiva, nerviosa, estresada...un poco como yo. Luego de hacer el link con mi soriasis y la de mi mamá, el siguiente pensamiento que me asaltó (más bien, me torturó) fue que, claro, se trataba de una bienvenida adelantada de los cuarenta que se avecinan... el glamour de los cuarenta.<br /><br />Hice varias cosas para la soriasis, tomé flores de Bach, me descolocó emocionalmente pero en fin, se trata del proceso normal de curación, me dicen. A las pocas semanas del abandono de Carla -que dejó de ser Carlita para siempre en nuestro imaginario familiar en cuestión de segundos luego de su salida de telenovela- llegó Yola. Vino a conocer la casa un domingo por la noche con dos amigas más. Traía el pelo pintado de rojo y eso, de entrada, me cayó bien. Para entonces Yola no sabía pero yo tenía una lista mental kilométrica de las cosas que, esta vez, no iba a permitir ni conceder. Necesitaba una real ayuda, alguien eficaz, eficiente, no sólo que me adivinara el pensamiento sino que se me adelantara a pensar. Así de complicadas somos las mujeres. Yola aparentó ser sincera y decir que había sido niñera en su último trabajo. Que le sabía más o menos a lo de la limpieza y otro tanto a lo de la cocina. Le dije que yo no buscaba una niñera. Anna acababa de entrar a la guardería y tenía hijos que disque ya se cuidan solos. Tengo dos preadolescentes en casa: uno de once y la otra de un año siete meses. Y como nadie es monedita de oro, menos yo y mi familia, le advertí de lo sui generis, disfuncionales e intensos que podemos llegar a ser, no con esas palabras, claro está. Yola, con muy buena actitud, quedó de llegar a la mañana siguiente.<br />Yola mostró ser en cuestión de horas no mejor que Carla sino mucho mucho peor, far beyond. Hasta las cosas más básicas como poner una mesa se le complicaban. Para mis adentros yo respiraba hasta cien, paciencia, paciencia. Comenzaban a picarme las manos. De la cocina ni hablamos, yo acostumbrada a nanas oaxaqueñas que confeccionan platos mexicanos tan bien como los chilenos. Que además de cocinar y limpiar, hacen disfraces, fabrican piñatas para los cumpleaños... supuse el triste fin: N-E-X-T. Lo peor fue una noche en que llegué a ver qué hacía Yola en la cocina. Partía jitomate y cebolla, muy mal partido, como era obvio. No me quise meter, sólo le pregunté que para quién pues supuse que alguien se lo había pedido: "Para mí, señora. Es que voy a cenar apenas". Le hice carita de ok, me dí la media vuelta y salí de la cocina. Acto seguido, un ruido apocalíptico, yo que giro y veo reflejadas llamas descomunales en la puerta de madera y uno de los gatos que sale corriendo despavorido. El ruido era el del sartén que había dado a parar al piso. No reparé en que Yola tuvo a bien hervir aceite en lo que cortaba las verduras y como corta a dos por hora, pues el aceite del sartén saltó en el momento de echar las verduras al fuego y la cocina se incendiaba. <br /><br />En realidad no se incendió. <br /><br />No pasó nada, de hecho, ni un trapo chamuscado. Pero por mi cabeza pasaron las peores escenas: Anna en su sillita, los niños cenando, esta chava con la cara deforme por las quemaduras. Le expliqué, por suerte no me enojé, lo que sucede con el aceite y otras sustancias calientes como mantequilla, azúcar, etc. Le dije que a partir de ese momento utilizaría las hornillas de la cocina sólo si estábamos nosotros. Al día siguiente mi querida Luci, la que solía ayudarme con los niños unas horas a la semana, se volvió la cocinera y la planchadora. Le pagaría por horas. Yola sería ahora la niñera.<br /><br />No podía tomar una decisión precipitada, me iba en semanas a un viaje, dejaría a los niños solos por primera vez. Me ayudaría mi familia en muchos menesteres y, en cuestión de limpieza, es peor no tener nada que tener a alguien que haga lo mínimo indispensable. Pero mis insomnios y pesadillas regresaron ¿estaba yo acaso jugando con el bienestar de mis hijos?, ¿era peligroso tener a Yola en la casa?, ¿su ingenuidad se extendería a otros terrenos como la seguridad, la gente extraña que toca timbres, etc. etc., etc.? Por el otro lado se me cruzaban los cables con esta pinche filosofía de vida que nos cargamos: la educación como herramienta de cambio, este país necesita de solidaridad, vivimos en una sociedad apática y despreocupada por el que tenemos enfrente de nuestros ojos. Todo eso aunado a las culpas pequeñoburguesas: Yo estudio mientras otras trabajan para que yo pueda estudiar. ¿Me lo merezco? ¡La puta suerte!, ¿qué coños he hecho para merecerme más? No lograba yo enlazar la A con la B.<br /><br />En uno de esos días en que no daba más con la lista ordinaria de pendientes, muchos como siempre, traté de relajarme. Llamé a Yola y pedí que se sentara a jugar con Anna. No lo podía creer. Yola era la persona más divertida y Anna se la pasaba bomba. Le leía hasta en inglés. Luego ya me contó que en las anteriores casas donde había trabajado existía una legión de servidumbre: desde guaruras y choferes hasta recamareras, cocineras, jardineros, etc. En ese momento pensé que la que me estaba haciendo un paro al ocuparse de casi todo en una casa donde viven cinco personajazos, era ella a mí y no yo a ella. En el pasado, Yola se ocupaba de los chavos de principio a fin y escuchaba todo, hasta las clases de inglés. Su pronunciación de "Cars" película con la que está obsesionada y pretende traspasar esa obsesión a Anna, es mejor que la mía por mucho.<br /><br />De cualquier forma, yo seguía deprimida. D. se llevó a Tomás al TKD. Guido se quedó porque andaba enfermo sin ir a la escuela por dos días. Intenté relajarme y no pensar en lecturas pendientes, maljugadas de la vida, doctorado, tesis, economía, etc. etc. Me senté en el cuarto de los niños hombres sobre la alfombra y le propuse a Guido que jugáramos "Verdad o reto". Invité a Yola a que se sentara con nosotros y jugara también. Guido fue por una botella para establecer los turnos.<br /><br />El primer turno le tocó decidir a Yola si me imponía una verdad o un reto. Ah caray, a ver qué se le ocurre. Decidió que "Verdad" y me preguntó: "A usted, señora, ¿qué es lo que la hace más feliz en la vida?" <br /><br />¡No mames!, hace mucho que nadie me contactaba así, vaya, ni mis mejores terapeutas ni yo que me jacto de ser tan creativa. Tardé mucho, pero mucho en formular una respuesta de seguro bastante pendeja que olvidé en el minuto siguiente. Pero de que me descuadró, me descuadró. A los pocos turnos me tocó preguntar o retar a Yola. Le regresé la bolita: "Y a ti, Yola ¿Qué es lo que más te gusta en la vida?" <br /><br />Ni tarda ni perezosa, Yola respondió, amplia y ancha, como si llenara el espacio del cuarto con su sola presencia: "A mí, señora, lo que más me gusta en la vida es bailar". <br /><br />Puta madre, ¿en qué momento se me olvidó eso a mí?, ¿cuáles son mis prioridades?, ¿qué no era esa yo?, ¿no era yo la niña que jorobaba a sus padres con clases de ballet en lugar de teatro o pintura?, ¿no era yo la que sacaba libros de contrabando de la librería para aprenderme las cinco posiciones básicas de ballet, el arabesque y más jaladas en vista de que nada iba a conseguir con mis ruegos?, ¿no me salía yo al jardín de mi casa a ensayar mis mejores pasos con el volumen de la música a todo lo que daba si tenía una fiesta en puerta? ¿acaso no perdía yo pretexto o motivo para organizar festivales improvisados en la cuadra con motivo del Día del Padre, de la Madre, la llegada de unos primos y poder, así, poner los pasos de un numerito musical? Varios años después ¿No fui yo una de las organizadoras del baile navideño que cerró el año de mi último trabajo de oficina?. De ahí pasé al "¿hace cuánto no bailo?", "pero si yo bailaba hasta en los pasillos, en el coche con todo y que a mis hijos les doy ya pena ajena", "¿qué pasa conmigo?"<br /><br />Al siguiente turno tocó que yo le impusiera una verdad o un reto a Guido. Y que le digo: "Órale chavo, ponte a bailar con Yola y que te enseñe unos pasos. Mira que lo que mejor se cotiza en el mercado son hombres que sepan bailar y llevar bien a las mujeres" Para entonces, Yola ya nos había relatado que lo que mejor se le da es la cumbia seguida del rock and roll. La salsa y la norteña, para su gusto van muy rápido. Menos mal porque puso a girar a Guido como pepita en comal. Él feliz pero la que no cabía en sí, vaya, nunca le había visto esa mirada, era Anna que hasta se paró para ser la siguiente.<br /><br />Yola es de Veracruz y como su casa está muy lejos -ya saben, el día de camino clásico entre las dos horas que hace a la terminal, las diez horas a la ciudad más cercana de donde parte transporte cada cierto tiempo a su pueblo, otras dos horas-, no puede visitar a su familia todos los fines de semana. Me ha contado que por su casa había caballos y vacas pero ahora ya no hay ni burros. "Eso sí señora, es campo campo." Las gallinas de su familia se fueron muriendo de la enfermedad de las gallinas. Tenía una gatita pero la envenenaron.<br /><br />Le pregunto: "¿Y cuándo bailas tú, Yola, si no vas a las fiestas de tu pueblo todos los fines?" Estúpida yo que sólo se imagina la vida de una manera. "Pues los domingos, señora". <br /><br />Ahí va Yola, casi todos los domingos a un lugar donde el baile arranca desde las 10 <br />a.m. a morir. Se va con tacones, la admiro. Supongo que el salón no le queda nada cerca.<br /><br />Y pues con la noticia de que Yola no se va hasta que ella quiera o hasta que nos aguantemos mutuamente. Ya reorganizamos el asunto y yo haré mis sacrificios que a estas alturas, se me antojan bastante pocos. Todos, de hecho, hemos hecho un ejercicio de tolerancia mayúsculo: D., Anna, los niños, yo mera. Ayudo con los lunchs y preparo los desayunos, me levanto un poco más temprano, eso es todo. Yola ya toma flores de Bach para reforzar la memoria, el poder de concentración y atinar a tolerarnos a todos.<br /><br />Y sí, decidí quedarme con la que me abrió los ojos. Pero sobre todo, porque no puedo evitar que me caiga rebien.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-369486994312000562011-08-09T13:12:00.000-07:002011-08-10T14:49:44.533-07:00Vacaciones<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/-Ya4rNftjP4Y/TkHKTPMwkrI/AAAAAAAAACg/axnB22ODU7Q/s1600/tumblr_lp9xd84Idu1qz7lxdo1_500.jpg"><img style="float: left; margin: 0pt 10px 10px 0pt; cursor: pointer; width: 320px; height: 213px;" src="http://4.bp.blogspot.com/-Ya4rNftjP4Y/TkHKTPMwkrI/AAAAAAAAACg/axnB22ODU7Q/s320/tumblr_lp9xd84Idu1qz7lxdo1_500.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5639010640290943666" border="0" /></a>
<br />
<br />Todo comienza con el anhelo. Los días se dilatan de sólo evocarlo. No obstante, en un parpadeo se acercan hasta que esos que queremos, llegan: los días de vacaciones acariciados por tantos meses.
<br />La carretera es un paraje disfrutable sólo para los adultos que, anteladamente, sufrieron de exceso de chamba previa, lo que no les impidió de armarse de una buena selección de música. Los niños cuentan las curvas, las montañas, las casetas y los zopilotes. Nos marean con su "¿cuánto falta?" cada diez minutos pese a las advertencias nuestras de no develar ninguna clase de información, a toda costa, ignorando cualquier porfía. Nuestra resistencia parece estar tan curtida como nuestras estrenadas arrugas, a veces, no siempre.
<br />La noche previa, el sueño con retenes; la atmósfera de inseguridad que nos permea tras la última emisión de noticias, toda clase de recomendaciones para quienes osan viajar en carretera. La pesadilla fatal, imaginarse en el peor de los escenarios para saber qué hacer en dado caso. Pasan por mi intrincada cabeza desde llantas ponchadas hasta abusos de autoridad, vejaciones, violación y tortura.
<br />Aunque me confieso no practicante-casi atea, no puedo evitar el tradicional rezo mental cuando los neumáticos de la Scénic se amarran a la autopista. Los niños se impacientan, quieren comprar revistas, papitas, rastrillos y cubetas con todo y que llevamos un par de cada uno de los aditamentos playeros en la cajuela. Ignoran aun, que la canción que oyen se les quedará grabada en la memoria. Regresarán a ella y a este viaje cada vez que la vuelvan a escuchar.
<br />Llegamos al mediodía al soñado paisaje. Nuestra carne reluce en su palidez, insisto en sumir la panza, para el tercer o cuarto día ya no me importará más. Sólo queda la mitad del día, todos emprendemos esfuerzos máximos para sacarle el jugo, como si se tratara de un día completo. Hasta la bebé se emociona, se revuelca en la arena como si la conociera de siempre. Todo le parece maravilloso: el mar, los perros, la brisa. Pedimos una pizza y nos la comemos mientras contemplamos las olas desde una palapa; hacemos bromas, sacamos fotos, somos felices.
<br />
<br /><span style="font-weight: bold;">Segundo día</span>
<br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/-KKhiSFBFPbI/TkHJoXQvbuI/AAAAAAAAACY/VkkXtDiBbm0/s1600/images.jpg"><img style="float: right; margin: 0pt 10px 10px 0pt; cursor: pointer; width: 184px; height: 214px;" src="http://4.bp.blogspot.com/-KKhiSFBFPbI/TkHJoXQvbuI/AAAAAAAAACY/VkkXtDiBbm0/s320/images.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5639009903720754914" border="0" /></a>Tradicionalmente, el segundo día es uno nublado. Hay en nosotros una mezcla de incredulidad y de sentencia, un ave de mal agüero ¿Por qué en nuestras vacaciones?, ¿por qué si sólo hemos venido a la playa una sola vez en lo que va del año? Sumisión final, no queda de otra. Me unto galones de bronceador al recordar el fin de semana en el que me insolé durante un día más tirado al gris que éste. Las rodillas me quedaron arrugadas para siempre, cargo el rastro de aquella mini vacación desde que tengo quince. En aquel entonces, llevaba un peinado que ahora me hace recordar a Chewbacca. La carne de la cara se me desgarró en gruesos pellejos, parecía una alcachofa sin desgajar. La más impopular cuando lo único que deseaba en aquel entonces era, precisamente, lo contrario.
<br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/-eTVZrKsctdA/TkHr_tJUniI/AAAAAAAAACo/30FD0ZG10E0/s1600/Oh%2BCaptain%2Bmy%2Bcaptain.JPG"><img style="float: left; margin: 0pt 10px 10px 0pt; cursor: pointer; width: 320px; height: 240px;" src="http://2.bp.blogspot.com/-eTVZrKsctdA/TkHr_tJUniI/AAAAAAAAACo/30FD0ZG10E0/s320/Oh%2BCaptain%2Bmy%2Bcaptain.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5639047688127553058" border="0" /></a>
<br />Por fortuna, los niños encuentran amigos en un par de segundos, no más. Se hacen amigos del capi, de los meseros, recuerdan sus nombres de pila desde el año pasado. Son tan amigueros como yo cuando era niña y les sacaba plática a los vecinos de mesa, de alberca, de enramada, de asiento de avión. Los dejo ser como también me dejaron ser a mí. Rara vez les llamo la atención, no parece que importunan sino todo lo contrario.
<br />Aprovechamos lo nublado del día para que la bebé merodee, haga un castillo con los hermanos, meta los pies en las puntas de las agrestes olas del mar abierto. Ella cree que nada lo mismo en el mar que en la alberca, se quiere desafanar de nuestras manos que representan hasta ahora su único cobijo y protección. Yo platico con las mamás de los recientes amigos de mis hijos, se une D., comienza el recuento de las coincidencias, el número de conocidos en común. Para la noche, acompañados de sendos whiskies, tequilas y chelas, ya hemos establecido un claro panorama de la situación del país, hemos comprado tamarindos y sombreros, entre todos le hemos dado $50 de propina a un loco simpático que se hace pasar por salvavidas voluntario. Nos dice que no nos puede agasajar con "el Cristo" ni ninguna pirueta por lo picado del mar. El país está jodido, es como uno de los perros playeros que se ha quedado ciego luego de tamaña infección en los ojos. Detectamos desazón en las caras de los ambulantes playeros, más muros descarapelados y negocios cerrados que el año anterior. Si preguntamos a los empleados del hotel sobre la situación, ellos no hablan de crisis. "Así es en agosto, es por el clima". Se me antoja pensar que los tienen aleccionados, no vaya a ser que se corra el rumor y el año que venga esto sí esté realmente desolado. Hace un verano, tres, cuatro atrás, Pie de la Cuesta se encontraba infestado de turistas por estas mismas épocas.
<br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/-zHNyRqQpaBs/TkLTZPgoBcI/AAAAAAAAALk/n2_kLi3d9u8/s1600/Ciego.JPG"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 320px; height: 251px;" src="http://1.bp.blogspot.com/-zHNyRqQpaBs/TkLTZPgoBcI/AAAAAAAAALk/n2_kLi3d9u8/s320/Ciego.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5639302114034845122" border="0" /></a>
<br />Los estrenados amigos se van al día siguiente, intercambiamos nuestros datos. Por la noche, dejamos las toallas en la terraza y cae una tormenta que, lejos de secarlas, las inunda.
