domingo, 12 de julio de 2009

La Duda



Anoche D. y yo rentamos La Duda pero, como ha sido costumbre reciente, me quedé dormida en el minuto uno. Hoy, antes de intentar verla de nuevo, leía sin ninguna intención premeditada un texto en torno a la duda y la inocencia, esta última sinónimo de la verdad aunque en estos tiempos nos cueste creerlo.

Durante la película recordé todas las veces en que he dudado, en que he tenido una suerte de presentimiento o premonición, misma que fue comprobada. Me sentí perdida de nuevo, justo en el momento exacto en el que Sister James (Amy Adams) se siente completamente desorientada y hace caso de lo que sus ojos miran más no de lo que su corazón vislumbra.

Segundos después, vino la calma. Pude ver a través de los ojos de quienes, según yo, me habían dañado, la luz de la inocencia: la de mi padre, la de otras personas menos o más importantes en mi vida pasada y en la actual. Deseo quedarme con eso, pues lo contrario sólo hace daño, sólo hiere el corazón: el único instrumento mediante el cual realmente podemos ver.

Quiero conservarme así, mantenerme limpia e inocente, tener la capacidad de transmitir eso a mis hijos. ¿Qué otra cosa es más importante que eso? Sólo la verdad que, a final de cuentas, resulta ser lo mismo.

(Abajo, los lienzos del portentoso Frans Hals, los cuales recordé al ver esta grandiosa película. Quienes ya la hayan visto sabrán a qué me refiero. Y quienes no, sembrará curiosidad en ellos para que corran a verla).