lunes, 12 de enero de 2009

Mi Top 10


Hace algunas noches tuve el siguiente sueño: tanto Juan Antonio como Alejandra y yo, acostumbrábamos pasar la noche en los museos de forma clandestina a manera de pasatiempo. Uno de los propósitos de la aventura, era echarnos un Tokaji aunque, en el sueño no se trataba del dulce vino húngaro sino de un “tokaji” de otra clase (¿?). En dicha ocasión, pernoctamos en el Museo Nacional de Antropología e Historia. Por algún motivo, yo conocía al director del museo que, más adelante, sería un importante político. Mientras dormíamos en alguna de las salas a oscuras, un spot de luz se dirigió repentinamente hacia nosotros, dejando al descubierto nuestro presunto delito. En el operativo se encontraban varios policías, otros miembros del personal del museo y el mentado director, quien se dirigía a Alejandra para reprenderla y preguntarle en qué cabeza cabía semejante actividad y cuáles eran las razones que nos llevaban a hacer aquello.

La respuesta de mi amiga A. fue completamente inesperada. En lugar de responder y pedir disculpas como yo esperaba, de pronto A. se posesionó en el papel de una guía para visitantes y comenzó a lanzarle una perorata etnohistórica al director que dejó a todos completamente trastornados. Mi amiga A. lo hacía tan bien y fue tan sorpresiva su respuesta que, de pronto prorrumpí en ruidosas carcajadas a la medianoche. Me desperté y, por supuesto, desperté a D. también, quien no entendía nada. Lo que recuerdo es que no podía parar de reírme. Incluso trataba de volverme a dormir pero, tan pronto volvía la escena a mi cabeza de mi amiga A. poseída por una guía fantasmal del museo, volvía a reír tan fuerte que no recuerdo haberlo hecho nunca con semejante energía.

A la mañana siguiente, recordaba la escena a la perfección. Le pregunté a D. si escuchó mis carcajadas. D. no sólo me dijo que sí sino que mi risa era una distinta a la ordinaria. Sonaba como una risa infantil, totalmente limpia y genuina, sin rastros de contaminación adheridos por el uso de las formas en vigilia, el temor al ridículo u otras convenciones. Tal parecía que la risa se originó, como todo buen sueño, en lo más profundo de mi inconsciente.

Como casi todos los que se jactan de tener sueños vívidos, recuerdo haberme despertado entre gritos y también en medio de sollozos, sudando de miedo, temblando de horror o de desesperación. Rememoro, asimismo, sueños comiquísimos de cuando tenía doce o trece años, pero no recuerdo haberme reído así en todos estos treinta y siete años. Espero que en este nuevo año que comienza, sean muchas las veces en que me despierten las carcajadas.

Probablemente muy tarde, presento mi particular Top 10 a manera de cierre del año. Y digo tarde ya que, debido a numerosas razones, a este blog le ha faltado la debida constancia y actualización. Esperemos que 2009 traiga, entre otras cosas, tiempo de sobra. No quería dejar pasar más tiempo para enumerar, de manera muy personal, la serie de platillos, películas, expos y momentos que hicieron del 2008, un año sin parangón.

Top 10 restaurantes
Este año se coronó con el gusto sibarita de mi bienamado y un par de kilitos que no me he podido quitar tras el enamoramiento (será que sigo en ese mismo estado). Tras ver el video earthlings pude llevar a cabo algo que llevaba pensado hacer durante mucho tiempo, sin mayor esfuerzo: dejar de comer carne a excepción de pescados y mariscos. Muy probablemente, el año pasado sirvió como preámbulo de esta decisión. Para muestra, lo que sigue.