<br /><span style="font-weight: bold;">
<br />Tercer día</span>
<br />Ha salido el sol, todo fluye, casi no hay playa, el mar se la ha devorado. No sé cómo le voy a hacer pero prometo trotar esa misma tarde ya que por la mañana, el sol nos sorprendió pasadas las nueve a.m. Los niños conocen nuevos amigos, hacen castillos, minas y túneles; los amenazo, les explico que deben untarse más bloqueador. Anna parece un muñeco de nieve perdido en la playa gracias al FPS del 60. Los adultos estamos estreñidos, yo le echo la culpa a la falta de ejercicio. Aún así, todo me parece maravilloso, el día de hoy hemos comido excelente, a diferencia de los anteriores platillos, lugares y decisiones erradas. Me vale madres si me tomo más de una chela por día, le paro al recuento de las calorías, ya llegará el regreso al mundanal ruido y su consabido régimen de horarios y disciplina: estamos de vacaciones. Leo, reflexiono, saco conjeturas que me sorprenden, estoy de buen humor. Por la tarde, corro como me había prometido, las canciones del <span style="font-style: italic;">shuffle</span> se enfilan una tras otra y me sorprende su sincronía. Miro los edificios descarapelados, en ruinas, los rostros de la gente, las redes improvisadas de voleibol y las porterías del futbol playero. A través de todos ellos, siento que huelo el México inexplicable y común a todos. Corro y lo hago muy mal, parece que me despeño de los montículos apenas amortajados en el débil horizonte de la arena.
<br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/-qxbmUUrGlc4/TkLg2KNipQI/AAAAAAAAALs/pniFUr7GHwk/s1600/Preciosa.jpg"><img style="float: right; margin: 0pt 0pt 10px 10px; cursor: pointer; width: 240px; height: 320px;" src="http://3.bp.blogspot.com/-qxbmUUrGlc4/TkLg2KNipQI/AAAAAAAAALs/pniFUr7GHwk/s320/Preciosa.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5639316904479991042" border="0" /></a>La bebé tarda en dormirse esta noche. Comió muy bien a lo largo del día pero hizo el gran entripado al final pues amenazamos con "apagarla" cuando todavía le queda pila para rato. Ni modo, las luces se extinguen.
<br />
<br /><span style="font-weight: bold;">Cuarto día</span>
<br />Estoy en mi día irritable. Uno de los niños se insoló, la bebé amanece de pésimo hunor. Hoy no corre brisa y hace un calor del nabo. Me prometí un masaje para este día que ahora me parece excéntrico. Hoy no hay niños con quien jugar. Los míos se aburren y preguntan "¿qué hago, mamá?". Pero ¿qué acaso no hay suficientes opciones disponibles? Lee, nada, haz un castillo, duérmete, ¡son vacaciones!, deja de joder. Parece que nadie se da cuenta de que se trata de mi día cero. El volumen de las bocinas me parece de una insolencia espectacular. ¡Qué mal gusto musical tienen los dueños de este lugar! El "mi amor", "sí, corazón" dirigido a mis hijos ha sido sustituido por "Porque sí y te callas", "si no te sales de la alberca a la de tres..." Mis días susceptibles generalmente coinciden con la irascibilidad de Anna y la extrañeza de mi marido. Y, cuando llega mi simpleza, mi facilidad inusual de talante, chocan entonces con la intolerancia de él. En cuestión de hormonas no siempre nos ponemos de acuerdo. Cuando sucedió en los primeros días de sosiego, me dieron ganas de decirle que parecía que lo habían mandado a vacacionar al gulag de Siberia...en realidad no me quedé con las ganas y se lo dije. ¿Quién dijo que el mar, las vacaciones, lo curan todo?
<br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/-SWgSJ40Pgjk/TkH1dWH8S8I/AAAAAAAAACw/PVdozymuEs8/s1600/irritada.JPG"><img style="float: left; margin: 0pt 10px 10px 0pt; cursor: pointer; width: 320px; height: 240px;" src="http://1.bp.blogspot.com/-SWgSJ40Pgjk/TkH1dWH8S8I/AAAAAAAAACw/PVdozymuEs8/s320/irritada.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5639058092948474818" border="0" /></a>Les pregunto a los niños si se quieren regresar y me dicen que sí. La bebé sólo quiere estar sumergida en agua pero los <span style="font-style: italic;">flotis</span> que le compré no la mantienen a flote. Me arrepiento de no haber pagado los $600 del traje de baño con hule-espuma integrado a manera de lastre que, en su momento, me pareció excesivo. Me pregunto si opinaría lo mismo de las vacaciones si tuviera una casa en los Hamptons. Me siento culpable, sobre todo cuando recuerdo que soy de aquellas madres que recomienda cada vez que puede, contar sus bendiciones, voltear al lado y encontrarse con los niños que trabajan, lo jodido que es también, vivir de este lado del mundo. Es falso sentenciar: "En el mar, la vida es más sabrosa".
<br />Mañana nos regresamos, para bien o para mal. Nuestro presupuesto dio para cuatro noches y cinco días en este hotel rústico venido a menos por la crisis. Mi hijo mayor me sorprende con sus detalles detectivescos al relatarme la historia y los chismes del hotel, el mal carácter de la dueña que todos los empleados -¡Ninguno mamá!, ¡ninguno dijo lo contrario!- dicen que tiene. Mis dos hijos mayores me recuerdan que les prometí una vuelta a caballo. Me duelen las vacaciones y el bolsillo. Ya no me parece la mejor idea cabalgar en esta estrechísima franja de playa al ver lo tieso y huesudo de los jamelgos. ¡Vaya!, hasta pensaba inaugurar la memoria de la pequeña con su primer paseo a caballo. Recuerdo el primero de los paseos de mi hijo el mediano. Tenía más o menos la misma edad de Anna, estábamos en la Marquesa, iba montado con su padre, luego de finalizada la mini excursión ayudé al padre a bajar al entonces bebé. Rechinó tan fuerte por bajarlo del caballo en contra de su voluntad y me tomó tan enérgicamente de las orejas, que sentí que me las iba a arrancar. Me sorprendió tanto su fortaleza como su naturaleza iracunda.
<br />"Mañana nos regresamos", me repito. La vida de seguro tendrá sus mecanismos para salir de la marejada y adentrarse en la cotidianeidad. Nos sonríe la tradicional pasada por la cecina de <span style="font-style: italic;">4 Vientos</span>, ya me vale madres si a estas alturas se me ve panza o no. El siguiente viaje será uno internacional ¿me estaré quejando igual para entonces? No sé por qué pero me cuesta creerlo.
<br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/-cy9w7NLzYO0/TkH2GEyr3xI/AAAAAAAAAC4/oDLhy1OqPf0/s1600/Nosotros%2B5.JPG"><img style="float: left; margin: 0pt 10px 10px 0pt; cursor: pointer; width: 320px; height: 240px;" src="http://3.bp.blogspot.com/-cy9w7NLzYO0/TkH2GEyr3xI/AAAAAAAAAC4/oDLhy1OqPf0/s320/Nosotros%2B5.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5639058792670551826" border="0" /></a>
<br />(Increíble pero cierto: Esta es la primera foto de nosotros cinco como familia. Ahora que edito este blog pienso que no serán mis hijos los únicos que rememoren estas vacaciones al oír ciertas canciones. Y cuando suceda, la nostalgia me anegará, de seguro).
<br />María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-85817223654941544142011-04-26T13:32:00.000-07:002011-04-26T16:29:07.854-07:00No más... al menos hasta ahora o sólo por hoy.<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/-hl14bevn_78/TbcsXG-a4VI/AAAAAAAAALQ/7gYdDZuzrss/s1600/good_shrink_bad_shrink.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 320px; height: 282px;" src="http://4.bp.blogspot.com/-hl14bevn_78/TbcsXG-a4VI/AAAAAAAAALQ/7gYdDZuzrss/s320/good_shrink_bad_shrink.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5599993437179535698" border="0" /></a><br /><br />La primera vez que entré a un consultorio psicoterapéutico fue después de los veinte años de edad. Era un consultorio donde existían distintos espacios y, supongo, de acuerdo al espacio que uno elegía, la dinámica de la terapia sufría sus adaptaciones. Un clásico diván y una zona donde sentarse en el suelo entre cojines hindús eran los principales. Tras pedirme mis generales, la terapeuta incidió: " Y claro, como tú te sabes más inteligente que el resto de los seres comunes que habitan este mundo..." Lo siguiente ya no lo recuerdo, no regresé más. Tampoco recuerdo su nombre pero sí el enterarme por terceros o por quien me dio sus referencias, que la primera terapeuta de mi vida se había suicidado años después.<br />Con la segunda duré un poco más pero tampoco tanto. Se llamaba Mili y me dejaba tareas para hacer en casa entre sesión y sesión. Recuerdo que uno de los ejercicios consistía en sacar cerillos de su caja, uno por uno. Una vez vaciada, debía meterlos y por cada cerillo, repetir: "Yo puedo más que esto." Mili después me contó que se trataba de uno de los ejercicios utilizados en logoterapia y que rememoraba las órdenes absurdas y las tareas humillantes que los nazis daban a los prisioneros en los campos de concentración. Los únicos que sobrevivían, según Mili, eran aquellos que los obedecían con la consigna mental y secreta que repetían cada vez que eso sucedía y que ahora se volvía el mantra del ejercicio. Luego de demasiados ejercicios que no surtían efecto, abandoné las citas semanales.<br />Con la tercera duré poco más de un año. Acudí con ella para una terapia medicinal-naturista. Angélica me dijo que también aplicaba acupuntara y daba psicoterapia. Me dio confianza. Angélica funcionó hasta el momento en que comencé a sentir que era yo la que debía de cobrarle a ella, pues se la pasaba contándome más cosas de su vida que yo. Nos hicimos amigas.<br />La cuarta fue la gran efectiva. Estaba desempleada, había tenido una pésima suerte en el amor, no podía concentrarme para acabar mi tesis de licenciatura y me sentía obesa. Vicky me convenció de hacer un viaje a Chile, mi tierra natal, pese a que yo me resistía ya que deseaba que mis abuelas, tíos y primos reconocieran a una María Paz simpática, exitosa y delgada en lugar de una devastada, deprimida y entrada en kilos. Me la pasé bomba. Me metí a una piscina pública con todos mis primos en Doñihue, una y otra vez me subí a la montaña rusa en un parque de diversiones de Santiago. Tiré a la borda la idea de hacer dieta desde que me subí al avión de ida y regresé idéntica pero feliz. Tuve charlas con tíos y primos que duraron hasta el amanecer. Las cosas más cotidianas se volvieron extraordinarias.<br />Después de dejar a Vicky, adelgacé, conseguí trabajo, me recibí, me inscribí a la maestría, me casé, tuve dos hijos, todo en ese orden. Antes de embarazarme del segundo, caí con Jenny. Con ella, los temas recurrentes eran mi reciente maternidad, el hastío que sentía, de pronto, me sofocaba; la relación con mi marido. No conseguí cambios radicales pero al menos las sesiones me servían a manera de desahogo a la vez que de pretexto para ausentarme de mis tareas maternales. En aquel entonces, esa cita era tan deseada como ir al supermercado en total soledad, tardarme horas enteras y llegar a la zona de cajas con el carrito repleto, en vilo, a punto de perder el equilibrio.<br />Nació mi segundo hijo, comencé a dar clases, regresé a la maestría. Luego de unos meses, mi marido quedó desempleado y tuve que dejar las clases para trabajar de tiempo completo. Dos años después decidí separarme. Comencé a ir con Antonio que insistía en que no me separara y siempre me llevaba a situaciones y terrenos que no me interesaba explorar. Era carísimo además. Su idea básica consistía en que yo podía tener la vida, las fantasías y los amantes "virtuales" que deseara en aras de mantener ese contrato previamente celebrado. Lo dejé por Susana, una brasileña encantadora que había estudiado filosofía y medicina china en los Estados Unidos de principios de los 70s, había sido guerrillera en Guatemala y también había vivido en Cuba, en la búsqueda incesante por mantener una utopía rota. Con Susana ibamos T-O-D-O-S. No era extraño que en el pasillo que daba a su departamento nos encontráramos amigos, hijos, parejas, ex parejas y amantes de las parejas. Llegué a imaginar un largometraje llamado "El club de Susana" en el que las historias de las relaciones de todos los involucrados se adivinaban y se entrelazaban a partir de las sesiones, pero me ganaron la idea los israelíes que inventaron <span style="font-style: italic;">In Treatment</span>. Recién separada, con Susana iban también mis hijos para superar el trauma de la ruptura. A veces ella fungía de intermediario cuando de plano no podía ponerme de acuerdo con mi ahora ex. Gracias a ella pude acordar desde las horas y los días que nos tocaban los hijos hasta la cantidad económica asignada a manera de pensión sin tener que pasar por los lúgubres pasillos que representan los abogados, las demandas, los jueces y sus juzgados. De no ser por ella no sé en calidad de qué hubiera sobrevivido a esa etapa.<br />Susana tenía unos talleres de biodanza. Fui al primero animada con la garantía de que iba a salir de ese recinto curada, más que feliz, en un estado similar al que sobreviene el uso permanente de ciertas drogas. Me sucedió exactamente lo contrario. Lloré desde el inicio y a las cuatro horas seguía llorando. Salí llorando de ahí y no tuve mejor ocurrencia que aterrizar en casa de mi madre, de quien entonces me mantenía distanciada pues ella no estaba de acuerdo con mi separación. Me eché en su cama toda la tarde y solo ahí y así me calmé. Cuando le conté lo sucedido a Susana en la sesión siguiente, ella no dejaba de afirmar en un arrebato de completo éxtasis: ¡Pero qué maravilla!, ¡qué interesante! ¡El regreso al seno materno!<br />Años después, sin trabajo de nuevo, sin expectativas claras de la vida y en una nueva relación, decidí que de la era de Acuario ya había tenido suficiente. Me recomendaron una experimentada psicoanalista judía y argentina. Como ya había sido mi costumbre en terapias pasadas, rematé la primera sesión con el tema de los dineros, el hallarme sin trabajo y con dos hijos en un país que cada día pintaba peor. La psicoanalista respondió secamente: "Regrese la próxima semana. Luego hablamos de eso." A diferencia del resto de los terapeutas, ésta era un témpano de hielo, no se le movían ni las pestañas le contara lo que le contara. Supuse que el éxodo del exilio obligado de mis padres tocaría sus fibras más sensibles pero ni eso. En la siguiente sesión sucedió lo mismo. Me dijo al finalizar: "Vuelva la próxima semana." En la tercera yo no daba más con el asunto monetario. Me dijo lo que cobraba y multiplicó esa tarifa por el número de sesiones que hasta ese momento habían sido. Me dijo que, de continuar, proseguiríamos con una sesión semanal y luego, obligadamente, aumentaríamos a dos. No regresé. Sin lugar a dudas, prefería que mis terapeutas me abrazaran.<br />Más adelante fui con Michelle a que me hiciera Reiki. Jamás me teletransporté ni aluciné ni viví ninguna experiencia paranormal mientras otras y otros a quienes había recomendado con ella veían y sentían brotar flores dentro de sí mientras transcurría la sesión. De hecho, descansé con dificultad la mayoría de las veces. Una mente atribulada que jamás cesa de trabajar aunada a las más variadas expectativas era mi respuesta más lógica ante semejante frustración. Mi ex, bastante escéptico en todo lo que tiene que ver con todos esos temas, me contaba que de soltero le habían hecho reiki en una playa en la que pudo ver a su abuela y a su padre fallecidos. A las pocas sesiones me enteré de mi tercer embarazo. Michelle me dijo que en la anterior sesión había sentido al bebé. Yo sólo recuerdo que me había puesto una piedra clara en el bajo vientre y que algo, en efecto, había saltado por un breve instante. Fue algo similar a poner los dedos en una toma de corriente sólo que más sutil. Tomé un par de sesiones más, ahora por el bebé. Mis hijos primeros habían nacido en la generación de los niños índigo. Ese ser que entonces llevaba en el vientre, de acuerdo con los calendarios, las constelaciones, las profecías y lo que Michelle había investigado en torno a ellos, era un bebé "semilla."<br />Embarazada de cinco meses fui a una terapia de constelación con dos de mis mejores amigas. Era mi segunda, la primera había sido con mi ex marido a raíz de decidir separarnos. Las tres lloramos a moco tendido. Le pregunté a Daniela si podía recibirme como su paciente una vez a la semana. Mi problema era de otro orden. Me habían aceptado en el doctorado, había recibido un apoyo en coinversión para un proyecto y esperaba a mi tercer hijo. Me sentía ahogada, tan a la deriva como cuando no tenía trabajo. Mi problema ahora era la falta de tiempo para hacer tantas cosas.<br />Daniela solía trabajar con circulitos, triangulitos y cuadrados encima de un tapetito, los cuales representaban a cada uno de los miembros de la familia. Con esos ejercicios me hizo comprender que era mejor que yo durmiera del lado izquierdo de la cama en lugar del derecho al que habitualmente había estado acostumbrada, y que mi hijo menor se sentara a la mesa del lado derecho de mi nueva pareja y mi hijo mayor de frente a él. Fui con Daniela hasta que tuve tiempo y fuerza suficientes para movilizarme a los edificios Condesa con mi enorme panza.<br />El bebé nació. El año pasado apenas y tuve tiempo para respirar. Ahora me cuesta conciliar la teoría pura y dura y el hecho comprobado de que todo lo sólido se desvanece en el aire, con las buenas intenciones, los mantras, el tarot y la sincronicidad junguiana. Ya no voy a terapia. Corro casi todas las mañanas, hago yoga tres o cuatro veces a la semana y, cuando mis hijos tienen tkd y me es imposible concentrarme en la lectura con sus gritos, me escapo al gimnasio un piso abajo. Sumando lo que me gasto en un mes por hacer ejercicio apenas rebaso una sola de las cuotas por sesión de la afamada psicoanalista. Hasta ahora ha funcionado aunque siempre pienso: "Sólo por hoy."María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-22030818238238439832010-10-31T11:11:00.000-07:002010-11-03T15:04:23.225-07:00San Antonio el Grande<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/TM230TKa9vI/AAAAAAAAAK4/b-aj4g2aDak/s1600/san+antonioel+grande.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/TM230TKa9vI/AAAAAAAAAK4/b-aj4g2aDak/s320/san+antonioel+grande.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5534281626233272050" /></a><br /><br />En pocas ocasiones he logrado organizar visitas extramuros con mis alumnos de Historia del Arte. Además de una ida a Teotihuacán la primera vez que dí clases en mi vida, no recuerdo haber salido del DF.<br /><br />Para este semestre, mis ambiciones no iban más lejos de visitar alguna iglesia ortodoxa ubicada en la ciudad. Googleé algún directorio existente en la red, dí con una cercana ubicada en la Col. Roma. Al responder el teléfono, el Padre Ignacio me comentó que, además de dicha iglesia, tenían un monasterio camino a Querétaro, cercano al poblado de Jilotepec. Me sorprendió la idea. ¿Un monasterio ortodoxo en México? Confiésome una ignorante al respecto.