martes, 4 de marzo de 2008

De las citas con el pasado

Acabo de encontrar este texto. Hace casi un año de él. La vida sonríe de nuevo. Sólo queda pedir que se estacione ahí, en la sonrisa, por mucho tiempo más.



Recuerdo el poema de Sylvia Plath. Mi sombra brota de las orillas de mis pies tan pronto me levanto de la cama. No tengo a quien abrazar por las noches. Entonces, me acurruco en los meandros que dibujan las almohadas, dispuestas como dos dunas solitarias en medio del paisaje desértico de mi cama.

Los cuerpos de mis niños son los que ahora rompen con la sinfonía que pareciera proseguir ad infinitum. En la punta de la mañana, se acercan y se recogen. Juntos, construimos conchas con las superficies cóncavas de nuestras manos aplatanadas sobre la franela, inmóviles. Los diminutos dedos de los pies son cuentas de un rosario prístino y azulado, coloreadas por la noche que nos abandona.

Por ahora sólo queda arquearse en silencio, contemplar los laberintos radiales que hacen los cabellos, asesinados por el aplastamiento. Inminente muerte que a todos aqueja, primero aquí, luego en las baldosas del baño matinal, arreciando evadirse en el huracán que desaparece por la coladera.

Ya no más compañía por hoy, sólo el abrazo maternal al tiempo del aire que, imperceptible, se cuela por los ojillos de las narices, en la espera del eco en el fin de los tiempos (pero no en el Apocalipsis).

3 comentarios:

David Miklos dijo...

Me gustó mucho esta entrada. Mucho. Te abrigo, corazón. Así las cosas.

El horrible gato negro dijo...

me encanta la foto!

El horrible gato negro dijo...

me encanta la foto!