El Pujol:
Para ser sinceros, conocimos este increíble lugar a finales del 2007, dos o tres días antes de que dicho año llegara a su fin. Como cortesía de la casa, nos ofrecieron una quesadilla literalmente líquida, dispuesta en un caballito tequilero donde se acomodaban los sabores en su respectivo lugar: abajo, una capa de tortilla, luego el queso, encima otra capa de tortilla coronada con una espuma de salsa verde. Recuerdo también haber comido una ensalada regada por pétalos de flores, una vinagreta cremosa y unas pequeñas vainas verdes de alguna leguminosa tierna que no alcancé a reconocer, en-su-pun-to. D. pidió unas costillitas de cordero de Nueva Zelanda, montadas en un mole inmejorable, terso al paladar, con el exacto nivel de picor, de chocolate y de especias, que contrastaba de forma excepcional con la carne. Luego del postre y, al final de la cena, nos ofrecieron unas esferas con sabor a manzana verde que, en el momento en que entraban en contacto con la acuosidad bucal, estallaban.
¡Por cierto!, recuerdo que me deben una cena en dicho lugar.
El Malayo: Conocimos este lugar al regreso del viaje de D. a la Argentina. Pequeño y de decoración confortable, siempre que hemos regresado me gusta encontrarme con los pequeños pájaros diseminados en el papel tapiz, como si se hubieran equivocado de rama y hubieran elegido, en su lugar, las cenefas de tan maravilloso lugar. Por fortuna, hemos regresado un par de veces. La atención, siempre de primera. El sahimi del día, el más fresco que puedas encontrar. Los pequeños panes fritos que ofrecen al inicio y cuyos sabores varían, son un milagro. El arroz basmati, en toda su sencillez y su incomparable aroma, un regocijo al alma. Y tienen un postre a base de arroz, leche de coco y, si mal no recuerdo, pasas rubias o acitrón, que he traído a la mente un sinnúmero de veces desde que lo probé. Ojalá y en el 2009 volvamos muchas veces a El Malayo.
China Grill: Gracias al fin de un trabajo bastante mezquino pero, a final de cuentas, con una retribución a cambio para D. y CA, fueron ellos y sus respectivas, a desmitificar las voces y comentarios de este sonado restaurante, uno de los situados en el Hotel Camino Real. Entre tantos otros platillos, pedimos unos dumplings de camarón, un rack de cordero en salsa de ciruela que, literalmente, nos dejó chupándonos los dedos sin temor a las opiniones de los otros comensales. Al finalizar, pedimos varios postres pero el mejor, sin lugar a dudas, fue un sushi bañado en chocolate aunque aquí GM disentiría conmigo pues ella se queda con el pie de queso. El riego de aspersión utilizado a lo largo de toda la degustación fue el mejor de los sakes tibios con aroma de bambú. ¡¡¡Mmmmmmmmmm!!!
El Bajío: definitivamente, el mejor restaurante de comida mexicana en la ciudad. Cada vez que vamos, pedimos casi lo mismo: empanaditas de plátano macho y frijol, gorditas de frijol con hoja de aguacate y de requesón, los tacos de carnitas al estilo Michoacán y los huauzontles en caldillo de jitomate o en chile pasilla. En alguna ocasión, se me ocurrió pedir el mole de olla, el más grande de mi historia. Por supuesto, no me lo pude acabar, pero hay pruebas fotográficas de que lo intenté.

Tandoor: Cuando se encuentren en las inmediaciones de la Anzures y aledañas, vale la pena que visiten este lugar, especializado en cocina hindú y pakistani. Para beber, solicitamos el tradicional Lassi con cardamomo. De entrada y, para acompañar el resto del atasque, pedimos una papadum asada, que es una tostada hecha a base de lentejas y especias además del tradicional arroz blanco basmati, un chapati y un nan, esas clásicas especies de tortillas de harina de trigo hechas al momento. Como si eso no fuera poco, de platos fuertes nos trajeron a la mesa, un Bhuna Mushroom (champiñones asados con especias, receta de la casa), un Aalu Gobhi (plato confeccionado con papas y coliflor en curry picante) y el Bhuna Murga, el pollo especialidad del chef. Finalmente cerramos con kheer, mi versión favorita de postres hechos a base de arroz, con almendras, pistaches y cardamomo.
Al Jamil: con todo y que, a la semana de haberlo conocido, fuimos a El Ehden, me quedo con el primero: hojas de parra rellenas de carnero, falafel y garbanza, el pan con zathar, las lentejas con arroz y el jocoque tradicional. Me gusta más la sazón de este local ya que El Ehden, nada despreciable, tanto en las presentaciones de los platillos como en su confección, me pareció más casero.
Deigo: Había oído hablar mucho de este restaurante hasta que lo conocí en compañía de D. Probablemente el segundo mejor restaurante de comida japonesa de la ciudad: el pescado a la sal, el sushi de anguila de río además de las sopas de fideos orientales son una delicia.