<br /><br />Conseguimos transporte de la escuela. Llegamos con todo y un chofer que manejaba el camión de pasajeros como si fuera el Ferrari protagonista de una película de <span style="font-style:italic;">Bollywood</span>... Corrijo: como si fuera un chofer mexicano cualquiera, acostumbrado y dispuesto a burlar baches, cilindros, semáforos en rojo, y camiones o trailers de igual o mayor tamaño. Tuve que pedirle de la manera más atenta posible, que dejara de hablar por celular mientras hacía todo lo anteriormente descrito, ora sí que por mi hija Anna de escasos meses con quien fui a la visita, y por su presunto hijo cuya fotografía se hallaba dispuesta entre el volante y el espejo retrovisor. <br /><br />Conocí al Padre Ignacio, hombre sirio, oriundo de Damasco, de grandes ojeras y ojos profundos, quien me introdujo al Abad del monasterio y a un tercer sacerdote que parecía todo menos llevar una vida de ascetismo. No recuerdo el nombre pero sí sus medidas: más de 1.80, fornido, el pelo cortado al ras de la nuca, una barba de candado bien cuidada que contrastaba con las barbas ralas de los otros dos sacerdotes; edad cercana a los cuarenta y cinco en el mejor estado posible de conservación, tez aceitunada, llevaba lentes oscuros y vestía de negro al igual que sus compañeros pero sin llevar la túnica monacal. El tercero en discordia no hablaba una gota de español a pesar de llevar dos años y a diferencia del perfecto español del Padre Ignacio luego de nueve en México. Se encargaba, entre otras cosas, de vender el <span style="font-style:italic;">shanklish</span> que esta microcomunidad produce con la leche de un grupo de vacas que pastaban en los alrededores. Para ser precisa, parecía haber emergido de un film del Medio Oriente; un personaje salido de los films de Kiarostami o el miembro de un grupo de lucha palestino.<br /><br />De San Antonio el Grande, lo único que semeja por fuera al casco de un templo ortodoxo, son las cúpulas doradas en forma de cebolla similares a las del Kremlin o a las de la catedral de Nuestra Señora de Kazan, en Moscú. El monasterio en sí, lo constituye un edificio de una sola planta digno de la arquitectura vernácula mexicana: aluminio en las molduras de las ventanas, piso de pedacería de mármol en ciertas áreas y de congoleum en otras; muebles sin identidad, resultado de las donaciones que hicieron posible la erección del inmueble, eclécticamente distribuidos a partir de un criterio azaroso. <br /><br />Tras una tierna presentación del padre Ignacio en la que nos explicó gran parte del sentido de la iconografía ortodoxa con ayuda de una presentación en powerpoint que hizo por motu propio, tocó conocer el interior de la iglesia de San Pedro el Grande, erigida en el 2006 y para la que encomendaron a un grupo de pintores rusos que viajaron desde su país hasta Jilotepec a fin de seguir todos los preceptos explicados en el powerpoint. En la cúpula mayor que corona el altar, el Pantocrator. En la franja inmediata inferior, los doce apóstoles y, en el perístilo, los pasajes más emblemáticos de la vida de Jesucristo. Al lado izquierdo del altar, los apellidos de las familias donantes: Chedrahui, Atala, Kuri, Nazif, por mencionar algunos.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/TM2-EMJ3P1I/AAAAAAAAALA/hC2CdcObx34/s1600/pintura+ortodoxa.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/TM2-EMJ3P1I/AAAAAAAAALA/hC2CdcObx34/s320/pintura+ortodoxa.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5534288496299556690" /></a><br /><br />La pintura no recordaba a la hallada en Hagia Sophia. De hecho, constituía una extraña mezcla de la iconografía bizantina habitual, con aires occidentales, resultado de la emulación que la pintura rusa hizo de la academia francesa desde tiempos de la Corte de Catalina la Grande, más un extraño acento <span style="font-style:italic;">kitsch</span> que la actualizaba y recordaba las ilustraciones de los panfletos que distribuyen los testigos de Jehová. Todo estaba pintado en colores vivos en la gama de los pasteles más el inconfundible uso iconográfico del dorado por esta derivación del cristianismo desde el cisma que dio su nacimiento como culto alternativo. Desacostumbrados a ello, nos parecía una iglesia alienígena trasladada a los confines del mundo en tiempos apocalípticos. Además de los tres padres, la población del monasterio también comprendía una pálida monja vestida de oscuro, a quien vimos merodear en una ocasión como un fantasma errabundo por los exteriores de lo que constituía la vivienda, más dos seminaristas a quienes nunca vimos.<br /><br />Me despedí del Padre Ignacio quien momentos antes había invitado a los alumnos a cortar las peras de un gran peral cercano a las vacas que pastaban. De pronto, al contemplar la mesa dispuesta con agua de limón y galletas para todos nosotros, la arcaica computadora en la que el padre expuso su presentación, las bolsas de <span style="font-style:italic;">shanklish </span>empacadas para todos aquellos que querían llevarse una a su casa, me percaté del siguiente hecho: nuestra pequeña agrupación había logrado romper la monotonía monacal de los habitantes de dicho lugar. Me sentí mal al ver los ojos enmarcados por las grandes ojeras de esos tres sirios, contemplar nuestro camión alejarse de su singular retiro. Me hubiera gustado ser lo suficientemente arriesgada e inocente como para subirme al peral en medio de las vacas, tirarme en el pasto y comer <span style="font-style:italic;">shanklish</span> en compañía del padre Ignacio.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-23350979600772674722010-07-06T18:11:00.000-07:002010-07-06T19:40:35.194-07:00El abandono del nido<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/TDPVH8g387I/AAAAAAAAAKg/UMb_sEW9UqQ/s1600/IMG_3087.JPG"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 266px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/TDPVH8g387I/AAAAAAAAAKg/UMb_sEW9UqQ/s320/IMG_3087.JPG" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5490966703174579122" /></a><br /><br />Anoche escuchaba los sonidos que hacía Anna en su cuna grande a través del monitor. El aparatejo se tornó en una suerte de micrófono a través del que intentaba descifrar los códigos, la semántica de los distintos ruidos que emitía mi bebé. ¿Acaso soñaba?, ¿por quién suspiraba?; cuando emitía agudos chillidos, ¿no me imploraba, en ese lenguaje críptico, que la desencadenara de esa gran nave que ahora es su cuna?<br /><br />En la nueva cuna de Anna podrían caber nueve bebés de su tamaño, alineados como si se dispusieran a habitar una lata de sardinas. Anna es la novena parte de ese ínfimo espacio a juzgar por su tamaño si se le compara con nuestra cama, pero gigantesco si se le mide partiendo de su cuerpo como sistema métrico.<br /><br />A mi lado izquierdo permanece el moisés, una cuna pequeña de madera y tela en la que Anna durmió hasta ahora todas las noches de su corta existencia, a excepción de las que pasamos en el hospital; su tercera morada si contamos mi útero como primera, mi regazo en el hospital como la segunda... la cuna grande es, entonces la cuarta ¿Por cuántas camas tendrá que pasar?, ¿cuántas más le faltan, si sumamos las pasajeras -las de los campamentos y los viajes, las casas de los amigos- y las permanentes: las mudanzas, la independencia, el amor, las separaciones? Miro el moisés que permanece a mi lado, quiero deshacerme de él cuanto antes, le marco al hospital a una amiga que acaba de tener a su bebé, más para ofrecerle el objeto que para felicitarla. Está lleno de ausencia. Aunque Anna duerme a escasos metros de nosotros, en la habitación contigua, ¿Qué es una cuna sin un bebé en sus entrañas?<br /><br />El moisés me recuerda las semanas previas al parto. Yo no dejaba de contemplarlo, estaba lleno de esperanza, no de vacío. Ahora está lleno de reliquias: el fino pelo que se cae de su cabeza, una mancha de su saliva, un rastro de su anterior presencia.<br /><br />Entro al cuarto celeste, como su padre lo bautizó. Está lleno de luz y de pájaros aunque ficticios, tiene un mejor clima. Mi bebé crece, se vuelve cada vez menos mía y más de ella. En su cuna grande, su cuarta morada, bucea en el centro. Respira tranquila. Parece que le vino bien el cambio. No dejamos de escuchar su ligero tremor que traspasa las paredes, se sumerge y navega por el cable hasta llegar a nosotros.<br /><br />¿A qué hora despertará?<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/TDPaSHcBq-I/AAAAAAAAAKo/ykBhJiYR4JA/s1600/blue+room.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 240px; height: 320px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/TDPaSHcBq-I/AAAAAAAAAKo/ykBhJiYR4JA/s320/blue+room.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5490972375463865314" /></a>María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-34755537239737814002010-03-14T09:47:00.000-07:002010-03-15T11:09:43.814-07:00De la nueva vida con Anna y otras cosas<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/S50ZYZhoiJI/AAAAAAAAAKY/uKg0NxEqEVg/s1600-h/IMG_2714.JPG"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/S50ZYZhoiJI/AAAAAAAAAKY/uKg0NxEqEVg/s320/IMG_2714.JPG" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5448539031147677842" /></a><br />Nos supimos embarazados y, como por arte de magia, llegaron a nosotros bebés, parejas igualmente embarazadas, fiestas de cumpleaños con piñata incluida. De las primeras que recuerdo, la de cinco años de Pablo cuando yo rondaba los tres meses de embarazo. Sólo era cuestión de fijarse un tanto más en el espacio circundante para encontrar carreolas, panzas preñadas, ropa de bebé por doquier: en el metro, en los parques, en las esquinas. Previo a eso, nada, sólo la vida que se me antojaba hasta un tanto adulta de Guido y Tomás, mis hijos mayores.<br /><br />Ahora que Anna está entre nosotros, son muchos los bebés, las mamás y futuras mamás que nos rodean; desde un futuro primito que nacerá a principios de agosto hasta una gran hueste de amiguitas y amiguitos que seguramente acompañarán a Anna en la estimulación temprana, el kinder, las fiestas de cumpleaños, la primaria...<br /><br />Extraños los juegos del tiempo, más de uno apelaría a la sincronicidad junguiana en torno a las coincidencias de saberse en el mismo sitio que otros muy cercanos. Aunado a ello, está la duración del mismo que se alarga como una banda elástica inconmensurable, al tiempo que cae, las más de las veces, a cuentagotas. Recuerdo cuando todavía no cumplía ocho meses de embarazo y me parecía que faltaba una eternidad para el arribo de Anna. Hoy a veinte días de sucedido su nacimiento, siento que han transcurrido milenios desde entonces, las escenas idílicas del hospital, su tierna cara redonda en mitad de la noche cuando dormíamos ella y yo, abrazadas en la misma cama del cuarto número 27. Y, sin embargo, cada día que pasa es tan extenso y tan corto a la vez, se mide por tres horas, el tiempo en que Anna tarda en comer, en mantenerse despierta, en ser arrullada y lo poco que queda para desayunar, bañarse, distraer un poco la cabeza o descansar. <br /><br />Mañana serán veintiún días desde su nacimiento, en una semana más Anna cumplirá su primer mes de vida. Atrás quedaron las primeras mayorías de edad: el día que cumplió una semana, el día en que se le cayó el reducto de cordón umbilical, a diez días de nacida. Hace poco más de un mes que llevé a mi hijo mayor al restaurante giratorio del WTC para celebrar su primer aniversario "redondo", una década, y no dejo de recordar como si fuera ayer cuando lo cargaba en mis brazos hecho un bebé. De Anna sólo se antoja disfrutarla más y más: que esté bien, que permanezca sana y fuerte, que descubra el mundo al ritmo de las canciones de los Beatles y otros, tal y como hoy lo hicimos los tres: ella, su padre y yo mientras la alimentábamos y veíamos los pequeños documentales que celebran la remasterización de sus discos. De pronto, nos sentimos invadidos de una alegría que se mezclaba con una tristeza y una nostalgia tremenda al mirar en nuestra pequeña pantalla la última portada de los Beatles; aquella mítica en la que el cuarteto camina sobre la banda peatonal. Anna, sin saber lo que le depara de la vida, dormía ya, arrullada en nuestro abrazo.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-2605530684127679872010-02-10T15:49:00.001-08:002010-02-17T18:20:10.467-08:00Descanse en paz<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/S3yjzsZbu3I/AAAAAAAAAKQ/_gLV3-xrjxs/s1600-h/Andr%C3%A9s.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/S3yjzsZbu3I/AAAAAAAAAKQ/_gLV3-xrjxs/s320/Andr%C3%A9s.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5439402558443207538" /></a><br /><br /><br />Hoy, me cuentan, murió Andrés, uno de mis alumnos más entrañables. Lo asaltaron, él no opuso resistencia y, sin embargo, le metieron un balazo. Espero la llegada de mi hija Anna en menos de quince días, me entero gracias a una de las profesoras de la universidad donde doy clase hace unos años pues este semestre, ante su llegada inminente, suspendí las clases hasta agosto. <br /><br />¿Qué se puede agregar? No mucho, que estoy más enojada que triste... que estoy más triste que enojada. Que me provoca una impotencia tremenda que la gente buena como Andrés se vaya de esta selva incomprensible, como bien dijera A.G.<br /><br />Que quede ésto a manera de tributo: Andrés formó parte de un grupo de alumnos de Cine que me hizo volver a creer en la importancia de dar clases, en un semestre por demás difícil en otros terrenos de mi vida. Para mí, los martes se volvieron una especie de sábado, pues sabía que los iba a ver, entre ellos al gran Andrés curioso, lleno de preguntas, de recomendaciones, inquieto, sonriente siempre. Sus playeras fueron legendarias. De su colección aprovechó para hacer una propuesta artística a manera de trabajo de fin de semestre. Fue él quien me recomendó bajar el Stumble! a mi compu, gracias a él encontré cosas realmente sorprendentes. Hace un tiempo me mandó también la página del futuro teléfono celular Nokia que se comporta como un ser vivo, en atención a mis pesquisas alrededor de un proyecto de doctorado que estaba por entregar.<br /><br />Con él y otros más igual de entrañables que él, visitamos el estudio de Ariel. A Ariel, mitad escéptico en un principio, se le iluminó la cara al ver tanto interés, hecho inusual en las actuales generaciones por demás apáticas. De ahí nos seguimos al Bar del Jazz New Orleans, Andrés y el resto le pidieron que los involucrara en alguno de sus proyectos que requiriera de filmaciones. Organizamos castillos en el aire: un viaje a Real de 14 en octubre pasado que ya nunca fue pues no me tomé la molestia de organizarlo, con casi 5 meses de embarazo a cuestas. No menos de un mes pasó luego del New Orleans y nos volvimos a reunir en la exposición de Ariel en su galería ubicada en la San Miguel de Chapultepec. <br /><br />Espero algún día no muy lejano, hacer ese viaje con el resto de la comitiva. Si así sucede, nos acompañará el espíritu de Andrés a quien dedicaremos ese viaje con todo y que él ya remontó el suyo propio, de seguro a un lugar donde su felicidad plena sea bien entendida y mejor recibida que aquí.<br /><br />Descanse en paz nuestro querido Andrés.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-87835787242578739792009-09-20T11:08:00.000-07:002009-09-20T18:42:36.280-07:00María Terremoto at the steering wheel<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SrZw4hZj8bI/AAAAAAAAAJ4/SpTYo7I7fro/s1600-h/15760-Womans-Hands-On-The-Steering-Wheel-Of-A-Car-Facing-A-Blank-Sign-And-A-Fork-In-The-Road-Clipart-Illustration.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 320px;" src="http://2.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SrZw4hZj8bI/AAAAAAAAAJ4/SpTYo7I7fro/s320/15760-Womans-Hands-On-The-Steering-Wheel-Of-A-Car-Facing-A-Blank-Sign-And-A-Fork-In-The-Road-Clipart-Illustration.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383614520908575154" /></a><br /><br />Al mediodía del 15 de septiembre me disponía a subir por Av. Juárez rumbo a mi hogar tras haber recogido a mi par de fieras. Días antes, vaticinaba el clásico caos que rodean estas fechas pero no adiviné que la avenida principal de Tlalpan estuviera deliberadamente cerrada por un trío de policías que, por sus dimensiones, semejaban a tres enormes orangutanes, conos de plástico y cilindros viales incluidos.<br /><br />Con todo, reparé en que los dos automóviles delante de mí habían bajado cortésmente su ventanilla, explicado algo a uno de los policías, quienes habían bajado de forma automática una suerte de cinta adhesiva de aquellas que suelen utilizar en las zonas de crimen, catástrofes, etc. Supuse, como era lógico, que dichos autos eran vecinos de la colonia, hecho por el cual, comprensiva y justificadamente los habían dejado pasar. No dudé en hacer lo mismo ya que mi calle hace esquina con Juárez. A menos que me metiera en sentido contrario, no había forma alguna de acceder a mi casa.<br /><br />Lo que siguió es, más o menos, la transcripción del diálogo con Orangután 1:<br /><br />María Terremoto (en adelante, MT): Buenas tardes, oficial. Vivo en ______ esquina con Juárez.<br />Orangután 1 (O.1): Permítame su credencial de elector.<br />MT: No tengo credencial de elector, oficial. No nací en México.<br />O.1: Entonces, su comprobante de domicilio.<br />MT: Oficial, no llevo uno conmigo. Además, rento la casa en la que vivo. Ninguno de los documentos oficiales ni la correspondencia llegan a mi nombre a ese lugar.<br />O.1: ¿Cuánto tiempo lleva viviendo ahí?<br />MT con cara de perpleja: Pues casi un año... ¿Por qué la pregunta?<br />O.1: ¿No cree que ya va siendo hora de que regularice sus documentos?<br />MT: No lo creo, oficial. No sé por cuánto tiempo más viviré allí. De cualquier manera, no entiendo a qué viene su pregunta. Voy a mi casa, vengo de recoger a mis hijos del colegio. Si usted gusta, nos puede acompañar y corroborar la dirección anterior.<br />O.1: No puedo dejarla pasar si no es por medio de la presentación de algún documento que compruebe su domicilio.<br />MT: (¡¡¡!!!) Oficial, acabo de ver que usted dejó pasar a dos automóviles antes que nosotros.<br />O.1: Porque me enseñaron su credencial de elector.<br />MT: Lo dudo mucho. Sin embargo, no le estoy mintiendo. Voy rumbo a mi casa. Si lo desea, le repito, nos puede acompañar.