lunes, 23 de junio de 2008

Una pregunta naive



El jueves pasado, mientras hojeaba el periódico, me encontré con una imagen por demás abrumadora. Se trataba del oso polar que pudo sobrevivir al desorientado viaje que lo llevó desde su terruño -al parecer, Groenlandia- hasta las costas islandesas. Como muchos saben, el gobierno islandés dio luz verde para que masacraran al animal, en vista del peligro que representaba para los seres humanos asentados en las zonas aledañas al paraje que el oso ocupó durante su exangüe exilio. Más de sesenta personas, entre curiosos, ecologistas y pacifistas, veterinarios y guardias, presenciaban las rondas de la solitaria bestia. Lo bautizaron Ófeig que en islandés quiere decir "el que no debe morir". Minutos después de su muerte, su cuerpo aún caliente -una mancha blanca y peluda que yace en el pasto de un país al que todos nos imaginamos verde y pétreo-, violado por todos. En los videos de youtube se alcanza a apreciar la manera en que algunas personas intentan abrir sus fauces, comparar el tamaño de su mordida con el de un teléfono celular. Incluso, hay quienes osan posar para la foto del recuerdo. Guardias o cazadores neófitos, no lo sé. La inmortalidad a través de la muerte, pienso yo.



Coincidencias de la vida. Ayer, mientras esperábamos la apertura de la sala de cine, D. me hizo reparar en una cita de Mahatma Gandhi que encontró mientras leíamos una revista: "Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en la que trata a sus animales". Esperábamos ver el último film de Julian Schnabel, "La escafandra y la mariposa". El film aborda los últimos meses de vida de Jean Dominique Bauby, otrora editor de la edición parisina de la revista Elle hasta 1995, año en que sufrió un infarto cerebral. A raiz de la tragedia, Bauby sólo podrá comunicarse por medio del único músculo que puede mover: su párpado izquierdo. Extraño como pueda sonar, gracias a su aleteo, una suerte de aleteo similar al batir de las alas de una mariposa, Bauby escribirá un libro con la ayuda de una devota amanuense que traduciría los movimientos en palabras, reuniendo así, letra por letra, la memoria y la imaginación de Bauby. Diez días después de la aparición del libro, Bauby muere en un hospital de París tras permanecer confinado los últimos meses de su vida en otro, a orillas del mar.



Extraño periplo el de ambos personajes, Ófeig y Bauby. Uno más fructífero que el otro. Aquel, encerrado en su cuerpo, pudo escribir un libro cuya primera edición se agotó a escasas horas de su entrada en librerías. El otro, a pesar de haber cruzado el gélido océano a nado durante días y, poder así, llegar intacto a tierra firme, murió unos días después sin mayor homenaje que un nombre fatídico y las fotografías de su hermoso pelaje blanco, ahora ensangrentado.

Aunque extremadamente naive me vuelvo a preguntar sobre el futuro de la especie humana; sobre el sentido de la vida misma. Un mundo donde existen, a la par, hombres como Bauby, mujeres como Evelyn Glennie, capaces de confrontar cualquier tipo de discapacidad. No sucumben a ellas. Por el contrario, las trocan por dones aún más grandes. Para muestra, un botón:



Glennie es una percusionista inglesa que quedó sorda a la edad de siete años. En una entrevista, Glennie responde con una modulada voz que no levanta ni la menor sospecha alrededor de su sordera, cómo es que logra interpretar la música con esa inigualable delicadeza. Glennie no sólo lee las notas. A través de los años fue desarrollando una habilidad para percibir el impacto de los sonidos en distintas partes de su cuerpo. Al igual que a Bouby, la fatalidad no la hizo rendirse.



La próxima vez que vea a A.H. le preguntaré cuál es su fórmula mágica para resistir los embates de la vida. Esa misma que es tan contradictoria como rica. Susana, mi ex terapeuta, respondió alguna vez a mis atribuladas preguntas sobre el sentido de la existencia. Para ella, no hay más que lo que denomina de forma personal "La apertura a lo desconocido". Es la era de Acuario pero, a la vez, la del sobrecalentamiento global; la edad del consumo desmedido coludido con la hambruna de regiones enteras. Todos estos incidentes, presentes en la etapa que pasará a la posteridad como aquella en la que hasta las más férreas teorías genéticas y físicas se desmoronan como figuras históricas endebles; terruños de harina que no son mas que islotes minúsculos en medio de un cosmos que ahora se admite, en eterna expansión. El fin de la historia.