Casos aparte dignos de mencionar: yo conocí el Deigo, el Tandoor y otros muchos más pero D. me debe el haber conocido el mejor restaurante japonés de la ciudad: el Teppanyaki Taro. Se volvió un fanático del lugar, a tal grado que tuvimos una época en que no perdonábamos las cenas de los viernes. Casi siempre pedíamos lo mismo: gyozas de carne, sushi de atún, de anguila y de pasta de cangrejo, una ración más de la pasta fría que te sirven como entrada, sashimi, sukiyaki y tempura de verduras. Si no lo conocen, se están tardando.
Durante el verano, regresamos a la enramada de Doña Nica, en la Playa de Troncones donde están las mejores camaronillas del planeta. Una semana después, descubrimos el mejor pescado a la talla y los camarones a la diabla de una enramada en Pie de la Cuesta. Las pizzas y otras especialidades del Vayma le hicieron un buen contrapeso.
El resto del año me quedé con ganas de pedir los ravioles rellenos de foie gras en salsa de morillas y la entrada de jitomates con mayonesa y huevo duro que pidió I. en Le Bouchon. Pero me quité las ganas con los scones rellenos de arándano de La Lorena, el helado de queso mascarpone bañado con chocolate belga, de La Trattoria della casa nuova, recomendación de G., y las inigualables quesadillas-tacos de guisado de los portales de Huasca a la par de los pastes de mole verde y arroz con leche en Real del Monte. Tuvimos, también, un tour gastronómico veracruzano que inició con el tradicional desayuno en La Parroquia que D. venía saboreándose meses atrás –canilla, café, jugo de naranja, huevos tirados y Zaraza–, siguió con un pámpano en Mandinga y cerró con unas truchas rellenas en Coatepec. Además, le seguimos la pista a The Minimalist en el NY Times y aprendimos a hacer dos ensaladas memorables: una sencillísima a base de duraznos y jitomate y otra con edamame y queso pecorino. También aprendimos a hacer gnocchis por vía telefónica. La primera vez nos salieron increíbles; la segunda, intentamos hacerlos de camote y fue un fracaso rotundo.

Top 10 películas

Ostrov ( sin palabras).
There Will be blood y la genial actuación de Daniel Day Lewis.
The Savages, con Laura Linney y Philip Seymour Hoffman.
The Darjeeling Limited (jamás entenderé por qué Wes Anderson figura tan poco entre las películas premiadas).
El remake de Funny Games de Hanecke con la actuación de Naomi Watts y otros. El trauma me duró varios días aunque no puedo dejar de admitir el poder del cine y las sensaciones que todavía puede provocar.
In the valley of Elah
Ira and Abby (qué bien me la pasé cuando la vi).
Las dos musicales de los estrenos del año: Control de Corbijn y La Môme.
Otras a destacar fueron: Atonement, Juno, Persépolis, La flor del cerezo de Doris Dörrie y Reprise de Joachim Traer.

Exposiciones

Wolfgang Tilmans, la colección de grabados de Toledo en el MACO Oaxaca, León Ferrari, Julio Galán, Thomas Hirschhorn, Marina Abramovic, Taka Fernández, Sinergia, Las implicaciones de la imagen, los cortos de Valerie Mréjen y, ¿por qué no? Vic Muniz. La decepción: Jeff Wall en el Tamayo.

El Top 10 de Momentos 2008:

El Año Nuevo en casa de la Morra; la fiesta de aniversario en La Tumbona; el día en que conocimos a Joe Félix y el día en que regresó a nuestras vidas; Pie de la Cuesta; el día del anuncio en Troncones; un baño en tina en el Camino Real de Acapulco; The 40 year old virgin en un hotel de Veracruz; el día en que nos mudamos y la semana que le siguió.

6 comentarios:

David Miklos dijo...

Comer, comer, comer, vivir, vivir, vivir, amarte, amarte, amarte...

María (ahora en paz) dijo...

¡Y yo que pensé que ibas a recordar que me debes una cena!

Monserrat sin t. dijo...

María (ahora en paz), que gusto leerte largo y tendido.
Oye, qué risa me dio la foto degustando el "mole de olla". Sigo riéndome. ¿Cómo, no te dijeron que era de tremendo tamaño? jajaja. Tu expresión en la foto lo dice todo.

Ahora que estuve en México no fui a ninguno de esos restaurantes que recomiendas, hubiera estado bien probar uno que otro. Me fui en busca de los conocidos de antaño y la desilusión fue inevitable. Pero bueno, ya que andas sin comer carne te recomiendo uno de mariscos estilo Sinaloa. "mi gusto es" está en la Narvarte (Dr. Vertiz y Diagonal de San Antonio). Está populachón pero muy bueno.

María (ahora en paz) dijo...

Monse: de haber sabido, te llevábamos a cualquiera de los mencionados, qué lástima. La próxma vez que vengas o vengan, se exigirá el ennvío de un intinerario previo.
Por supuesto que no me dijeron que era de ese tamaño. Yo creo que, al menos, lo dejé a la mitad.
¿El restaurancito que mencionas es uno que tiene mesitas afuera? Creo que lo he visto, me ha llamado la atención. No echaré en saco tu recomendación. Abrazos hasta el otro lado del mundo.
María(ni tan en paz)

Manuel dijo...

¡Excelente guía! ¿Qué sucursal del Bajío prefiere
s?

María (ahora en paz) dijo...

La tradicional ¡obviamente! en....¿Av. Cuitlahuac?