<br />O.1: Si no me enseña su credencial de elector no la puedo dejar pasar.<br />MT: Pero oficial, le acabo de explicar...<br /><br />Acto seguido, Orangután 1 se dio la media vuelta, comentó algo a sus compañeros que no alcancé a escuchar pero que provocó que, momentáneamente, me hicieran señas frente al parabrisas para que me moviera en reversa. Mis hijos, que bien me conocen y cuyas fantasías infantiles hacen confundir a un policía con un híbrido mezcla de héroe e impostor, comenzaron a gemir y a intentarme convencer de que les hiciera caso. Demasiado tarde, había comenzado a sentir hervirme la sangre y reconocer los síntomas que le siguieron: el impulso ciego, la impotencia, la incredulidad...<br /><br />Decidí no moverme, pese a que media Avenida San Fernando había comenzado a tocarme el claxon. Detrás de mí, un taxi envalentonado que, de cualquier manera, impedía que yo hiciera cualquier movimiento. Los policías procedieron a convencer a dicho personaje para que se moviera y Orangután 1 me pidió que abriera mi ventanilla: "¡MUÉVASE!, ¡ESTÁ IMPIDIENDO LA AFLUENCIA DEL TRÁFICO!" (o algo así).<br /><br />MT: No me voy a mover hasta que no me deje pasar. Ya le expliqué y me parece absurdo tener que venir con un comprobante de domicilio en la guantera para hacer realidad los caprichos de alguien tan incongruente como usted.<br />O1:¡Entonces oríllese y vaya caminando por su comprobante de domicilio! Así sí la dejo pasar.<br />MT: Estoy embarazada y llevo a mis hijos conmigo. No voy a caminar hasta mi casa para cumplir con su berrinche.<br /><br />Acto seguido, el oficial hizo un ademán que simulaba la indiferencia extrema. Para mis adentros, dije: "A ver quién se cansa más rápido". A esas alturas, mis hijos ya estaban al borde de la histeria y me imploraban que hiciera caso a los oficiales. En aquel momento, debo confesar que era lo que menos oía: Su débil aunque permanente murmullo comparado con la serie de pensamientos que invadían mi precaria paz.<br /><br />Entonces, sin pensarlo ni por dos segundos, metí el clutch, puse primera y aceleré por encima de los cilindros de plástico y la cinta adhesiva, no sin escuchar ya detrás de mí, a Orangután 1 mentándome la madre. Lo siguiente fue rememorar algunas escenas de Uma Thurman en <span style="font-style:italic;">Kill Bill</span> pero, sobre todo, el final de <span style="font-style:italic;">Thelma & Louise</span> mientras mis hijos deliraban de terror al ver que en cada bocacalle que atravesábamos, otro contingente de policías con radios nos hacían señas con los brazos. Yo mantenía, impasible, la misma velocidad pese a que me había llevado conmigo uno de los cilindros que hacía un ruido sordo en la parte baja del auto. Llegamos a salvo a la casa mientras mi corazón latía a mil por hora y las imágenes en mi cerebro se atropellaban unas a otras: las heroínas seguidas del "si hubiera" mezcladas con escenas infantiles cuando reviví momentos similares con mi padre al volante.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SrZ8ef9XCzI/AAAAAAAAAKA/797yZop3t3g/s1600-h/thelmalouise2.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SrZ8ef9XCzI/AAAAAAAAAKA/797yZop3t3g/s320/thelmalouise2.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383627267984788274" /></a><br /><br />Sólo de una cosa me arrepiento: de haber hecho vivir a mis hijos la misma angustia que yo pasé innumerables veces con mi padre cuando se peleaba a golpes en la librería con presuntos ladrones, cuando se peleó a golpes con el vecino por problemas de estacionamiento, cuando osó entrar a una sala de cine mientras terminaban de hacer la limpieza, no sin evadir a los guardias que lo impedían; cuando estuvo a punto de abofetear a mi tío frente a toda la familia, cuando el mentado helado en Danesa 33 del que ya hablé... Mea culpa, mea maldita herencia genética. Maldito orangután. Viva México y las absurdas cotas de poder.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-70909990349145657842009-09-08T12:57:00.000-07:002009-09-08T15:26:40.546-07:00Gate 18<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/Sqa3htN-xhI/AAAAAAAAAJw/S9_FWHSJHMw/s1600-h/3898848248_35a7eab067.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 240px; height: 320px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/Sqa3htN-xhI/AAAAAAAAAJw/S9_FWHSJHMw/s320/3898848248_35a7eab067.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5379188594642437650" /></a><br /><br />Son las 23:25 del domingo 6 de septiembre. Llevo casi cuatro horas varada en el aeropuerto de la ciudad de Guadalajara. Mi vuelo inicial despegó con rumbo al DF a las veinte horas tras un ligero retraso. No había pasado ni media hora de estar al ras de las nubes cuando el capitán nos avisa por las bocinas que debemos regresar a Guadalajara por las pésimas condiciones meteorológicas en la Ciudad de México.<br /><br />Sigo aquí, en un estrecho asiento de una incómoda sala de espera. Las pistas del aeropuerto de la capital están anegadas. Se espera que, con suerte, dicho aeropuerto reanude operaciones alrededor de las 2:30 am y recibir, poco a poco, el cúmulo de vuelos retrasados. Tengo que llegar a dar clase a las 10 am y me temo que no serviría de mucho cambiar mi vuelo al primero de la mañana. Tal parece que llegaría, más menos, a la misma hora de una u otra manera. Tendré que pasar la noche aquí en esta sala, ya que ni la aerolínea ni el aeropuerto se hacen responsables de gastos de transporte ni de hospedaje debido al escenario climatológico ajeno a su control.<br /><br />Dudo en volver a Guadalajara y dormir con D. un par de horas -dormir en compañía, abrazada, abrazarlo a él-, sin embargo, mi mente hace cuentas: $600 en taxi por una cantidad de horas inexacta, brumosa.<br /><br />Poco a poco han sido numerosos los que han desertado de mantenerse a la espera, sobre todo, aquellos que tenían vuelos en conexión con otros lugares de la república. Los latinoamericanos, que no pueden hacer nada mas que incrementar su paciencia, se solidarizan. Se encuentran ante un callejón sin salida ya que los vuelos que requieren se toman forzosamente en el DF. Venezolanos, cubanos y peruanos se reúnen en círculo y hacen chistes, ríen al menos. Más tarde se unirán a ellos un par de mexicanos prototipo, que los animarán a abrir la caja de Don Julio que llevaban de regalo, compran latas de <span style="font-style:italic;">Squirt</span> y les enseñan a hacer "Palomas". El cubano saca una cajetilla de puritos y, convenciendo a los sobrecargos que se encargan de nosotros como si fueran guardias, logran burlar las medidas de seguridad y abrir la compuerta que da al exterior para tomar y fumar. Un argentino comienza a ligarse a su vecina que lo mira, ilusionada ante el luminoso futuro que sospecha en medio de un <span style="font-style:italic;">jet lag</span> abominable. Debo confesarlo: yo quise, en algún momento de la noche, hacerme amiga de una peruana que viajaba en compañía de su hijo de tres años. Cruzamos un par de sonrisas y de gestos relativos a la incoherencia de nuestra presencia en aquel lugar. Me dan ganas de contarle que estoy embarazada aunque todavía semeje una evidente hinchazón estomacal. Más tarde, debrayo y me imagino contando a mis amigos, a mis hijos, a éste que espero, la fortuita anécdota que nos unió a mi nueva amiga peruana y a mí. Imagino viajar a Lima para visitarla en unos años; incluso la imagino a ella, en la comodidad de mi casa, unas horas después, esperando su vuelo de conexión en algo más que una sala incómoda. <br /><br />Pero la peruana de pronto se esfuma con todo y carriola. Horas después, más bien, nuestras miradas de hastío se entrecruzarán. Creo que ambas hemos abortado la misión de lo que prometía una fructífera amistad. Ahora nos encontramos en sendos extremos de la sala de espera, agotadas.<br /><br />Recuerdo que tenía que regresar una película en Blockbuster antes de las 11 pm; que debía descongelar unas hamburguesas de pavo para la comida de mañana; que Mina, mi perra, ya se habrá acabado el agua de su cubeta. Al menos, me queda la esperanza del torrente que imagino, cayó sobre la ciudad. Esa misma agua que me impide llegar a casa servirá para aplacar su sed.<br /><br />Mientras pienso que debo apoltronarme de lado izquierdo para optimizar la irrigación del torrente sanguíneo hacia el bebé que espero, contemplo a los latinoamericanos en su pequeña bacanal y vuelvo a desvariar. ¿No sería posible, acaso, que todos hiciéramos una gran ronda?, ¿que expresáramos aquello que nos angustia, que nos tortura, o bien, lo que más anhelamos, nuestro más grande deseo? Miro a todos e imagino quiénes podrían ofrecerme una observación atinada, darme un buen consejo, quiénes lograrían apaciguarme, cuáles reirían inocentemente al pensar que lo que me atribula no tiene nada que ver con los verdaderos problemas de la vida. Observo al venezolano de pelo cano y sonrisa quieta, y pienso que podría ser él aquel que me brindara un mejor dictamen. De entrada, me imagino su respuesta: Que no me angustie, que no sirve de nada. Que, como leí en el libro más reciente, a la vida se viene a pasarlo bien. <br /><br />Recuerdo la facilidad con la que hacía amigos en los vuelos aéreos de mi infancia. No sólo en los vuelos; en los viajes, en los restaurantes, en los hoteles, en sus piscinas, en la playa, en los parques. ¿Cuándo fue que perdí aquella candidez?, ¿Sirvió de algo ahorrarme esa iniciativa que me caracterizaba? De pronto, recuerdo a mis hijos mayores, me llevo la mano al vientre y acaricio a mi único y seguro acompañante... ¿Será niña?<br /><br />Por lo pronto logré avanzar más páginas del libro de Foucault de las previstas : "...el alma recibe los movimientos del cuerpo y se asimila a él, en tanto que el cuerpo se altera y se corrompe por las pasiones del alma". Pienso en la mejor opción de aquí a que todos recibamos noticias: conectarme al i pod, seguir leyendo, recostarme del lado izquierdo de mi cuerpo, intentar de nuevo con la peruana. Pero de todas las opciones, la que me sigue resultando más atractiva, es la de formar un círculo y, llegado mi turno, decir a todos: Me llamo María Paz y esto es lo que me angustia; o: me llamo María Paz y este es mi mayor deseo.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-11973705005115524052009-07-12T11:23:00.000-07:002009-07-12T17:56:38.122-07:00La Duda<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SlorDi6sPxI/AAAAAAAAAJY/BgC_6rJKIME/s1600-h/doubt_l.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SlorDi6sPxI/AAAAAAAAAJY/BgC_6rJKIME/s320/doubt_l.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5357642046623203090" /></a><br /><br />Anoche D. y yo rentamos <span style="font-style:italic;">La Duda</span> pero, como ha sido costumbre reciente, me quedé dormida en el minuto uno. Hoy, antes de intentar verla de nuevo, leía sin ninguna intención premeditada un texto en torno a la duda y la inocencia, esta última sinónimo de la verdad aunque en estos tiempos nos cueste creerlo.<br /><br />Durante la película recordé todas las veces en que he dudado, en que he tenido una suerte de presentimiento o premonición, misma que fue comprobada. Me sentí perdida de nuevo, justo en el momento exacto en el que <span style="font-style:italic;">Sister James</span> (Amy Adams) se siente completamente desorientada y hace caso de lo que sus ojos miran más no de lo que su corazón vislumbra. <br /><br />Segundos después, vino la calma. Pude ver a través de los ojos de quienes, según yo, me habían dañado, la luz de la inocencia: la de mi padre, la de otras personas menos o más importantes en mi vida pasada y en la actual. Deseo quedarme con eso, pues lo contrario sólo hace daño, sólo hiere el corazón: el único instrumento mediante el cual realmente podemos ver.<br /><br />Quiero conservarme así, mantenerme limpia e inocente, tener la capacidad de transmitir eso a mis hijos. ¿Qué otra cosa es más importante que eso? Sólo la verdad que, a final de cuentas, resulta ser lo mismo. <br /><br />(<span style="font-style:italic;">Abajo, los lienzos del portentoso Frans Hals, los cuales recordé al ver esta grandiosa película. Quienes ya la hayan visto sabrán a qué me refiero. Y quienes no, sembrará curiosidad en ellos para que corran a verla</span>). <br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SlouPtxjbzI/AAAAAAAAAJg/4p72C6sus6g/s1600-h/Hals-Regentas-100.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 212px;" src="http://2.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SlouPtxjbzI/AAAAAAAAAJg/4p72C6sus6g/s320/Hals-Regentas-100.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5357645554230980402" /></a><br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SloucfguUNI/AAAAAAAAAJo/5bcPVSi6jV0/s1600-h/Frans_Hals_015.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 220px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SloucfguUNI/AAAAAAAAAJo/5bcPVSi6jV0/s320/Frans_Hals_015.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5357645773740593362" /></a>María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-80449390782775969592009-06-17T18:22:00.000-07:002009-06-18T11:44:48.489-07:00¿De qué otra cosa podríamos hablar?<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SjmXEYSGfhI/AAAAAAAAAJQ/qGc-PiplCTY/s1600-h/28546403.JPG"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 210px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SjmXEYSGfhI/AAAAAAAAAJQ/qGc-PiplCTY/s320/28546403.JPG" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5348472133972819474" /></a><br /><br /><br />A casi dos semanas de la más reciente inauguración de la Bienal de Venecia, sorprende el silencio de los medios, sobre todo nacionales, en torno a la segunda ocasión en que México tienen un pabellón sólo para sí. La anterior fue enlucida por Rafael Lozano-Hemmer pese al catastrófico inicio que fue revestido por la sentida muerte de una de las figuras más importantes del arte contemporáneo: su curador, Príamo Lozada. Recuerdo haber ido al homenaje que le hicieron In Memoriam en el Laboratorio Arte Alameda, recinto que tuvo a bien fundar. A Príamo lo conocí muy poco, fue con motivo del evento de apertura de la universidad donde doy clases. Me sorprendió su calidez pero, sobre todo, la elegancia al hablar, al moverse; sin exagerar, al pestañear. Nunca antes me había visto y, sin embargo, me trataba como si fuéramos viejos conocidos. Hablamos de las instalaciones que había tenido a bien curar para aquel día y no sé de qué más. Por eso fui con orgullo a despedirlo a su lugar. Desde entonces llevo amarrada a mi muñeca la cinta de tela de uno de sus últimos eventos artísticos –Plataforma, en Puebla– como un estigma de buena suerte. A partir de aquel día tengo la extraña ilusión de que algo del talento de Príamo me acompañará para llevar a cabo las empresas que tanto deseo.<br /><br /> Pero éste sólo es el preámbulo de lo que realmente quiero escribir hoy. Valientes como Príamo hay pocos. Dos de ellos son los que le siguieron a la par de todo su equipo: Teresa Margolles, la artista y Cuauhtémoc Medina, su curador. Dicen que el catálogo del pabellón es una joya. Yo quisiera conocer de cerca todas las aventuras que acompañaron a este proyecto, al que se le cerraron puertas, decreció numerosas veces en presupuesto, tuvo mil y un vericuetos. Sin embargo, helo allí. No será tan plástico como el checo ni tan ocurrente como el escandinavo; tampoco tan ambicioso como el de Estados Unidos, megaproducción a la Hollywood que le apostó, sin lugar a dudas, a los cuarenta años de carrera de Bruce Nauman. No es que no le apostara a ganar alguno de los premios. Sin embargo, pareciera que, luego de la mala suerte con la que inició nuestra presencia oficial en Venecia, Margolles y Medina le apostaron, sin querer, al anonimato. <br /><br /> Conocidos míos arriban de la Bienal. Con el corazón encogido nos relatan su experiencia. No sé si aquel día amanecí muy emocional pero la piel se me eriza cuando los escucho, siento el nudo en la garganta, comparto sus sueños utópicos de huir y construir una comuna en un paraje clandestino. Al compartir lo anterior con mis alumnos, me sorprende el hecho de que muchos están igual que yo: sobrecogidos y trastocados al escuchar de nuevo sobre alguien de la que ya habíamos hablado en sobradas ocasiones; cuyo trabajo expusieron para obtener alguna calificación. Qué bien que no se queden sólo con lo “estético”. Esta pieza, por desgracia, habla de lo que sucede en su terruño aun cuando los medios, el Estado, los empresarios, se resistan a atenderlo. Revisamos la escasa cobertura que se ha acumulado en los recientes días. Gran parte de los textos proceden de páginas en Internet. Se trata de una réplica del boletín de prensa. Nadie es capaz de emitir un juicio. Los comentarios de los blogs son casi todos puntas de lanza hacia la artista. Apenas este fin de semana apareció uno de los textos más decorosos sobre la pieza: el escrito por Carlos Aranda Márquez para Reforma. Habrá que esperar a la difusión del catálogo para leer los textos magistrales del mismo Medina, Ernesto Diezmartínez Guzmán, Élmer Mendoza, Antonio Escohotado y Mariana Botey. Desconozco si es el de Diezmartínez o el de Mendoza pero es el texto de uno de ellos quien, asentado en Culiacán, narra la forma despiadada en que su plácida vida provinciana ha cambiado en estos últimos años. Dice que en Culiacán la cantidad de balazos que irrumpen la cotidianeidad es equivalente a la suma de claxons de cualquier día de la semana en el DF. Pero sus hijas ya no se asustan, es más, reconocen la proveniencia y la cercanía. Han llegado a azuzar su oído con tal eficacia que son ellas quienes calman al padre. “No te preocupes, ese último provino de tal o cual región de la colonia. No pasará por aquí.”<br /><br /> Huelga decir que la pieza se enfrentó en un concurso y ganó gracias al comité evaluador que con valentía y responsabilidad decidieron a favor de la misma y así, enfrentaron sus consecuencias. La primera fue el retiro de la jugosa ayuda económica que La Colección Jumex siempre proporciona a dicha empresa. Le siguieron despidos laborales de los directivos involucrados, amenazas a los equipos que operaban en Ciudad Juárez, Culiacán y otras ciudades, a Margolles misma, de nueva cuenta. La artista siempre viste de negro, anteojos incluidos. Sorprende su sentido del humor, su arrojo al defender sus proyectos. Sin embargo, detrás de esa imagen a la <span style="font-style:italic;">underground </span>se adivina una mujer vulnerable, frágil en su luto permanente.<br /><br /> Cabe agregar que la obra de Margolles no es necrófila, tampoco amarillista, mucho menos escatológica, ni qué decir moralista. No acusa al narcotráfico como culpable directo. Acusa a la violencia descarnada como recurso principal de ambos bandos. Los especialistas refieren que se habla de la muerte como una posibilidad estética. Yo agregaría que, hoy por hoy, nos guste o no, el arte también es un mecanismo para cobrar conciencia. Quienes presenciaron los días posteriores a la inauguración vieron desfilar a los visitantes multinacionales del pabellón, enojados algunos, incrédulos los más. Muchos de ellos abandonaban las salas arrasados en lágrimas.<br /><br /> Los <span style="font-style:italic;">highlights </span>de lo que ha derivado un espectáculo similar al Festival de Cannes fueron, en esta ocasión, los premios que Yoko Ono y John Baldessari recibieron, el estreno de la megacolección de Pinault en el palacio que le costó una fortuna, Bruce Nauman, el simulacro del coleccionista ahogado en una piscina. Sólo encontré una imagen del pabellón mexicano y fue en el NY Times. Es la que aparece al inicio de esta reflexión, resulta escasa pero cobra sentido cuando sabemos que quien trapea el piso puede ser un familiar de las víctimas de esta guerra sin cuartel, llevado por la misma Teresa Margolles a petición suya para abandonar el país de forma definitiva luego de haber visto correr tanta sangre. Cobra sentido cuando nos enteramos que el líquido con el que lo hace es esa misma sangre, la de quienes murieron, casi todos inocentes.<br /><br />¿De qué otra cosa podríamos hablar?María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-31215926736783963902009-06-01T19:51:00.000-07:002009-06-03T09:57:42.249-07:00Sueños<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SiST4pTdLgI/AAAAAAAAAJI/kSEWIz2O-JQ/s1600-h/dali_a_los_6_anyos.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 242px;" src="http://2.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SiST4pTdLgI/AAAAAAAAAJI/kSEWIz2O-JQ/s320/dali_a_los_6_anyos.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5342557659337666050" /></a><br /><br />Hace varias semanas que no dormía tan bien como anoche, prácticamente de corrido. Tuve un sueño sui generis en mis treinta y siete años de existencia. Siempre que el mar aparecía era un sueño que, ineludiblemente, derivaba en pesadilla. Recuerdo muy bien uno que soñé cuando tenía alrededor de dieciséis años: Era alumna de un internado a las orillas de la playa, la tarde comenzaba a oscurecerse. Jugaba el papel de segura observadora al ser considerable la extensión de terreno que me distanciaba de la escena. Me percataba de dos compañeras mías del internado que salían del edificio principal y se sumergían en el agua. Nadaban tranquilas mientras yo divisaba a lo lejos, el nado de un par de ballenas acercarse hacia ellas. Su nado hizo tal movimiento en el agua circundante que las olas crecieron metros y metros en cuestión de segundos. Yo contemplaba la zozobra de mis compañeras, su lucha por salir a tierra firme hasta que, presas de la desesperación, se ahogaban.<br /><br />Si mal no recuerdo, en una antigua entrada escribí sobre mi relación con el mar en mis sueños. Sucedía algo muy extraño conforme los años pasaban. Más adelante, las olas voraces que arrasaban con poblaciones enteras de bañistas, se acercaban a mí pero jamás me tocaban. Luego, comenzaron por tocarme la punta de los pies, mojarme las piernas, envolverme el cuerpo entero. Me devoraban, eran sueños terribles aunque jamás sucumbí en ellos. Contemplaba cosas desastrosas, todo parecía morir a mi paso menos yo. Hace no mucho soñé que visitaba a mi amiga E. quien vive en Los Cabos. Para librar el trayecto de La Paz a su casa teníamos que sortear un acantilado. Como únicos recursos de salvación, las uñas de nuestras manos y pies y, a nuestras espaldas, el mar más encabritado que nunca.<br /><br />Anoche soñé que vacacionaba con mis padres en un balneario distinto a cualquier hotel. En el agua transparente nadaban orcas de todos los tamaños, diminutas y enormes, y demás fauna marina entre las que el resto de los huéspedes y yo, buceábamos sin problema. Existía un restaurante justo en medio del mar, raro como suena. No se encontraba en una isleta sino sobre la superficie misma. De hecho, el restaurante carecía de protección alguna, soportaba olas dignas del más experimentado surfista enroscarse sobre los comensales, y nada, tan sólo se hacía un extraño vacío en el que apenas llegaba la brisa de estas olas colosales. La totalidad.<br /><br />Por coincidencia o sincronía, a dos clases de cerrar el semestre, me topé hoy con mi cuadro preferido entre las obras de Dalí. Éste, en el que él mismo se autorretrata siendo una niña capaz de levantar la orilla de la playa como si fuera una hoja. Tal parece que, luego de todos estos años, la pesadilla tornose sueño. Rindiéndose al mar es que se volvió bueno.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-64823463459808165602009-05-26T20:02:00.000-07:002009-05-26T20:26:43.494-07:00Hoja en blanco<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/Shytky4QzXI/AAAAAAAAAJA/o-yx7y2HLh0/s1600-h/dreamstime_3961816.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 227px; height: 320px;" src="http://2.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/Shytky4QzXI/AAAAAAAAAJA/o-yx7y2HLh0/s320/dreamstime_3961816.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5340334105799216498" /></a><br /><br /><span style="font-style:italic;">A Laura, a Estrella<br />Al 401</span><br /><br />Hoy accedí a la invitación que me hizo uno de mis alumnos de mi grupo preferido durante este semestre, y mucho me temo que lo seguirá siendo por varios más o, al menos, estará siempre dentro de mi top 5 (hablando de top 10). La propuesta era presenciar sus puestas teatrales para la clase de dirección actoral, materia curricular dentro de la licenciatura de Cine. Los vi a ellos mismos en calidad de actores y directores, interpretar escenas de obras nada menos que de Harold Pinter, Dario Fo y Tennessee Williams. Hace años que no voy al teatro, lo más cercano capaz de abrirme el alma con esa velocidad es el cine. Ahí, en el salón de actos de la universidad, con escenografías austeras, vestuarios y maquillajes improvisados, el alma se me volcó en cuestión de segundos. <br /><br />Han habido semestres estériles, yermos casi en su totalidad. En éste, gracias al 401, volví a creer en la enseñanza y su minúsculo o gran poder. Me dio pena haber visto sólo a algunos, pues llevan ejecutando estas escenas hace un par de semanas. Hoy dejé a mis hijos en la puerta del colegio, subí el cerro con L., no me bañé, me fui directo a verlos pues, de lo contrario, no llegaba. Se me pasó el primero, el de las diez y media por una confusión de naturaleza más bien espacial. Luego de que el semestre acabe, cosa que sucederá en dos semanas, extrañaré inmensamente los martes que para mí han sido como sábados desde enero hasta ahora.<br /><br />Ayer que ultimaba detalles en la clase, en la búsqueda de obras de Jenny Holzer, encontré varias joyas, una de ellas adorna ahora mi <span style="font-style:italic;">wallpaper</span>. Recuerdo a la par, la exposición de mi alumno D. y las maravillas que encontró en la red: una gran frase célebre que hablaba de los <span style="font-style:italic;">wallpapers</span> como las obras de arte de la gente ordinaria. <br /><br />Otro video de Holzer sobre las ya famosas series <span style="font-style:italic;">truisms</span> me reconectó con la realidad. Grandes frases en las que residen sencillas verdades. Aquí, la muestra:<br /><br /><object width="425" height="344"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/8GbYRaVyl9M&hl=es&fs=1"></param><param name="allowFullScreen" value="true"></param><param name="allowscriptaccess" value="always"></param><embed src="http://www.youtube.com/v/8GbYRaVyl9M&hl=es&fs=1" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="425" height="344"></embed></object><br /><br />Como decía, subí el cerro con L. Nos asombraba una cosa. No hay inmovilidad en esta vida, todo es cambio, nada permanece exactamente igual, es sólo cuestión de mirar alrededor, de contemplar la naturaleza. La vida es, de hecho, como la escritura. Un ejercicio denso, inacabable, en el que puedes corregir, aumentar, borrar, o incluso, arrancar la página. Arrancar las hojas es una de las cosas que más duelen en la vida y, sin embargo, algo positivo queda de ello: la posibilidad interminable de empezar desde cero, de nuevo, aún cuando nunca es así puesto que siempre nos llevamos con nosotros lo aprendido. Y la vida, sí, ofrece oportunidades hasta cuando todo se presupone oscuro. <br /><br />Un reciente amigo me escribía y cerraba con esta frase de Paul Virilio: “Ahí donde está el peligro crece la salvación.” Por mi parte, recuerdo que: “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe.”María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-68207289966732681542009-05-11T20:28:00.000-07:002009-05-12T08:36:31.199-07:00El resultado de la influenza<iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.blogger.com/video.g?token=AD6v5dzr7pwBtac66ySk0_A6Ec-oj74N1cQrunr746C4iaoFiKofLJQmjNMrj-b5Ejs04_TeBqX2wf4tHmBf1wZVtg' class='b-hbp-video b-uploaded' frameborder='0'></iframe><br /><br /><span style="font-style:italic;">“Los hombres buscarían en aquellos días la muerte, y no la hallarán, y desearán morir, y la muerte huirá de ellos.”<br />Libro del Apocalipsis según San Juan<br /></span><br />La Semana Santa se repartió entre una singular y citadina semana de vacaciones con largas horas transcurridas en la casa, y una última e intensa semana de niños las veinticuatro horas del día, en la búsqueda de actividades que sirvieran para “matar la mañana”, “matar la tarde”,“matar”, en realidad, el día completo. Siempre me ha llamado la atención esta expresión: ¿Por qué buscar “matar” dicho tiempo cuando tendría que ser a la inversa? No matar sino vivir, en sí, disfrutar lo que está frente a uno, un día que jamás volverá una vez que muera, en su minúscula duración si se le compara con la abrumadora cantidad de días que un ser humano promedio vive ¿Por qué intentar matarlo antes?, ¿cuál es la razón por la que se busca acelerar la de por sí breve vida de un día, similar a la de la mosca que sólo vive para crecer lo suficiente e incubar así, sus microscópicos huevecillos?<br /><br />A manera de paréntesis, siguió una semana que, extrañamente, no recuerdo, al igual que a muchos con los que me he topado les sucedió: amigos, profesores, conocidos y desconocidos que así lo reiteran. De estos últimos, sólo aquellos pocos desconocidos que, durante y después del periodo emergente, alcanzaron a comentar algo relacionado con la influenza detrás de la vitrina de la farmacia y de la coraza de su tapabocas. Extraños personajes de quienes jamás veremos su cara completa. Volver a la vida común y corriente, como para tantos, fue salir de una suerte de limbo bizarro y difuso. Incierto ante todo.<br /><br />En lo que duró el disímil toque de queda, jamás usé tapabocas ni para ir al super. Tampoco compré gel antibacterial aunque la influenza y el encierro que conllevó, dejó su huella en otros aspectos aún más profundos de mi vida. Debo confesar que aquel viernes de hace dos semanas en que se prohibieron las clases, por recomendación de un médico fui a parar al Instituto Nacional de Pediatría con mi hijo de nueve años. Ligeramente resfriado, Guido se vio contagiado por la paranoia de los medios masivos y, de pronto, lo colmaron imaginarios dolores musculares, de cabeza y en las articulaciones. El médico que nos atendió ipso facto en el INP luego de una antesala irrisoria, hizo muy bien: me reprendió lo más elegantemente posible. Me explicó los verdaderos síntomas de la influenza, criticó a la prensa, el radio y la televisión por vender un miedo innecesario a la población. Heme allí, en un foco de infección con un niño vulnerable, con bajas defensas, a la espera de recibir cualquier bicho extraño de aquellos que viven preñando <span style="font-style:italic;">ad infinitum</span>, la gélida atmósfera de un hospital. Fin de la paranoia: en mí duró sólo los quince minutos que conformaron el recorrido en automóvil rumbo al hospital y la pequeña espera previa a la consulta.<br /><br />En la semana posterior, mis dos hijos se enfermaron: el que seguía con gripe y el otro, del estómago. Fue sí, una especie de encierro sui generis en donde nada parecía funcionar. Llamaba a mis amigos en igualdad de circunstancias: padres con hijos para poder, al menos, compartir el mismo encierro. Y nada, el extraño ángel de la influenza provocó que ninguno de los posibles planes se llevara a cabo: encierro redoblado, mucha paciencia. A veces, la paciencia agotada, la desesperación en su lugar. Y lo de siempre, lo característicamente humano: levantarse después de caer y hacer ese ejercicio cuantas veces fuera necesario.<br /><br />Por fortuna, pudimos escapar de las medidas más extremas en aquellos días en que ni <span style="font-style:italic;">Blockbuster</span> abrió sus puertas y vivir parte de nuestro exilio en “La ciudad de la eterna primavera”(aunque cabe aclarar, <span style="font-style:italic;">Sanborn´s </span>siempre estuvo abierto al igual que <span style="font-style:italic;">Wal-Mart</span>. Extraño fenómeno el de la vida de las corporaciones a prueba de todo. Suceda lo que suceda, no hacen más que volverse aún más ricos de lo que ya son. Me pregunto cuántas personas, presas de la desesperación, compraron películas, videojuegos y revistas en estos lugares. No cabe duda que la influenza fue un golpe de suerte para todos ellos). Ahí nos esperaba una alberca solitaria, un par de vecinos quisquillosos que evitaban nuestro contacto por medio de amplios metros de por medio y otro par de vecinos mucho más relajados que, con su mera presencia, volvieron livianos aquellos días y con quienes estaré eternamente agradecida. La más feliz de todos fue Mina, nuestra perra color grafito, quien dio rienda suelta a sus patas medianas, constreñidas en lo cotidiano por una angosta faja de pasto. Mina corrió, entró a la casa cuantas veces lo deseó, encontró incluso un filete que se marinaba en la terraza de los vecinos y se lo zampó entero, además de todas las sobras de nuestras frugales comidas, dignas de un periodo de cuarentena.<br /><br />Tras cuatro días, los niños se aburrieron del sol, de la alberca desolada, de la falta de amigos con quienes comparar clavados. Llegamos el lunes por la tarde a México, nos encontramos con que no había películas, librerías ni centros comerciales abiertos para matar nuestra distracción. Pasaron los días, mi hijo menor se quejaba de dolor de oídos, le compré las gotas que el pediatra me recetó. Estaba dormido en el auto cuando Mina subió al asiento y con una de sus patas recientemente estrenadas y fortalecidas, le pisó el oído herido. Me encerré con él en el auto dentro de nuestro garage luego de que logré sacar a Mina. Nuestro breve confinamiento en la camioneta sirvió para que no se escucharan los gritos de dolor de Tomás y el ruido de sus pequeñas manos golpeando las vestiduras y los cristales mientras exclamaba ¡Ya no resisto! ¡Ya no resisto!<br /><br />Este fin de semana, los niños se fueron con su padre, y D. y yo regresamos a Cuernavaca a una boda por demás significativa. Nos tocó encierro en el hotel de nuevo: un alimento contaminado envuelto en la turba de emociones derivadas de una era apocalíptica. En la boda, todos los meseros llevaban elegantes tapabocas a juego con sus uniformes. Demasiado tarde cuando busqué la cámara para captarlos perfectamente alineados, pero será una imagen que me acompañará siempre: la del fantasma de la influenza. <br /><br />La boda fue magnífica como pocas. El poema que el novio le compuso a la novia, una música inmejorable acompañada de unos colosos ventiladores montados en la pista para que los bailarines se olvidaran del espeso calor. El recinto invadido de flores y, a un costado del mismo, una pareja de supervivientes saltándose las reglas y bailando cerca de su mesa cuando todavía no se abría la pista. Él sobrevivió al avionazo en el que Mouriño perdiera la vida. Corría por esa zona, luego del estruendo sintió un calor asfixiante, se arrancó la ropa quedando desnudo en medio de la calle, sin shorts ni tenis ni playera de corredor y así, desnudo, llegó al hospital transportado por una ambulancia. El día de la boda bailaba con su hermosa mujer. Guantes cubriéndole las manos, no por la influenza sino por los rezagos de las graves quemaduras. <br /><br />¿Qué me dejó la influenza? No lo sé a ciencia cierta, me siento todavía en el limbo, hoy me costó retomar mi vida ordinaria, tuve que repasar con mis alumnos el programa de los futuros días. Algo que lamento fue la falta de contacto. Esta maldita paranoia que nos dejó congelados, el rechazo de las personas a quienes estamos acostumbrados a saludar cálidamente. Fue para mí un shock y espero que aquello se nos olvide muy pronto, que la paranoia sea sustituida por la apretura de los vínculos. “Más nada” –como suelen decir los cubanos–, que en los momentos más álgidos trataba de visualizar generaciones presentes y pasadas, ensombrecidas por los cuatro jinetes del Apocalipsis: los niños que mueren de hambre, o que se quedan huérfanos en la guerra, los prisioneros en campos de concentración, los desplazados y todos aquellos supervivientes que vivieron para contar que, pese a todo, pasó. Llegó un tiempo nuevo, una oportunidad de vivir regalada sólo a unos cuantos. <br /><br />Heme aquí de nueva cuenta, sintiéndome como una superviviente, un tanto más extrañamente fortalecida; una nueva maría en paz, distinta a la que existía hace poco más de dos semanas.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-84150977688822776762009-04-18T20:31:00.000-07:002009-04-23T11:12:16.243-07:00olvido-recuerdo<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SeqdACuSfRI/AAAAAAAAAI4/YwYZxJbuNQE/s1600-h/IMG_1159.JPG"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 233px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SeqdACuSfRI/AAAAAAAAAI4/YwYZxJbuNQE/s320/IMG_1159.JPG" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5326242133375614226" /></a><br /><span style="font-style:italic;"><br />Para Ale de la Puente</span><br /><br />(Texto leído en la presentación del proyecto artístico olvido-recuerdo, el día de hoy en Casa Refugio)<br /><br />En una de las páginas iniciales del libro que resume el proyecto “olvido-recuerdo”, Ale dice de Robert Stewart: “Son pocas las personas con las que me bastan veinte minutos para darme cuenta que puedo llegar a quererlas y que la relación con ellas podría ser larga.” A mí me pasó lo mismo con Ale cuando la conocí. Nos habíamos visto una o dos veces sin cruzar prácticamente palabra hasta que llegó como invitada añadida a una comida de celebración de mi cumpleaños. Fueron suficientes cinco, diez o quince minutos para quererla para siempre. Y aunque resulte muy cursi comenzar esta presentación así, me tomo la libertad pues este proyecto, probablemente sin una clara intención previa de esta naturaleza, está conformado de eso: de un gran amor por la vida reflejado a través de la visión particular de Ale de la Puente y de Robert Stewart, a mi manera de ver, no sólo hipnotista, herramienta primigenia, el colaborador más cercano, el observador que afecta al observado, sino también cocreador de este proyecto, en donde el arte tan sólo se vuelve el aparato mediador para abordar un sinfín de elementos entre los que destaco algunos, a continuación.<br /><br />Me gustaría referirme a un par de cosas que considero importantes subrayar. Conocía de manera un tanto superficial la obsesión de Ale por los juegos de palabras. Juegos que, de pronto, se convierten en enrevesados poemas. Ayer, al intentar estructurar un guión de presentación, recordé los juegos de palabras que hiciera Walter Benjamin. Las llamadas “Constelaciones”, que no son más que una geografía, o bien, una topografía del pensamiento humano. Benjamin, aunque pensador o filósofo –como lo queramos llamar, el título siempre le quedará corto–, era también un artista desde mi muy particular punto de vista. Para él era igualmente importante lo que se decía que el espacio que circundaban sus palabras: las proporciones, la arquitectura de la página. Además del sentido de los escritos, existía la necesidad de crear algo para que el ojo lo viera. La correlación espacial entre unos y otros párrafos dispuestos de cierta manera, genera distintas relaciones. Se intuye que, para ciertos textos, como el ensayo que hiciera sobre el escritor y periodista Karl Krauss, Benjamin escribió esta suerte de objetos lingüísticos que recuerdan los caligramas de Apollinaire, bajo el influjo de la mescalina. Cierto o no, no es relevante. Lo realmente relevante es que estas figuras diagramáticas que a veces guardan similaridades con las rosas de los vientos y sus múltiples direcciones cardinales, desfloradas a veces en 16 que, a su vez, se dividen en 32 direcciones, son para Benjamin la detonación del espíritu, la destrucción del lenguaje como hasta entonces había sido abordado.<br /><br />Ale intenta esta suerte de juego a partir del siguiente esquema lingüístico, semilla de este proyecto, de donde sólo mencionaré algunas posibilidades de entre las posibles seis combinaciones:<br /><br />Aislar el ego / aceptar el tiempo y el espacio / incluir el lenguaje<br />Aceptar el ego / incluir el tiempo y el espacio / aislar el lenguaje<br />Incluir el ego / aislar el tiempo y el espacio / aceptar el lenguaje<br /><br />Igual que Benjamin, Ale somete el lenguaje, explota las múltiples capacidades de evocar un sentido al tiempo que lo constriñe. Benjamin hablaba de una relación singular con las palabras muy similar a la que se tiene con un amor platónico: “Cuanto más te acercas a una palabra, más distancia toma de ti. De ahí la necesidad de dedicación, de devoción a ella.”<br /><br />En este caso, Ale no decidió ingerir mezcalina mas sí imbuirse en un proceso hipnótico que le llevó varias sesiones en virtud de la premisa “Nuestra ilusión de tiempo es construida dentro del lenguaje mismo. Necesitamos una nueva”. Si la conciencia se vuelve nuestra frontera de relación, habrá que sortearla. Pero ¿qué sucede cuando, avanzado el proceso hipnótico trazado por ambos –Ale y Robert– se pierde el rumbo, aparece el gran fantasma temido por todos: la desorientación? Dice Ale: “En un mundo finito ante nuestros sentidos, la desorientación surge frente a la imposibilidad de explicar una experiencia en términos de nuestro discernir” No hay lenguaje posible, en este punto, capaz de desentrañar lo vivido-no vivido. Y aquí, el “hubiera” surge como conjugación deseada mas imposible: Bien sabemos todos que el hubiera no existe. Ale se pregunta: ¿En qué momento el ser humano pudo expresar “hubiera”? “Hubiera aventado una piedra antes de entrar a la cueva” ¿será en aquel momento prehistórico en que el hombre quiso conjurar por primera vez esa alternativa de pensamiento o de acción? Pasado imperfecto, futuro imperfecto. Dice Ale: “El ‘hubiera’, el pasado imperfecto, tiene su relación con la memoria, en ese tiempo hacemos presente la imposibilidad misma de hacer presente el pasado” ¿Cuántas veces a lo largo de este proyecto, tanto Robert como Ale se preguntaron por el “hubiera”? Y me refiero, concretamente al momento en que, en apariencia, se pierde la brújula. ¿Y si olvidara recordar?, recuérdame recordarte. Hubiera recordado olvidar que recordaría. Olvidaré que recordando habría olvidado aún recordar que olvidaría.” Es en el momento cuando Ale se enfrenta por primera vez a contemplar los registros en video de las sesiones hipnóticas y declara: “dejé de ser yo para ser ella”. Y recordar olvidar lo convierte en un olvidar recordar.<br /><br />Al leer este proyecto, recordé una de las obras de Rebecca Solnit: “A field guide to getting lost”, (Una guía para perderse). ¿Y cuál es el sentido de perder el rumbo en la vida de un ser humano? El sentido radica en recuperar el valor de la vida misma. Dice Solnit: Las cosas que queremos son transformativas y no sabemos o sólo pensamos que sabemos qué hay del otro lado de esa transformación. Amor, sabiduría, gracia, inspiración, ¿cómo hacer para encontrar dichas cosas que estarán al alcance, de cierta manera, al extender los límites de uno mismo dentro del territorio desconocido –la terra incognita– para devenir y convertirse en una mejor persona? Solnit encuentra que es en el trabajo del artista donde existe la posibilidad de abrir puertas para lograrlo. En la ciencia también: Robert Oppenheimer, el físico que dirigió el Proyecto Manhattan señaló, “la vida siempre está al margen del misterio, la frontera de lo desconocido”. Ciertos artistas y científicos transforman lo desconocido en lo conocido, arrastrándose hacia los confines de las profundidades como pescadores, siendo capaces de sacarnos de ese oscuro y abrupto océano.<br /><br />Solnit recuerda, asimismo, lo que es “perderse” para Walter Benjamin. “Perderse, una rendición voluptuosa, perdido en tus brazos, perdido en el mundo, totalmente inmerso en lo que está presente de tal forma que el derredor se desvanece. En los términos de Benjamin, estar perdido es estar completamente presente, y estar completamente presente es ser capaz de ser en medio de la incertidumbre y el misterio.<br />Perderse nos remite a la posibilidad de explorar. Solnit repara en las deambulaciones infantiles como la primera posibilidad de desarrollar confianza en uno mismo; un sentido de dirección al tiempo que de aventura e imaginación. La voluntad de explorar y sentirse un poco perdido para luego encontrar el regreso o la salida. Solnit se pregunta sobre lo que le depara a esta nueva generación infantil que vive una especie de arresto domiciliario, pues ¿en dónde obtendrá la oportunidad de adiestrar este potencial humano, inherente en nosotros desde el tiempo de las cavernas?<br /><br />Ale, una niña irredenta, sabe bien lo que Solnit afirma puesto que lo vivió. Finalmente la clave para la supervivencia es saber, de alguna manera, que estamos perdidos. La cuestión radicará en cómo decidamos perdernos ya que no haberse perdido implica no haber vivido. No saber perderse te lleva no a la conservación sino a la destrucción. Y en algún lugar de la terra incognita, descansa una vida de descubrimientos. Como Solnit afirma y como Ale comprueba en este proyecto, “Perderse es el principio de encontrar el propio camino o encontrar un camino análogo en virtud de las múltiples posibilidades que hay de estar perdido.” Hasta no haber perdido el mundo es que nos encontramos a nosotros y nos damos cuenta de la infinita extensión de nuestras relaciones. Solnit recuerda un pasaje de Virginia Woolf: “Por ahora no necesita pensar en nadie. Puede ser ella por ella misma. Y desde entonces, es que ella siente la necesidad de pensar; o más bien, ni siquiera de pensar sino de estar en silencio; de estar sola. En ciertos textos de Virginia Woolf, se emprende la aventura del viajero a la búsqueda, conquista o recuperación de sí mismo, la Itaca de Kavafis, sólo que en este caso, el viaje no es geográfico sino metafórico. Comienza y termina aquí, en solitario, al sacudir los grilletes, liberándonos así de los mismos. Perder el control. El arte de perderlo no radica precisamente en olvidar sino en dejar ir. Y cuando todo lo demás se ha ido, se puede ser rico dentro de la pérdida.<br /><br />Solnit divide esta guía en capítulos, de los cuales, cuatro se llaman “El azul de la distancia”: el color de los límites y las profundidades, presentes en el cielo y en el océano: agua, cielo, melancolía, la distancia hacia el horizonte, la belleza del mundo, las páginas en las que Ale pierde el control y se deja ir. El color donde no estamos. Y, asimismo, recuerda las aventuras de Cabeza de Vaca que se perdió, forjando un mundo propio y recuperándose a sí mismo. Recuerda también el International Klein Blue patentado por Yves Klein con el que pinta en 1957 un mundo sin divisiones entre países, sin tierras ni océanos aparentes, una terra incognita inconquistable y, a la vez, un acto feroz de misticismo en el que Klein nos recuerda la pérdida de objetualidad de la obra de arte misma como también lo hace Tony Smith en los cincuenta y Ale de la Puente ahora: la experiencia como obra de arte, ese punto inmaterial, Zen, azul al que Klein invocó.<br /><br />Para finalizar, en uno de los apartados del proyecto, se incluyen los intercambios vía e-mail entre Luis Felipe Ortega y Ale. Luis Felipe le pregunta: “A propósito de la gravedad ¿Qué hacemos para restarle peso a las cosas? ¿Cómo podríamos hacerlas ligeras? Pienso en la escala, pienso en hojas blancas que se comunican por el trazo de un lápiz.”<br /><br />“La realidad en su gravedad tan plana, tan tensa de gravedad…buscar nuevos horizontes ligeros…donde lo ligero no implica la carencia de importancia ni la carencia en sí misma, sino aquel estado ligero donde lo “grave”, la gravedad, tan sólo se entiende porque en algún momento habrá dejado de existir…Es ahí, ese momento y ese espacio donde la posibilidad del entender se transforma en el sentir.”<br /><br />La gravedad me recordó a Simone Weil, la mística que murió de hambre, se sacrificó y sufrió por todos los sufrimientos del mundo y combatió todas las injusticias de la Tierra en carne propia. Una secuela lógica aunque difícil de entender, de transmutar su amor a la belleza del mundo. ¿Qué dice y, a la vez, recomienda Simone Weil? Todos los movimientos naturales del alma se rigen por leyes análogas a las de la gravedad física. La única excepción la constituye la gracia. Ella confía en lo que llama “una actitud suplicante”: “Necesariamente debo dirigirme hacia algo que no sea yo misma, puesto que de lo que se trata es de liberarse a uno mismo. Aceptar el vacío. No ejercer todo el poder de que se dispone es soportar el vacío. Lo de aceptar un vacío en sí mismo es sobrenatural ¿dónde hallar la energía para un acto de contrapartida? La energía ha de venir de otra parte. Y sin embargo, primero ha de producirse un desgarro, algo de índole desesperada; primero ha de producirse un vacío. Desear en vacío, desear sin anhelo. Separar nuestro deseo de todos los bienes, y esperar. La experiencia enseña que dicha espera es fructífera. Se adquiere entonces el bien absoluto.” O como señala Ale: “El dolor es. Se puede vivir en el tiempo o en el espacio. Si se vive en el tiempo habrá que esperar a que el tiempo fluya. Si se vive en el espacio, habrá que moverse de ahí. El dolor es. El sufrimiento es su prolongación, por gusto. Volviendo a Weil: Un vacío que está más lleno que todos los llenos. <br /><br />El proyecto fraguado por Robert y Ale, además de ser la historia de una relación, termina por ser el producto del amor. Para quienes eso despierte su curiosidad, tendrán sólo que leerlo. Desearán ser hipnotizados por Robert, ver las hojas de los árboles más verdes, escuchar la música inscrita en su movimiento al ritmo del viento. Se darán cuenta de la radical diferencia que existe entre amar y ser amado y terminarán por coincidir con estos dos autores: bien vale la pena tratar de llegar a tener una semana como la de Ale en la que amaba todo y a todos, mas por trabajo propio, por decisión propia.<br /> <br />Simone Weil dice: “Sólo la privación hace que sienta la necesidad. Un único remedio para ello: una clorofila que permitiera alimentarse de luz.” Y nos recuerda: “No hay más que un defecto: carecer de la facultad de alimentarse de luz.” <br /><br /><br /> Tlalpan, 18 de abril, 2009.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-70069789876500709842009-03-06T15:03:00.000-08:002009-03-06T15:26:30.496-08:00Justicia<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SbGxFIAdSHI/AAAAAAAAAIw/edhUcQjYi0c/s1600-h/227135~XII-The-Hanged-Man-seven-tarot-cards-from-different-packs-Posters.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 240px; height: 320px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SbGxFIAdSHI/AAAAAAAAAIw/edhUcQjYi0c/s320/227135~XII-The-Hanged-Man-seven-tarot-cards-from-different-packs-Posters.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5310220137253390450" /></a><br /><br /><span style="font-weight:bold;">1.</span><br /><br />El lunes fui a una sucursal bancaria del otro lado de la ciudad para recoger los documentos que finiquitaban el pago de un préstamo a tres años. Llegué con la ejecutiva bancaria a las 8:30 a.m. quien me dijo que desde el 2006, año en que solicité el préstamo, se dejaron de extender pagarés a los deudores. La deuda estaba liquidada. Lo único que me dio en garantía fue una impresión de la pantalla donde se lee “Cuenta cancelada”.<br /><br />Para obtener dicho préstamo, tuve también que comprometerme a pagar un seguro de vida durante este lapso. Le expresé a la ejecutiva mi interés en revocarlo. Ella me turnó a la línea del banco encargada de promover estos productos para dar cuenta de mi cancelación. Tras varios minutos de espera, en los que escuchaba la monótona grabación “Todos nuestros ejecutivos se encuentran ocupados, espere un momento por favor”, me responde una voz femenina que me pide unas claves al tiempo que indaga la razón por la que deseo rescindir el servicio. Le explico lo ya referido. Un extraño proceso de convencimiento se despliega al hablarme de las bondades del seguro por tan sólo una cantidad mensual irrisoria si se la compara con sus beneficios. A punto estaba de desistir de mi empresa cuando la voz femenina me dice que, en virtud de haber saldado la cuenta de forma oportuna durante más de dos años –en realidad, el banco la descontaba a la par del préstamo, sin preguntarme si me parecía o no–, me he hecho sujeto de una nueva cláusula: la del suicidio. Eso quiere decir que si decido atentar contra mi vida y tengo éxito, el seguro ampararía a mis beneficiarios con una cantidad fija depositada a lo largo de treinta meses. Decliné la oferta, sin lugar a dudas, aunque en el inter recorrí distintas formas accidentales y no-accidentales de morir, hospitales, ambulancias, paramédicos, médicos forenses y velatorios. Me sentí de pronto tan vulnerable. En mi código de barras no aparecían las leyendas “irrompible” o “inoxidable”.<br /><br /><span style="font-weight:bold;">2.</span><br /><br />En el sitio donde suelo correr, una loca se aparece por lo menos una vez a la semana. Esta loca es, como muchos de los locos que merodean las calles y otros espacios públicos, una loca bastante cuerda. Se viste de manera estrafalaria –mallas de colores debajo de medias negras de red, prendas fosforescentes e incombinables– y mientras se ejercita, despotrica en contra del mundo. Vocifera hacia su público que a veces la escucha y otras la ignora. Critica a los <span style="font-style:italic;">güeritos y güeritas alzados</span>, a los que manejan Hummers y a las que tienen casa en el Pedregal o en Las Lomas; a los "licenciados", como ella los nombra de forma sardónica, y a los políticos. Hay días en que la loca amanece más enojada que de costumbre. Grita más fuerte para que todos la escuchen, hace aspavientos con los brazos. Una mañana, mientras hacía mis ejercicios de estiramiento a su lado, susurró en mi oreja izquierda: “Me cagan las ñoras”.<br /><br />La loca se ha vuelto un personaje reconocible de la pista de trote. Uno a quien la mayor parte evade mientras otros tantos se burlan de ella. Una loca que es chocante para todos aquellos que se reconocen en sus supuestas calumnias. Escucho a la loca que se ha vuelto el eco de lo que pasa por nuestra mente. Digo que es bastante cuerda pues sólo se deben tener dos dedos de frente para entender que el discurso de quien es considerada una desequilibrada, habla de la injusticia, la corrupción, la maldad, la superficialidad y nuestra indiferencia colectiva ante ello. <br /><br />Al menos dos veces por semana, abandono la pista y subo al cerro. Dejo atrás el ruido externo y me conecto con el propio. Mi acto de transmutación es transpirarlo en las subidas cuyo horizonte no se vislumbra, en las que las pisadas me fallan y el movimiento de la cadera se vuelve más lento. Es, generalmente, el momento en el que exorcizo mis demonios, cuando recuerdo los acuerdos contractuales y los tácitos, aquellos que ya expiraron, otros cuya fecha de caducidad desconozco, si su fin está a la vuelta de la siguiente curva o me acompañarán hasta el día en que deje de existir; los que deseo que permanezcan, los que no están bajo mi control. No tengo las agallas de la loca para acompañarla en su denuncia. Tampoco creo que tendré jamás las agallas para hacer uso de la cláusula que mencionó la voz femenina por el teléfono. Por suerte, las cosas tampoco han estado así de oscuras. Yo sólo corro la mayoría de los días. Cada que la vida no irrumpe con lo impredecible, subo al cerro o doy vueltas al circuito lo más rápido que me es posible. Esa se ha vuelto mi propia suerte de catarsis.<br /><br /><span style="font-weight:bold;">3.</span><br /><br />A la medianoche del martes sonó el teléfono. Era mi hermano menor desde el hospital para avisarme que habían llevado a mi madre luego de dos días de malestares intermitentes. A las dos horas llama mi otro hermano para avisarme que mi madre ingresaría al quirófano al amanecer del miércoles. Los médicos tan sólo alcanzaban a decir que se trataba de un cuadro delicado dada su edad; una apendicitis que ya podría haberse tornado en peritonitis o en una implosión de un divertículo intestinal. Duermo mal en la noche que se suponía estaba destinada para recuperarme de las dos noches anteriores en las que tampoco pude dormir. La mañana me sorprendió insomne. Dejé a los niños en el colegio. En el camino al hospital recordé mi extraña cita bancaria. Para cancelar el seguro de vida, me pedían una serie de respuestas clave como mi fecha de nacimiento, la dirección a la que llegaba mi cuenta, el nombre de mis beneficiarios. En esta última, tardé en responder. Reflexioné en voz alta mientras la voz femenina me escuchaba del otro lado. Descarté la posibilidad de que aparecieran mis hijos como los acreedores al ser menores de edad. Mencioné el nombre de su padre. La voz femenina me respondió que no, que hiciera memoria. Pronuncié entonces el nombre de mi madre y así, pude cancelar el contrato. <br /><br />La miro ahora, rendida en su cama ortopédica, con mil años encima. Acaricio su blanda mano y contemplo en sus pliegues, las primeras pecas que anuncian la vejez. <br /><br />PS: Hubo un día en que la loca amaneció iluminada. Extrañamente, vestía de negro. Se colgó de un barrote y permaneció cual chango con la cabeza vuelta hacia el piso. Conversaba con Dios murmurando casi en silencio. Le preguntaba sí, sobre la injusticia, sobre el hambre, sobre el afán de respuestas no concedidas, pero lo hacía de una manera distinta, intentando apaciguar el ruido interno para reconocer al menos un eco. También le recordaba y le agradecía a Dios, lo mucho que la quería, lo feliz que se sentía cuando, como en aquel día, los rayos del sol la alcanzaban.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-69898554115411018252009-03-01T10:33:00.000-08:002009-03-01T20:11:03.365-08:00Las palabras de Stefan<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SarVDFlbInI/AAAAAAAAAIg/NQ4T-FAqqYg/s1600-h/IMG_0807.JPG"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 240px; height: 320px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SarVDFlbInI/AAAAAAAAAIg/NQ4T-FAqqYg/s320/IMG_0807.JPG" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5308289359825019506" /></a><br /><br />Esta pequeña historia tuvo su inicio el día de mi último cumpleaños. Sin embargo, deriva de otra leída, admirada y añorada por mí y por otros. Entre otros grandes regalos que D. me hizo el pasado veintitrés de noviembre, encabeza la lista el archivo de Walter Benjamin. No voy a extenderme para hablar de lo que muchos ya conocen. Tampoco mencionaré sus textos capitales ni haré una apología sobre ellos. Sostengo este libro entre mis manos hace poco más de tres meses cada vez que esta vertiginosa vida lo permite y, cada vez que lo abro también, reitero las bases de esta fascinación.<br /><br />Benjamin, como todos los grandes pensadores, era un hombre seducido por cada manifestación de la vida atisbada en los eventos y objetos más triviales. De ellos, era capaz de desplegar su sentido de trascendencia por recóndito que se antojara. Apto como sólo pocos para lograr desatar reflexiones filosóficas a partir de un juguete ruso de fabricación artesanal o de una caminata cotidiana por una de las calles aledañas a su domicilio. Los diagramas que bosquejaba en cualquier pedazo de papel revelan el zigzagueo de sus pensamientos, las ramificaciones y los conjuntos que devienen, a veces, de enunciar una solitaria palabra --dicho sea de paso, <span style="font-style:italic;">Constelaciones</span> se titula el capítulo dedicado a reflejar sus formas gráficas de pensamiento. Las notas que sobre las notas hace Benjamin, se vuelven escritura nimiada, críptica, al punto de ser casi indescifrables.<br /><br />Otro de los capítulos del libro muestra el particular encanto que Benjamin experimentaba ante las construcciones linguísticas de su hijo Stefan. Benjamin hizo un registro escrito desde sus primeros balbuceos coherentes. Leerlos es presenciar tanto la evolución del pensamiento infantil como la del propio ser humano; es adentrarse en un juego que despierta la memoria de las escasas células madre que llevamos más que atadas al cuerpo, esas que se resisten a morir y que nos acompañan desde nuestro grito primigenio volcado entre las cuatro paredes de un cuarto de hospital, la presencia de un doctor o una partera, algunos asistentes y nuestra madre --a veces, nuestro padre--como sus únicos testigos. En dichas notas, Benjamin distingue las pequeñas grandes apreciaciones, de elucubraciones cada vez más complejas que Stefan hace conforme crece. <br /><br />A esta serie de notas, Benjamin las llamó <span style="font-style:italic;">Opinions et Pensées</span>. Cito a continuación, las referencias del propio compilador:<br /><br /><blockquote>Benjamin's reference to his son´s "opinions et pensées", as if he were a famous and celebrated person, is not with irony --it appears to be a parodic quotation of book titles such as, for example, <span style="font-style:italic;">Lessing's Thought and Opinions, Michel de Montaigne's Thought and Opinions on All Manner of Things, Vie, Opinions et pensées de Lazare Camot, l'organisateur de la victoire or Opinions, pensées, maxims extraites des ouvrages de Louis-Napoleón Bonaparte.</span> But Benjamin does not use "opinions et pensées" simply ironically. The notes on Stefan do not merely detail light-hearted nonsense, linguistic curiosities, and playful oddities. Irrespective of all the amusement that this words must have provided for the father, Benjamin was serious (...) Stefan´s expressions were for him the speaking proof of the child´s world picture, thought and knowledge.</blockquote><br /><br />Cito también algunas de las frases enunciadas por el propio Stefan cuando niño, rescatadas por su padre:<br /><br /><span style="font-style:italic;">Fiffty Maks a crown (Price description, bound up with the idea of being "expensive")<br /><br />Thirteen (price description, tied up with the idea --not expensive)<br /><br />When Dora told him a story about a little mimi (or small children) and said: "Then they went into a garden and there were lots of Berli podots and then they were very happy," Stefan says: "Not, only a little."<br /><br />We were away from the house --this was after several days in which I had pressed very strongly for peace in the apartment because of some work I was doing --he is alone in the kitchen with Grete. He says: "Grete be very quiet. He must do his work now. Very quiet." With that he ascends the dark staircase, opens both doors and goes into his dark room. When Grete comes after him some time later, she sees him standing quiet still in the darkness. He says: "Grete do not disturb him. He really has to work."<br /><br />To children, who are in a strange garden calling for "mommy," he says, while he is with her mother: "But children what are you thinking, Steffe is still with a mommy."<br /><br />In the strongly yellow light that accompanies storms the sun's rays reflected on the path. Stefan said: the sun has painted the ground.<br /><br />When I went into the room to insist that he be quiet, he says loudly, after I left again: "The bird there (or: the bear) always comes in the room. The bird should not come in there. It is my room. The room will be spoilt. The whole room spoilt. I also shouldn't be disturbd, I have work too." <br /><br />Dora: Do you not like Aunt Mia (the kindergarten teacher) at all. But she is so good. Why do you not like her? Stefan: I don't like her, because I don't like going to kindergarten.<br /><br />He called condensed milk "white jam."<br /><br />"Potatoes" [<span style="font-style:italic;">kartoffel</span>] he calls his own little bones [<span style="font-style:italic;">knöchel</span>] and offered them up to be eaten.<br /><br />Is there much enough snow?<br /><br />Stefan entered a room while Dora was crying. He saw tears on her face. He says: "It's raining here in the room --the little angels must have poured out water up above, to make it rain in the room."<br /><br />Mumm, what have I got in my foot? "Flesh and bones" How do the bones get into my foot? "They grew there" And I ate the flesh.<br /><br />"Mummy, tell me a story." Oh, but I don't feel like it right now. "Oh go on, tell one, I feel like it." Well then, you tell one? "No--but--there--I have just thrown the feeling into your mouth--now you tell it."<br /><br />"You flies don't bite people. People are not there for biting. They are there for living but not for biting."<br /><br />He comes up from the garden, rings the bell, but has to wait for quite a long time. When Dora then open the door, he says: "Yes yes that what is like with stupid people. Yes yes that's what it is like with stupid people. First they are good and then they don´t open the door."<br /></span><br />Más de una vez me he preguntado con D. qué habría sido de Benjamin si hubiera podido franquear con vida la frontera en Portbou, ¿qué otras obras hubiera escrito? Las imágenes mentales que uno se hace respecto a su muerte son arrebatadoras, dramáticas. No sé qué tan ficticias, exageradas o artificiales son las que mi mente construye en torno a ese triste suceso. Yo, al menos, imagino esa maleta llena de los legajos que Benjamin guardó con el mayor de los celos durante su tortuoso recorrido por los Montes Pirineos repletos de nieve, arribar a Portbou rumbo a lo que se suponía su liberación final y volar la alambrada (un producto ficticio más que mi mente también construye, no lo sé), para ir a parar a manos de otro hombre que pudo, a su vez, entregarlo a otro hombre y así sucesivamente, formando la intrincada red que contribuyó a preservar su pensamiento y que hoy nos llega en bellos libros de pasta dura (y aquí, recuerdo una reciente confesión que bien puede ser un homenaje póstumo para Benjamin. P. me platicaba que existía un personaje en la Facultad de Filosofía y Letras encargado de fotocopiar y empastar con la mayor delicadeza posible, la reciente traducción al español de <span style="font-style:italic;">Das Passagen-Werk</span> por Akal y, permitir así, que sus estudiantes-admiradores pudieran acceder a una versión acorde con el tamaño de sus bolsillos).<br /><br />Leí el capítulo <span style="font-style:italic;">Opinions et Pensées</span> y otra dimensión más de Benjamin me fue ofrecida. Más que la del padre, la del hombre enamorado de la vida y sus misterios. No sé si a quienes lean esto les gusten o no los niños. Una vez que logro abatir el estrés, el cansancio, la casi permanente falta de tiempo, las urgencias y las necesidades, el futuro apremiante, soy capaz de poner en práctica eso: mirarlos a los ojos, entrar en su propio misterio, comenzar a jugar...<br /><br />Me gustan los niños pero más me gustan los hombres que los admiran. Los que son capaces de volverse, a su vez, niños con ellos; de entablar una conversación que abre puertas al universo. Hace unos días, a punto de acostar a los míos, me extasié al contemplar la siguiente escena: Guido y Tomás deleitados, alucinados con D., quien les había construido una historia sobre la vida reciente de nuestro gato; una historia que resultaba ser un símil de la vida escolar de los humanos sólo que traducida en las miniaventuras felinas de Joe. Guido y Tomás entraron de lleno al juego, inventaron más aventuras que luego eran completadas por otras ocurrencias que D. añadía sin cesar. El juego duró varios días, cada vez que Guido y Tomás lo traían, de nuevo, a su infantil memoria. Fue, para mí, de los momentos más felices de mi reciente vida.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-16352803669761657872009-02-22T09:20:00.000-08:002009-02-22T19:46:48.768-08:00Tábula rasa<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SaGL1466hlI/AAAAAAAAAIY/bujoVMnHkrI/s1600-h/Ventura.JPG"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 294px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SaGL1466hlI/AAAAAAAAAIY/bujoVMnHkrI/s320/Ventura.JPG" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5305675593947973202" /></a><br /><br /><br />En recientes fechas y a raíz de la polémica inauguración del MUAC, se ha desatado un embate que pretende ser, ante todo, intelectual, pero que tan sólo refleja la pobreza cultural de nuestra sociedad. Más allá de la discusión tras bambalinas en los pasillos del resto de los museos que la UNAM cobija y que vieron en este nuevo proyecto el desahucio presupuestal que bien podría haber sido repartido entre el Chopo, la Casa del Lago, Universum, el Museo de la Luz y otros; más allá de la mordaz aunque siempre endeble crítica de un sector que se dice "especializado" y que no es más que la rapiña periodística de medios masivos que detentan su "carácter crítico" y que vieron en los números financieros y patrocinios detrás del proyecto museal un juego añejo, molesto y siempre efectivo en aquellos que gozan al leer cifras y poderes comprometidos para con la que se precia de ser nuestra máxima casa de estudios; más allá de si el espíritu creativo de Teodoro González de León se ha visto disminuido, si copió o no la carcaza de un museo japonés, si el bestial edificio rompe de manera abrupta, o bien, se inscribe dentro del modelo arquitectónico proyectado y armado por Pani, del Moral, O´Gorman y García Ramos, entre otros (y a todos los puntos anteriores, habría que sumar esta cruda guerra subterránea que el poder neoliberal mantiene con la UNAM hace varias décadas), yo festejo la articulación de semejante proyecto. <br /><br />Me precio todavía de no perder la fe cuando una universidad, con los problemas bestiales que todos conocemos, es capaz de erigir, bajo la dirección de una mujer por demás experimentada en la historia museística y de la gestión cultural reciente en México, un museo que, además de ser escandalosamente contemporáneo es, además, universitario. Si la UNAM, representada por De la Fuente, gestor del proyecto en sus inicios de la mano de Graciela de la Torre, debió de emprender la estrategia de manera distinta, podría ser el tema de otra entrada. Lo único que acotaré al respecto es que sólo alguien como De la Torre podría haber sido capaz de procurar los fondos necesarios dentro de los intrincados estatutos legales de la UNAM en un tiempo que, aunque fue numerosas veces postergado, se antoja milagroso. Y aquí, recuerdo el número de años que el departamento legal se tardó en revisar un acuerdo celebrado con Hewlett Packard tan sólo para insertar un equipo abierto al público en Universum, patrocinado por la anterior firma: más de ocho años para dos metros cuadrados.<br /><br />Independientemente de las aristas ya citadas, este amplio sector de detractores obtuvo en <span style="font-style:italic;">Cantos Cívicos</span>, la pieza de Miguel Ventura, la cereza del pastel. Una pieza que, en mi muy particular punto de vista, no destaca dentro del promontorio actual de obras provocadoras de las buenas conciencias -coincido con una opinión reciente al respecto: "esta pieza no es más que una versión <span style="font-style:italic;">extra light </span>de cualquiera de las obras de Thomas Hirschhorn"-; una pieza que, para quienes conocen la obra de Ventura, tan sólo se suma al común de las obras creadas por él mismo, iconográfica, formal y discursivamente hablando. El día que asistí a conocerla, me pareció interesante, puedo decir que hasta me divirtió, pero no me percaté de las omisiones que tanto han servido a los detractores y que se relacionan con el Holocausto judío o ciertas prácticas antisemitas; tampoco sentí resquemor en quienes como yo, se sumaban a explorar las entrañas de este laberinto multiforme. (Salí devastada, eso sí, de la pieza de Hirschhorn en el Museo Tamayo, al tiempo que me pareció inmejorable por su resolución. La sensación y las reflexiones que de esa experiencia se desprendieron, duraron los mismos días -más de cuatro, al menos- que lo que me duró el trauma luego de ver el <span style="font-style:italic;">remake</span> norteamericano de <span style="font-style:italic;">Funny Games</span> de Michael Haneke en una pequeña sala de cine habilitada para la prensa). <br /><br />Ahora tan sólo elucubro lo que estos supuestos intelectuales y "periodistas especializados" opinarán del pabellón mexicano y la obra de Teresa Margolles en la futura edición de la Bienal de Venecia. Pero no, supongo que muchos de ellos ni la conocen como tampoco saben del antaño colectivo SEMEFO al que la artista pertenecía. Ellos que se precian de saber tanto de letras y artes contemporáneas como de política -y me refiero concretamente a las desafortunadas plumas de Enrique Krauze, Soledad Loaeza, Leo Zuckerman, Isabel Turrent y otros supuestos periodistas de mucha menor ralea que ni vale la pena mencionar-, en su vida habían oído mencionar el nombre "Miguel Ventura" durante sus comidas de negocios, en sus escritorios, en sus juntas de redacción. El nombre de un artista con una amplia, amplísima trayectoria dentro del arte contemporáneo no sólo a nivel nacional, con un estilo por demás fácil de identificar y una retórica presente tanto en <span style="font-style:italic;">Cantos cívicos</span> como en el corpus general de su obra, misma que plantea sus inquietudes particulares respecto a los estereotipos de la cultura global y las parodias que de ellos hace, como también de la hegemonía social tradicional de este lado del mundo; hegemonía que se disuelve por segundos pero cuyo disfraz delira aún y se vuelve fácilmente identificable en eventos católicos en torno a los más altos valores familiares, organizados por los altos jerarcas de la iglesia e inaugurados por el más alto jerarca del estado.<br /><br />Vuelvo a la Bienal de Venecia. Difícilmente creo que Krauze o Loaeza o Turrent destinarán, de menos, un párrafo para desarmar lo que muchos consideran feo, vago, insidioso. Algo que está tan lejos del culto al arte dieciochesco (decir decimonónico sería muy <span style="font-style:italic;">avant-garde</span> para ellos) tan lleno de virtuosismo y artificio: el mismo artificio que enmarca sus vidas en una burbuja que es, por supuesto, ajena a las muertas de Juárez, los vendedores ambulantes y los campesinos muertos de hambre al interior del país. Ellos quisieran ver en el Centro Histórico, el <span style="font-style:italic;">downtown</span> a la Manhattan que Slim nos prepara hace años, cuanto antes. El subempleo y la explotación son cuestiones menores pues, como a Calderón, no les imputa responsabilidad social ni cívica alguna. Con que se viera limpio ya estarían felices, sus buenas conciencias descansarían. <br /><br />¿Por qué les afectó tanto la obra de Ventura? Porque ellos sí nos recuerdan el Holocausto en sus textos pero no levantan su indignación ante el genocidio palestino. Representan a los descendientes que, pese a ser los sobrevivientes de un momento histórico deplorable, padecen de amnesia histórica y ahora ostentan altos cargos en las empresas e instituciones que día con día, nos hacen más pobres y más ignorantes. Forman parte de la desgraciada camarilla encargada de desviar los ojos y oídos de una sociedad por demás apática y réproba a discusiones que, a mi gusto, no tienen la mayor trascendencia y se alejan de los problemas reales por los que habría que tomar partido aquí, frente a nuestras narices. Bien dice Ventura: "Mientras en Copenhague o en Estocolmo se hacen exposiciones minimalistas maravillosas, en Irak están cortando cabezas. Eso es perversión, yo no." Dicha camarilla todavía pretende orientar, con sus probadas medidas patriarcales, a los directivos del MUAC respecto a si la pieza genera lagunas históricas en quienes la vean y desconozcan los episodios de la historia mundial a los que "Cantos cívicos" hace referencia.<br /><br />Para finalizar, me sorprendió, por fortuna, que Teresa del Conde hablara en términos muy claros, sin la pasión trasnochada de los ya citados, sobre la pieza de Ventura mientras que Raquel Tibol nos vuelve a comprobar que es una de las mejores críticas... del Muralismo Mexicano. Lo que es deleznable es esta campaña en contra de las múltiples facetas del arte contemporáneo por feo, por contestatario. En una carta que envié hace algunos meses al suplemento cultural del periódico <span style="font-style:italic;">Milenio</span>, hacía ver mi preocupación respecto a la clase de periodistas que opinan a destajo y que luego son leídos por el posible público de esos museos. La carta, por supuesto, jamás fue publicada, como tampoco lo fueron todos los comentarios bien pensados que muchos enviaron al blog de la redacción de <span style="font-style:italic;">Letras Libres</span> en contra de Krauze y sus huestes.<br /><br />No cabe más que recordar a Maquiavelo, a Montesquieu, a muchos otros que, de seguro, son sus autores capitales, están en su buró para ser consultados como suerte de oráculos. Puede ser que no nos demos cuenta pero se trata de un desmantelamiento procaz, premeditado, constante y certero de todo aquello que no cabe dentro de una "buena sociedad". Y, sin embargo, el escándalo ocurre ante una pieza que no llamaría menor pero sí común. Y he ahí lo triste: somos una sociedad que no alcanza siquiera a articular una crítica de altura, nos seguimos rompiendo las vestiduras por nada; seguimos siendo aquella que, hace más de una década, irrumpía en el MAM para boicotear la inauguración de una exposición compuesta por Vírgenes de Guadalupe con rostros en forma de balones de futbol.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-40368748563014660652009-02-13T09:48:00.001-08:002009-02-13T10:12:34.765-08:00Tomás de las Maravillas<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SZWzOUP7q3I/AAAAAAAAAIQ/ChK3CWojTGM/s1600-h/Monkeys.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 240px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SZWzOUP7q3I/AAAAAAAAAIQ/ChK3CWojTGM/s320/Monkeys.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5302341194833701746" /></a><br /><br /><br />A Franky.<br /><br />Ayer mientras manejaba me acordé del siguiente escrito, el cual escribí hace poco más de tres años. En aquel entonces, la vida me vapuleaba, eso sentía yo hasta que pude quedarme en silencio y escuchar que, detrás del miedo, se encontraba la gran oportunidad de ser quien yo quería ser. Ayer también, alguien me lo volvió a recordar y por eso le dedico el siguiente relato escrito hace poco más de tres años desde el corazón. <br /><br />Gracias F.<br /><br /><span style="font-weight:bold;">TOMÁS DE LAS MARAVILLAS<br /></span><br /> El embarazo trajo alas a la cabeza de mi madre. Cuando llevaba 7 meses de ingravidez con mi hermano mayor, mi abuela materna la llevó un domingo a encomendar el fruto de su vientre a la mismísima Basílica de Guadalupe. Mi madre, presa del fervor multitudinario, el olor a incienso y la comezón en el vientre turgente, con todo y que no se consideraba a sí misma, originalmente guadalupana, contectóse a la madre de todos los mexicanos y repitió una vez más el rito nacional por medio del cual unió a mi hermano con todas las generaciones predecesoras, atascadas de hombres y mujeres felices y tristes, mártires y cínicos, sufridores, tequileros, sumisos, libertinos, mariachis y culpígenos mexicanos. En resumen, prometió que si mi hermano nacía con bien, llevaría su nombre. Fue así como mi hermano mayor fue sumergido en la pila bautismal, con el nombre de Guido Guadalupe. Hasta ese momento, mis padres no habían reparado en que el primer nombre de origen teutón, significaba ¨líder¨. Lo encontraron meses después de desvelos, embelesos, pañales y arrullos interminables, en un diccionario de nombres propios. Fue así como a mi padre se le ocurrió también inaugurar el discurso bautismal de su primer hijo, de pie, frente a todos los invitados a la celebración, con la frase categórica: Guido, de quien algún día deseamos se convierta en un líder…un guerrero del amor. Cosa extraña: ¿casualidad quizás, que se juntaran en él, la noción de líder con el nombre, ahora suyo también, de la guía espiritual de todo un país?<br /><br /> En los nombres, diría Jodorowski, no existen las casualidades. Ejemplos de ello en mi familia son varios: Una de mis bisabuelas paternas se llama Esperanza Amelia. Una de mis bisabuelas maternas, viviendo del otro lado del casco terráqueo, fue bautizada en épocas simultáneas, también con el nombre de Amelia. Va otro: Mi abuela materna es chilena y se llama María Angélica. Una tía política de mi padre tuvo a bien, casarse con el tío sanguíneo de mi padre durante una misión diplomática en Santiago de Chile. Fortuito quizá, que fuera chilena y se llamara también, María Angélica. Va un tercero: Mi abuela paterna se llama Eleonora. A mi madre, mi abuelo estuvo a nada de llamarla así, de la misma manera: Eleonora. Pero por común acuerdo con mi abuela materna, la llamaron María Paz. Dice mi madre que en su nombre lleva la paz que le falta. No por nada, de pequeña, el resto de los locatarios del centro comercial donde mis abuelos tuvieron su primera librería, la llamaban María Terremoto…la imagino revoloteando como un torbellino, unas veces rosa, otras veces de mil colores que cambiaban en formas pixeleadas y caleidoscópicas, cruzar el umbral de las puertas de boutiques y cafeterías, ultramarinos y bancos, con la misma facilidad con la que lo hace Guido ahora, más de 30 años después…mi guía y hermano mayor.<br /><br /> Casualidades en los nombres y en la procedencia de las familias que se unieron para darnos vida a nosotros. Un día, mis padres cayeron en la cuenta de que nombraban a los orines humanos de la misma forma. No le decían pipí. Decían pichí. Mi madre rió sorprendida ¿Cómo es que le dices así si eso sólo lo saben los chilenos? Fue así como, adentrándose en los supuestos orígenes de la saga familiar, dieron con los huesos de ancestros paternos que descansan en el nódulo de parte de mi familia paterna: Ometepec Guerrero, ruta de paso rumbo a la fiebre del oro hacia California, donde muchos sureños, entre ellos varios chilenos, hicieron una parada supuestamente intermitente en esas tierras que luego cimbraron con ritmos y bailes nostálgicos que recuerdan a la Cueca pero que en la Costa Chica, los llaman ¨Chilenas¨, en honor a sus importadores. Va el último: Zapata es uno de los apellidos de la familia de mi padre. ¨ Nada tan chileno como un apellido Zapata ¨, exclamó mi abuela chilena al oírlo mentar por primera vez.<br /><br /> A mí me fue mejor con la repartición de nombres. El mío es más poético. Yo me llamo Tomás de las Maravillas con todo y que a mis padres se les olvidó recordarle al padre Carlos, repitiera en la pila bautismal, de la misma manera que lo hiciera dos años atrás, con el nombre de mi hermano Guido Guadalupe. Mi madre volvió a repetir la misma fórmula, esta vez en Puebla, con el vientre hinchado de nuevo y un niño a cuestas: mi hermano. En aquella ocasión, iba toda la familia, como todos los años, en procesión panatenaica, a comprar dulces poblanos a Sta. Clara y llevar a las más viejas de la familia: dos chochas nonagenarias, mi bisabuela Esperanza Amelia y mi tía bisabuela Carmen, a que visitaran al Milagroso Señor de las Maravillas. Mi madre, quizás no tan emocionada como la primera vez en que decidió invocar a los espíritus protectores en medio de una multitud cosmopolita; más movida que conmovida, por el celo de una tradición que ella misma había decidido iniciar; más consciente también, de los mitos que envuelven a la maternidad; tocada en esta ocasión por los apuros económicos, las ojeras y la realidad, que distaban mucho de las primeras tertulias psicoprofilácticas y los ejercicios visuales de ese primer embarazo donde se veía ella, enseñándole a sus hijos, los nombres de las estrellas, los colores jaspeados del horizonte y la lluvia matinal. En esta segunda ocasión mi madre ya sabía lo que era ser madre. Lo que se sentía en ocasiones, cuando se está más enamorada de un hijo que del hombre que se lo hizo y lo triste que era acostarlo, lamentándose de que faltaran tantas horas para verlo amanecer. Pero a la vez, lo corta que se le antojaba su libertad, la cantidad de metal que oía correr, como en los spots de la Lotería Nacional cuando el niño disfrazado de botones, le da la vuelta a la rueda. Y oír cómo esas monedas corrían y corrían en marejadas interminables, puertas afuera de nuestra casa. Decidir dejar el trabajo para quedarse con los hijos pero no tener dinero para comprar un helado en el parque. Tener el coche estacionado afuera porque faltaban escasos días para la quincena, y la gasolina. Tener que fingir demencia o temprana senilidad postparto ante los avisos de la educadora pues a mi hermano, hacía semanas que los zapatos le apretaban… Ir cada 15 días al pediatra. Y sin embargo, el milagro de la vida decidió repetirse. Mi madre fue tan valiente como para con todo y avisorar unos pocos años de premuras, pedirle a mi padre la embarazara de nuevo, ¨justo para que se llevaran dos años exactos¨. Mi hermano y yo nacimos en el mismo mes con dos años y días de diferencia. Fue mera cuestión de cálculo biológico. Mi madre supo sentir el día exacto de ovulación y ese día sucedió. 41 semanas después nací yo: Tomás de las Maravillas. En mi nombre no llevo quizás la fuerza de las hazañas futuras que de mi hermano esperan: ahora luchas con dragones, con enemigos imaginarios, mañana quizás combatir en nombre de una causa… ser el guía. En mí, como mi nombre lo dice, se volvió a repetir la maravilla del milagro; el milagro de la vida que es más fuerte que cualquiera; que cualquier súplica, que cualquier imprecación; que cantidad de legajos tumultuosos acumulados para dar fe a los milagros de tal o cual beato o santo y que son enviados a la Curia Romana para su validación. En mí, se repitió el milagro más grande del hombre. <br /><br /> ¿Mi madre? Sigue con las alas puestas en la cabeza y en los ojos, en el corazón y en el alma. A veces no la vemos tanto como quisiéramos pero pasa y nos deja polvo plateado en las manos. Atrás quedaron los años de renuncia y pesares. Ahora es otra nuevecita. La misma pero nuevecita. Le vibran los ojos, le tiemblan de intensidad las manos y entre ella y nosotros pasan constelaciones iridiscentes. Las mismas que prometió nombrarnos cuando nos llevaba en su vientre. Ahora las nombra en silencio, para ella y para nosotros, susurrando quedito, en un lenguaje críptico que sólo ella, yo y mi hermano sabemos descifrar. Mi madre vuela. Se posa de pronto entre los dos, no siempre el tiempo que nosotros quisiéramos pero algún día nosotros volaremos igual y ella no quiere esperarnos desde ahora como toda una lista generacional de mujeres con sueños derribados. La escucho con su risa cantarina, su risa que se vuelve niña. Regresa la María Terremoto, se descubre a sí misma y no olvida quién ha sido desde siempre. Una amiga suya le decía hace tiempo: ¨La gente no cambia, tan sólo se encuera¨. Es ahora mi madre la que se quita los trajes de madre abnegada, de hija responsable, de mujer culpable. A ratos, la asaltan y la quieren volver a tener presa del disfraz. Pero ya no. Mi madre decidió quemarlos y volverlos ceniza.María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-602866615137997325.post-57363256196550697552009-01-29T10:03:00.000-08:002009-01-29T12:05:00.461-08:00Ya nada es igual<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SYH4n_rWR4I/AAAAAAAAAII/yYgmZHhuluk/s1600-h/rubens_peace.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 219px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_ZG521iXfxmQ/SYH4n_rWR4I/AAAAAAAAAII/yYgmZHhuluk/s320/rubens_peace.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5296788002756249474" /></a><br /><br />El pasado lunes leía a Arnold Hauser a propósito de una sesión que debía preparar sobre el arte en el Barroco. En uno de los últimos párrafos del capítulo, el autor cuenta la forma en que el contundente hallazgo de Copérnico al afirmar que nuestro sistema era en sí, heliocéntrico, permeó gran parte de las obras de dicho periodo:<br /><br /><blockquote></blockquote>“El hombre se convirtió en un factor pequeño e insignificante en el nuevo mundo desencantado. Pero lo más curioso fue que, ante esta nueva situación, adquirió un sentimiento nuevo de confianza en sí mismo y de orgullo. La conciencia de comprender el Universo, grande, inmenso, implacablemente dominador, de poder calcular sus leyes y con ello de haber vencido a la Naturaleza, se convirtió en fuente de un ilimitado orgullo hasta entonces desconocido (...) Todo el arte del Barroco está lleno de este estremecimiento, del eco de los espacios infinitos y de la correlación de todo el ser. La obra de arte pasa a ser en su totalidad, como organismo unitario y vivificado en todas sus partes, símbolo del Universo. Cada una de estas partes apunta, como los cuerpos celestes, a una relación infinita e ininterrumpida; cada una contiene la ley del todo.”<blockquote></blockquote><br />Como muchos saben, los marcos teóricos de Hauser han sido superados y/o ampliados por sus sucesores. Sin embargo, a pesar del materialismo histórico a veces frío que corre por sus venas, en estos pasajes se adivina una pasión irreflenable al hacer teoría; una postura que va <span style="font-style:italic;">in crescendo</span> hasta ser cerrada por él con bombo y platillo. <br /><blockquote></blockquote>"Cada línea conduce la mirada a la lejanía; cada forma movida parece quererse superar a sí misma; cada motivo se encuentra en un estado de tensión y de esfuerzo, como si el artista nunca estuviera completamente seguro de que consigue también expresar efectivamente lo absoluto. Incluso detrás de la tranquilidad de la vida diaria representada por los pintores holandeses se siente la intranquilizadora infinitud, la armonía siempre amenazadora de lo finito."<blockquote></blockquote><br />Ese mismo lunes pensé en el hombre anquilosado en aquella época, sujeto de una gran consternación al verse desprovisto de lo que había sustentado su existencia por siglos. No sólo la institución de la iglesia, antaño intocable, sino también los dogmas teológicos cuestionados por los reformistas, y la ciencia hasta entonces contenida e inamovible, era derrocada en sus preceptos más irrefutables. Aquel hombre promedio era incapaz de vislumbrar qué seguiría. Apabullado quizá, tan sólo alcanzaba a contemplar la virtuosidad de Bernini o la sincera claridad de Vermeer. Con dificultad hubiera imaginado la caída de sistemas económicos, de gobierno y de pensamiento. Menos aún la conquista del espacio, las imágenes de Marte capturadas por un satélite artificial. <br /><br />Al día siguiente, otro tema nos competía en clase: La prehistoria del arte contemporáneo, presente en los sustratos decimonónicos. A razón de leer las opiniones de curadores respecto a si el arte contemporáneo se rige o no por un determinado marco de reglas, recordé de nuevo los usos y formas prevalecientes en los tiempos de las Bellas Artes. Aquéllas que, como les explico a los alumnos, se escriben en mayúsculas doradas y se exhiben en una marquesina. Recuerdo de forma muy general el sistema de valores que regía la vida de la sociedad del Medioevo o la del Neoclásico y, aunque cliché, me vuelvo a preguntar ¿cuáles son los retos a los que se enfrenta la sociedad actual? (aún cuando muchos de éstos nos los sepamos de memoria). Recordé, asimismo, pasajes de la colección redactada por Georges Duby ¿Cómo podría haberse imaginado el futuro una mujer del antiguo Imperio Romano? Me la imaginaba a ella en contraste con la mujer promedio de la sociedad actual –si es que existe–, ¿cuáles eran sus preocupaciones?, ¿serían las mismas que ahora?, ¿cuáles habrían cambiado y cuáles subsistían como las más importantes?<br /><br />Mientras transcurren los días de la semana, a la quiebra de los bancos estadounidenses le sigue la de los islandeses y los encabezados de las primeras planas recuerdan el Apocalipsis de San Juan. Nadie hubiese imaginado que el neoliberalismo alcanzó incluso a los grandes carteles del narcotráfico y que ahora se geste una batalla intestina contra los pequeños -"los piratas"- con tal de reorganizar el control del mercado. <br /><br />En nuestro barrio, un grupo de chicos de la cárcel de menores se amotina. Los menores se quejan tanto de los malos tratos como de las pésimas condiciones del internamiento. Cuando pasamos enfrente del Tutelar, no entendemos el despliegue de seguridad: alrededor de cien granaderos, ambulancias y camiones de bomberos para intentar contener a lo que se cree fue la tercera parte del reformatorio en rebeldía. Eberard anuncia esa misma noche: "Todo bajo control". Sin embargo, pasan los días y un helicóptero policíaco vuela en círculos bajos sobre el techo del edificio mientras mi hijo de nueve años me reclama que ya es hora de que él tenga un perfil en facebook.<br /><br />¿Alguien me puede decir qué sigue?María (ahora en paz)http://www.blogger.com/profile/02929945048701649046noreply@blogger.com2